…En el nuevo tiempo, a pesar de los peligros
De la fuerza más bruta, de la noche que asusta, estamos en lucha
Para sobrevivir, para sobrevivir, para sobrevivir…
En el nuevo tiempo, a pesar de los castigos
De toda fatiga, de toda injusticia, seguimos en lucha…
Novo Tempo. Ivan Lins
De la fuerza más bruta, de la noche que asusta, estamos en lucha
Para sobrevivir, para sobrevivir, para sobrevivir…
En el nuevo tiempo, a pesar de los castigos
De toda fatiga, de toda injusticia, seguimos en lucha…
Novo Tempo. Ivan Lins
La lucha de clases en las tres últimas décadas ha sido adversa para la población trabajadora del campo y la ciudad. El balance en general es catastrófico para la mayoría de los mexicanos campesinos, jornaleros, indígenas, jóvenes, estudiantes, maestros, obreros, operarias de las maquiladoras, empleados públicos y privados, profesionistas, y demás actividades productivas y de servicios. La mayoría poblacional que vive de su propio trabajo o del trabajo asalariado se encuentra sumida en condiciones muy precarias económicas, sociales, culturales y educativas. La pobreza social se acreciente con este modelo de expoliación laboral brutal y de depredación salvaje.
A pesar de las luchas de resistencia campesina, indígena, obrera, popular y estudiantil, la imposición despótica del poder y del dinero, de los intereses oligárquicos, se viene dando implacablemente con base a un autoritarismo rampante. Las formas represivas, extremadamente violentas, son inherentes a esta lógica económica y política del capital. La hiperviolencia social tiene que ver con la extrema debilidad política de las clases subalternas. Las clases dominadas, especialmente el proletariado industrial, carecen de formas organizadas para enfrentar la cruenta embestida oligárquica local y foránea. El proletariado, la clase obrera, prácticamente está ausente de la vida política nacional y de la conflictualidad social. El trabajador sigue sometido políticamente por un sindicalismo venal corporativo al Estado. Eso explica el acrecentamiento de la pobreza, de la miseria social, y también de la violencia en todos los planos de la vida social y económica. A ello debemos agregar la violencia generada por un lumpencapitalismo del narco y su complicidad con las altas esferas del poder económico y político. A la creciente precarización de la calidad de vida de la mayoría de la población trabajadora debemos sumar la de las condiciones laborales y el terrible desempleo masivo y, añadir los estragos fatales de la violencia cotidiana, especialmente la violencia criminal de los cárteles. Peor aún, la persistente crisis económica golpea más la vida de las familias trabajadoras. Insistimos, este capitalismo es extremadamente violento y sanguinario; las decenas de miles de desaparecidos y asesinados dan cuenta de ello.
En el marco histórico de una crisis política nacional arrastrada desde 1968, y dentro de un proceso de políticas neoliberales cuyo tratado de “libre comercio” propicia la debacle de la economía doméstica, el primero de enero de 1994 estalla el hartazgo de los indígenas, los más pobres de los pobres. La revolución neozapatista en Chiapas será el grito más potente contra la miseria ancestral producto de la explotación, la represión, discriminación y crímenes de que son objeto los indígenas: “¡Ya basta!” es el estruendo de la dignidad rebelde del Ejército Zapatista de Liberación Nacional [EZLN]. El México de hoy es difícil de comprender sin esta insurrección que cimbrará al país y proyectará el espíritu revolucionario de las masas desposeídas, que carecen casi de todo, menos de su admirable dignidad humana. Es esta dignidad rebelde la que mantiene la flama libertaria y alumbra un nuevo porvenir. El México profundo de las masas indígenas insurrectas también encuentra sus raíces en la lucha antisistémica de los jóvenes normalistas de Ayotzinapa. El 2 y 3 de enero el EZLN y el Congreso Nacional Indígena [CNI] realizarán en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, el Primer Festival Mundial de las Resistencias y las Rebeldías contra el Capitalismo, y allí tendrán voz especial los estudiantes y los padres y madres de los normalistas asesinados y desaparecidos de Ayotzinapa.
Un ejemplo de lo que significa la posibilidad de construir su propio destino de las comunidades indígenas del EZLN es la creación de los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas regidos por sus juntas de buen gobierno. Este principio de autorganización y horizontalidad democrática es una gran lección política de lo que la autogestión permite como proceso emancipatorio desde abajo. En cierto modo las autodefensas en otras entidades del país son una consecuencia de esta necesidad de sobrevivencia y es por eso también que en Guerrero, con la desaparición de 43 normalistas rurales, las comunidades organizadas tomaran 35 palacios municipales en el estado, el 43 por ciento del total de ayuntamientos en la entidad, para constituir Asambleas Populares Municipales. “La crisis política y social suscitada por la alianza entre el crimen organizado y los gobernantes ocasionó que ejidos y comunidades decidieran echar a los políticos. En cinco ayuntamientos ya se han instalado gobiernos autónomos... florecen en las regiones guerrerenses con mayor presencia indígena”.
Como en todo proceso político, también existen altibajos y en algunos casos surgen excesivos protagonismos innecesarios en la dirección de los movimientos en lucha de resistencia con posiciones extremistas con un radicalismo estéril, sectarismos, o de un caudillismo militar pletórico de liviandad, frivolidad y arrogancia. Es la otra cara de la moneda que se critica bajo la lógica reformista de un mesianismo electorero desvinculado de los movimientos en lucha. El culto a la personalidad caudillesca es un rezago político que impide un avance más rápido de formas autogestivas y solidarias tan necesarias en estos tiempos convulsos pero también esperanzadores para un nuevo mañana. El 2015 continua la lucha.
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