Del
viejo México aún subsiste la ignorancia bestial de la oligarquía
dominante, el conservadurismo, la apatía política, la resignación de
muy amplios sectores sociales, principalmente en las clases medias
pobres pero incluso entre los explotados, la desinformación masiva de
quienes “se informan” recurriendo sólo a la televisión. Esa costra
espesa de mugre acumulada en las conciencias de millones por los
continuos desastres, derrotas, invasiones, traiciones, matanzas,
miseria, incultura y engaño permanente que caracterizan la trágica
historia mexicana empieza sin embargo a resquebrajarse. Desde hace rato
un México nuevo trata de afirmarse, en particular desde 1968, las
luchas de los setenta, la movilización tras Cuauhtémoc Cárdenas y su
victoria electoral robada en 1988, la rebelión zapatista en 1994 y la
movilización popular que impidió su aplastamiento militar, la huelga en
la UNAM en 1999, las movilizaciones para evitar el desafuero de López
Obrador o, en el 2006, contra el fraude que le robó las elecciones
presidenciales, por mencionar sólo las acciones masivas.
El salto
que se produjo en las conciencias de cada vez más vastos sectores
populares ha sido muy grande. Baste recordar que la Marcha del Color de
la Tierra del EZLN, apoyada por los votantes del PRD entonces
cardenista, tenía como objetivo presionar al Estado y a sus
instituciones parlamentarias y judiciales para que incorporasen a la
Constitución los derechos de los pueblos indígenas y que las enormes
acciones contra el fraude electoral buscaban que el gobierno y el
aparato judicial respetasen la ley que acababan de pisotear.
Esas
ilusiones no existen ya por más que haya algunos que quieran
mantenerlas. El Estado trazó una honda zanja llena de sangre entre la
camarilla oligárquica en el poder y desgobernante y las conciencias de
los que eran meros súbditos. Fuerzas armadas, instituciones,
(in)Justicia, entrelazadas con la parte más dinámica del capital- la
narcodelincuencia- desaparecieron y asesinaron en Ayotzinapa a los
normalistas -¡futuros maestros bilingües de indígenas y campesinos,
constructores de un México mejor!- y, anteriormente, a tantos otros
miles. Hoy millones de personas se movilizan sabiendo que el Estado
capitalista, y no solamente sus representantes o sus órganos de
mediación como los partidos de los patrones, es el asesino y concentran
su lucha en unir los movimientos de resistencia, organizar la
resistencia civil, derribar a Peña Nieto preparando una huelga general
nacional, imponer un gobierno de transición que convoque a elecciones
generales para una Asamblea Constituyente para reconstruir este país
vendido al imperialismo, ensangrentado, devastado.
Bertold
Brecht decía “¿De quién depende que siga la opresión? De nosotros. ¿De
quién que acabe? También de nosotros?” y añadía “¿Quién puede contener
al que conoce su condición?”. Esa toma de conciencia por parte de la
mitad de los mexicanos es lo nuevo, el aporte riquísimo de este año
feroz y funesto que acaba, la garantía de un México nuevo, libre.
La
autoorganización, las luchas por las autonomías en las comunidades, la
ruptura con el Estado de los opresores formando policías comunitarias,
grupos de autodefensa, defendiendo con el furor popular a quienes
sufren atropellos, injusticias, crímenes, la creciente tendencia a
cerrar los dedos en un puño para golpear unidos, venciendo los
sectarismos forma parte de una corriente subterránea que recorre desde
siempre el subsuelo del pueblo de este país y explica los aparentes
“estallidos” y las “bolas” en su historia pero ahora tiende a tomar
conciencia teórica y política y a organizarse. ¡Hagamos crecer vigorosa
esta planta que está surgiendo y tiene múltiples raíces en el zapatismo
de los morelianos y en el neozapatismo en Chiapas, en la rebelión
estudiantil y democrática, en las resistencias heroicas de los
sindicatos combativos!
El equipo de agentes de la oligarquía y
las transnacionales que como vampiros medra con la sangre de los
mexicanos prepara meses de enormes dificultades y de aumento de la
represión y la injusticia. Ni las remesas ni el turismo se recuperarán
de los golpes que les infligió la ilegalidad organizada desde el poder.
La venta en barata de los recursos naturales al igual que la caída del
precio del barril crudo que Pemex exporta agravarán la situación
económica, con la consiguiente reducción de los salarios reales y el
aumento de la desigualdad social brutal e intolerable y de la miseria.
¿Qué
queda, después de que Fox ofreciera vender mexicanos como jardineros?
¿Venderlos como mercenarios y carne de cañón para las aventuras
imperialistas? ¿Vender pedazos del territorio tras haber vendido la
soberanía y convertido al Estado mexicano en un semiEstado que
garantiza los bienes de las transnacionales?
Con Peña Nieto se
prepara un estallido futuro sangriento y caótico. Esperar su sucesión
mediante futuras elecciones limpias equivale a creer en los Reyes Magos
y hunde en el pantano de la pasividad. Una Constituyente, construida
sobre las ruinas de las instituciones actuales, en cambio, podría
salvar la oportunidad, como sucedió en Bolivia, de otro orden no el de
los narcoestadistas sino el de los trabajadores, de otra justicia, de
otras fuerzas armadas, las milicias populares, garantías de la
democracia. Es hora de unir el repudio al Estado y a sus instituciones
de los neozapatistas con el repudio a este Estado y este gobierno de
los millones que depositan sus esperanzas en Morena y con el de los
estudiantes y demócratas de todo tipo hartos de las atrocidades
cotidianas. Como piden los familiares de los normalistas de Ayotzinapa
es hora de que el Estado pague y de echar del gobierno a Peña Nieto. Es
hora de unirse. O nos salvamos juntos o nos hundimos por separado.
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