12/19/2015

Las sufragistas


“Confía en Dios, ella proveerá”: Emmeline Pankhurst (1858-1928).

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Si la libertad es buena para el hombre, lo es también para la mujer”: John Stuart Mill (1806-1873).

Es una muy bella película Sufragistas  y es –también- un manifiesto político y amoroso. Un trabajo de gratitud hacia las mujeres que nos precedieron. Un trabajo de memoria. Las sufragistas lucharon por el derecho de las mujeres a votar, y lo obtuvieron –tras décadas de confrontaciones- en la mayoría de los países.  Se nos olvida con tanta frecuencia que el derecho femenino a votar y ser votadas no fue una graciosa concesión (nada lo ha sido), sino el resultado de las reflexiones, el activismo y la demanda de grupos organizados de mujeres dispuestas a arriesgarse, a perder mucho, para ganar -¿quién les aseguraba que un día lo lograrían?- mucho. ¿Por qué dieron la batalla? Porque les parecía indispensable. Porque era –para ellas y contra todo- lo justo.

Sufragista detenidaGanar para ellas y para las otras. Lanzarse a la lucha a tientas. ¿Estarían allí para ver los resultados de sus esfuerzos? Ganar para ellas y para las que llegamos después. Esas que llegamos después y que tenemos con ellas una deuda amorosa y una deuda histórica. He escuchado tantos discursos contra los distintos feminismos. Tantos y tan reduccionistas. Se recrean los estereotipos y se olvidan las causas, los procesos históricos.

Sufragista detenida 


Cada vez ante esta caricaturización de los diversos movimientos de mujeres me pregunto: ¿Recuerdan que podríamos no tener derecho a votar? Así de inmenso y de elemental. Lo damos por hecho. Pero las mexicanas obtuvimos nuestro derecho a votar apenas en 1953. Digamos que no fue ayer, pero sí antier. Y todo lo que nos falta por lograr. Para nosotras y para las demás. Por eso me cuesta tanto trabajo entender declaraciones como: “A mí el feminismo no me sirve para nada, ¿cómo qué quieren esas locas?”. Sólo diría: “¿Estás segura? Quizá a ti no, pero, ¿y a decenas de miles de otras mujeres?”.

No estamos solas habitando una isla. “¿Qué quieren esas locas?”. Un país más justo para hombres y mujeres. Incluyente. Para todas/os. Sólo que cada quien elige el lugar específico en donde coloca su granito de arena.  “Sufragistas” es un tramo de la historia – 1912-1913- del movimiento sufragista en Inglaterra. ¿Una cultura muy diferente a la nuestra? Sí. Sorprende cómo las circunstancias de vida de las mujeres y las reivindicaciones son las mismas.
“Pedir libertad para las mujeres no es un crimen. Las prisioneras sufragistas no deben ser tratadas como criminales”

“Pedir libertad para las mujeres no es un crimen. Las prisioneras sufragistas no deben ser tratadas como criminales”


Un Manifiesto político, sin duda, haya sido o no la intención de sus creadoras, pero en ningún momento un panfleto. ¿Cuál es la diferencia? La calidad de los contenidos, la búsqueda estética, la calidad de la actuación, la profundidad, la inteligencia: la belleza. La directora Sarah Gavron y la guionista Abi Morgan tomaron una decisión notable (que es –también- una decisión política): narrar un fragmento de la historia del Movimiento Sufragista, no desde las vidas de las mujeres líderes como la célebre Emmeline Pankhurst (interpretada por Meryl Streep), una mujer de familia acomodada, con acceso a la educación y casada con un hombre liberal que apoyó siempre sus causas, sino narrarla desde la vida de una joven de la clase obrera, esposa y madre.          


El guión se inspira en la vida de Hannah Webster Mitchell (excelente interpretación de Carey Mulligan), y de allí toma sus rumbos, no es su biografía.  Hannah –en la realidad- fue costurera y trabajadora doméstica, casada con un militante socialista que no lograba imaginar los derechos de las mujeres como parte de ese mundo justo y de “amaneceres que cantan” que era la promesa y el sostén de su militancia.  La “Justicia” en masculino. “La “justicia” que cuestiona los privilegios y los abusos de los otros, y no los propios.

Las mujeres toman las calles. Poco a poco. Temerosas, tímidas, trasgresoras, se reúnen.  Conversan.  Finales del siglo XIX principios del siglo XX.  ¿Por qué los hombres votan y ellas no? ¿Por qué los hombres tienen derecho a puestos de elección y ellas no? ¿Por qué el hombre tiene el control de la economía del hogar aún cuando parte del ingreso provenga de la esposa? ¿Por qué la ley estipula que es el padre quien tiene derecho a decidir sobre la vida de los hijos sin que la madre tenga el derecho a participar en las decisiones que se toman?

“Lo que yo haría con las Sufragistas”¿Por qué una madre puede perder a sus hijos si el padre así lo decide?  ¿Por qué una mujer gana mucho menos que un hombre por las mismas horas y la misma calidad de trabajo? ¿Por qué niñas, adolescentes y mujeres tienen que someterse al abuso sexual de un patrón para no perder su trabajo, ese que realizan por un salario ínfimo? ¿Por qué ninguna institución apoya a las mujeres trabajadoras en el cuidado de sus hijos? ¿Por qué la ley excluye a la mitad femenina de la población?

“Lo que yo haría con las Sufragistas”           


“Realmente quisimos enfocarnos en el activismo de las mujeres obreras, eso fue lo que hice", Sarah Gavron. Se estruja el corazón más de una vez: la desgracia expuesta sin sentimentalismos, la solidaridad entre mujeres, la solidaridad de algunos escasos hombres con las mujeres. La precariedad. La reflexión colectiva. La maternidad herida. El abuso sexual evidente y silenciado. La soledad de una lucha que cada vez parece perdida.

La violencia psicológica y física contra las sufragistas. El rechazo. La cárcel. Y esas transformaciones rotundas que lograron: el derecho al voto, la igualdad de derechos del padre y la madre en términos de patria potestad y custodia de los hijos. Despacito, tan despacito: los caminos hacia la igualdad de derechos y de oportunidades.

¿Se vale decir: “no se la pierdan?”. Me imagino que no. Pero si pueden: No se la pierdan. Para pensar en ellas y en nuestras sufragistas mexicanas. Nuestra deuda de memoria y de gratitud. En ellas y en los indispensables derechos para todas/os. Ellas, nosotras, y las que llegan después de nosotras. ¿Acaso una playa no es la suma de cada minúsculo granito de arena?

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