Ricardo Raphael
Los motores de la economía mexicana están fallando uno a uno. Las remesas venidas del extranjero decaen, el turismo no despega, el recurso público no se gasta y la inversión petrolera está congelada.
Si el país fuera un avión de solo cuatro hélices, lo recomendable sería montarse los paracaídas y saltar cuanto antes.
Durante demasiado tiempo las remesas enviadas por los mexicanos residentes fuera del territorio han sido fuente de ingresos inmerecida pero fundamental. (El año pasado significaron más de 22 mil 400 millones). Sin embargo, vienen cayendo con mucha gravedad. El comienzo de la pendiente puede fecharse en 2008 cuando el desplome fue de (–3.6%); para 2009 la cifra alcanzó poco más de (–10%) y este año se espera una reducción de (–13%).
Algunos analistas cargados de optimismo esperan a que la economía estadounidense retome su curso para que este motor vuelva a funcionar. Pero su esperanza es infundada. Primero, porque no habrá recuperación pronta en el país vecino, y luego, porque es la política migratoria de la Casa Blanca —no la económica— la que está afectando de manera estructural la relación transfronteriza entre familias mexicanas.
Cuando era fácil entrar y salir de Estados Unidos, la frecuencia con que los migrantes y sus familiares se visitaban era mucha y, de la mano, fluyeron los compromisos monetarios que suelen hacerse en cada encuentro. Pero ahora que se ha vuelto complicado cruzar la frontera, se cerró desde adentro la puerta para los migrantes que prefieren no visitar a sus familiares radicados en México, previendo que si lo hacen podrían no regresar a casa.
Lo anterior disminuye los compromisos económicos intrafamiliares. Muy probablemente el endurecimiento de la política migratoria tenderá a secar buena parte de las remesas que antes llegaban al país.
De la mano se observa una recesión para México en los ingresos por turismo. En 2009 la epidemia H1N1 afectó las ganancias en un 29% y desde entonces este motor ha mejorado poco su desempeño. El estado de la economía mundial continúa siendo razón para ello, pero los argumentos más graves de esta circunstancia se encuentran dentro.
El mensaje, muy consolidado, de que México es un país inseguro para los turistas ha hecho mucho daño. Las alertas que tanto en Europa como en EU se hacen sobre el riesgo de viajar a México son graves. A manera de ejemplo, el millonario negocio que dejaban hace unos cuantos años los cruceros en Los Cabos, Ensenada o Cancún se ha visto disminuido por el robo frecuente que sufren sus pasajeros cuando bajan a tierra. Por desgracia, las compañías hoteleras transnacionales que brindan este lucrativo servicio marítimo se están mudado a otras geografías.
Para continuar con la mala racha se suma el subejercicio de los recursos públicos en el presente año. Son muchas y confusas las razones de la SHCP: se dice que es normal que en el primer año de gobierno decaiga el gasto; después, que la nueva administración no recibió proyectos suficientes para sostener la inversión previa; finalmente se murmura que la caída en ingresos fiscales obligó a una suerte de prudencia hacendaria por parte del secretario Luis Videgaray.
Sea lo que sea, este otro motor está varado y probablemente así seguirá si no se obtiene una reforma fiscal que permita gastar más, sin descobijar la salud de las finanzas públicas mexicanas.
Por último, el motor del sector hidrocarburos tampoco goza de buena suficiencia. Si bien el precio del petróleo se mantiene estable, nuestra producción va a decrecer seriamente en el próximo lustro a menos que se celebre una inversión muy importante. Algunos opinan que ésta solo han de hacerla Pemex y el gobierno; otros que debe venir, en parte, del sector privado.
Sin importar qué bando gane en esta batalla tan cargada de retórica, vale decir que mientras no se resuelva la reforma energética, será pobre la inversión que se haga para este sector, también bujía fundamental de nuestra economía.
De cuatro motores importantes, cuatro descompuestos. Por fortuna el país tiene un par más (exportaciones y mercado interno). Pero éstos son insuficientes para hacer que el aeroplano vuele por mucho tiempo. No sorprende, de nuevo, que la expectativa de crecimiento sobre la economía mexicana esté siendo revisada a la baja. Con probabilidad, la tasa para este año no llegará al 1%.
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