Una simple mirada a los sujetos que van usando los asientos en el transporte público puede demostrar que las prácticas arraigadas en la concepción dominante del género masculino se traspasan a cosas cotidianas como el uso del espacio público. |
Una
campaña a través de redes sociales está incentivando a que mujeres
denuncien prácticas cotidianas de machismo, esas cosas que para algunos
pasan inadvertidas sin antes ser señaladas o comentadas por las
protagonistas de esas historias, que muchas veces rozan en el acoso.
“Micromachismos”,
le denominan a esos pequeños episodios de la vida cotidiana, a las
miradas acosadoras de varios hombres en un boliche que no dejan
disfrutar de un sandwich a una chica, o recordar esas historias para
niñas que llenaban su cabeza con educación marcada por el patriarcado.
Así
es como, una simple serie de imágenes captadas en un Metro cualquiera,
dio cuenta de otro de esos aspectos casi olvidados, que para algunos no
tiene “nada de malo”. Un collage de fotos que mostraba a
sujetos masculinos con sus piernas completamente abiertas, usando a sus
anchas el espacio para sentarse que también es de otros, y de otras.
Una suerte de contraposición frontal a la manera supuestamente correcta
que tienen las mujeres para sentarse, de piernas cruzadas.
Una
práctica que probablemente usted como lectora habrá sufrido en algún
momento, y que quizás usted lector, también cometió. A lo mejor no se
lo había cuestionado nunca. Pero ya viene siendo hora de que alguien se
lo diga.
Práctica cotidiana
Para la psicóloga
feminista Svenka Arensburg, la campaña que ayudó a poner en
cuestionamiento estas molestas prácticas cotidianas “es muy interesante
porque muestran las bases más profundas de la socialización que tenemos
encarnadas en nuestro cuerpo, en nuestro movimiento y en la manera que
tenemos de presentarnos ante el otro”.
Si bien para Arensburg
esto radica muchas veces en el inconsciente de los sujetos, pero
“expresa claramente el modo del que estamos acostumbrados a ser
socializados”.
“Lo que a mí me muestra este espacio del espacio
público es esa dinámica inconsciente que nos atraviesa, es decir que yo
no veo que sea la voluntad o interés de abarcar el espacio para
atropellar al otro el que que un hombre abra las piernas en el Metro,
sino que supone que el espacio es para ocuparlo. En cambio, una mujer
socializada en género asume que tiene que pedir permiso para ocupar ese
espacio, y eso es parte de una socialización temprana tanto en la
familia como en la escuela”, señala la académica de la Universidad de
Chile.
Arensburg indica que las prácticas de dominación machista
“no son privativas de un individuo varón, sino que son las bases
culturales de una lógica de dominación muy clara de cómo el género
opera”.
Para la Doctora en Psicología de la Universidad Autónoma
de Barcelona, este tipo de situaciones cotidianas, entre las que se
encuentran además expresiones más graves como los manoseos y el acoso
callejero, no deben empujar a la segregación entre mujeres y hombres en
el transporte público, como sucede en otros países.
“La pregunta
por el cómo ocupa el espacio un hombre que abre sus piernas, o que
justamente se siente con el derecho de correrle mano a alguien cuando
van apretados en el metro, es algo que hoy día, al estar en una
situación política-cultural es posible de denunciar, de cuestionar. Si
somos iguales, ocupemos todos el mismo espacio, y demos también el
derecho a hablar y ocupar espacios públicos a todos de la misma manera.
Efectivamente el acoso callejero finalmente amedrenta el derecho a
sentirse libre y a deambular libremente a una mujer. Hay muchas mujeres
que toman en consideración ese tipo de cosas para decidir no salir, por
ejemplo”, indica Arensburg.
La académica de la Facso señala la
importancia de no separar esta discusión de género como algo
independiente de la clase, de la etnia y del nivel sociocultural. “En
un país tan clasista como el que vivimos, las dinámicas de despliegue
en el espacio público, del tono de voz, de la manera de reclamar
derechos, de denunciar el uso del espacio público con el cuerpo y en
todo sentido, todo eso está también atravesado por la clase”, finaliza
Arensburg.
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