“Confía en Dios, ella proveerá”: Emmeline Pankhurst (1858-1928).
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“Si la libertad es buena para el hombre, lo es también para la mujer”: John Stuart Mill (1806-1873).
Es una muy bella película Sufragistas y es –también- un
manifiesto político y amoroso. Un trabajo de gratitud hacia las mujeres
que nos precedieron. Un trabajo de memoria. Las sufragistas lucharon por
el derecho de las mujeres a votar, y lo obtuvieron –tras décadas de
confrontaciones- en la mayoría de los países. Se nos olvida con tanta
frecuencia que el derecho femenino a votar y ser votadas no fue una
graciosa concesión (nada lo ha sido), sino el resultado de las
reflexiones, el activismo y la demanda de grupos organizados de mujeres
dispuestas a arriesgarse, a perder mucho, para ganar -¿quién les
aseguraba que un día lo lograrían?- mucho. ¿Por qué dieron la batalla?
Porque les parecía indispensable. Porque era –para ellas y contra todo-
lo justo.
Ganar para ellas y para las otras. Lanzarse a la lucha a tientas.
¿Estarían allí para ver los resultados de sus esfuerzos? Ganar para
ellas y para las que llegamos después. Esas que llegamos después y que
tenemos con ellas una deuda amorosa y una deuda histórica. He escuchado
tantos discursos contra los distintos feminismos. Tantos y tan
reduccionistas. Se recrean los estereotipos y se olvidan las causas, los
procesos históricos.
Sufragista detenida
Cada vez ante esta caricaturización de los diversos movimientos de
mujeres me pregunto: ¿Recuerdan que podríamos no tener derecho a votar?
Así de inmenso y de elemental. Lo damos por hecho. Pero las mexicanas
obtuvimos nuestro derecho a votar apenas en 1953. Digamos que no fue
ayer, pero sí antier. Y todo lo que nos falta por lograr. Para nosotras y
para las demás. Por eso me cuesta tanto trabajo entender declaraciones
como: “A mí el feminismo no me sirve para nada, ¿cómo qué quieren esas
locas?”. Sólo diría: “¿Estás segura? Quizá a ti no, pero, ¿y a decenas
de miles de otras mujeres?”.
No estamos solas habitando una isla. “¿Qué quieren esas locas?”. Un
país más justo para hombres y mujeres. Incluyente. Para todas/os. Sólo
que cada quien elige el lugar específico en donde coloca su granito de
arena. “Sufragistas” es un tramo de la historia – 1912-1913- del
movimiento sufragista en Inglaterra. ¿Una cultura muy diferente a la
nuestra? Sí. Sorprende cómo las circunstancias de vida de las mujeres y
las reivindicaciones son las mismas.
Un Manifiesto político, sin duda, haya sido o no la intención de sus
creadoras, pero en ningún momento un panfleto. ¿Cuál es la diferencia?
La calidad de los contenidos, la búsqueda estética, la calidad de la
actuación, la profundidad, la inteligencia: la belleza. La directora
Sarah Gavron y la guionista Abi Morgan tomaron una decisión notable (que
es –también- una decisión política): narrar un fragmento de la historia
del Movimiento Sufragista, no desde las vidas de las mujeres líderes
como la célebre Emmeline Pankhurst (interpretada por Meryl Streep), una
mujer de familia acomodada, con acceso a la educación y casada con un
hombre liberal que apoyó siempre sus causas, sino narrarla desde la vida
de una joven de la clase obrera, esposa y madre.
El guión se inspira en la vida de Hannah Webster Mitchell (excelente
interpretación de Carey Mulligan), y de allí toma sus rumbos, no es su
biografía. Hannah –en la realidad- fue costurera y trabajadora
doméstica, casada con un militante socialista que no lograba imaginar
los derechos de las mujeres como parte de ese mundo justo y de
“amaneceres que cantan” que era la promesa y el sostén de su
militancia. La “Justicia” en masculino. “La “justicia” que cuestiona
los privilegios y los abusos de los otros, y no los propios.
Las mujeres toman las calles. Poco a poco. Temerosas, tímidas,
trasgresoras, se reúnen. Conversan. Finales del siglo XIX principios
del siglo XX. ¿Por qué los hombres votan y ellas no? ¿Por qué los
hombres tienen derecho a puestos de elección y ellas no? ¿Por qué el
hombre tiene el control de la economía del hogar aún cuando parte del
ingreso provenga de la esposa? ¿Por qué la ley estipula que es el padre
quien tiene derecho a decidir sobre la vida de los hijos sin que la
madre tenga el derecho a participar en las decisiones que se toman?
¿Por qué una madre puede perder a sus hijos si el padre así lo
decide? ¿Por qué una mujer gana mucho menos que un hombre por las
mismas horas y la misma calidad de trabajo? ¿Por qué niñas, adolescentes
y mujeres tienen que someterse al abuso sexual de un patrón para no
perder su trabajo, ese que realizan por un salario ínfimo? ¿Por qué
ninguna institución apoya a las mujeres trabajadoras en el cuidado de
sus hijos? ¿Por qué la ley excluye a la mitad femenina de la población?
“Lo que yo haría con las Sufragistas”
“Realmente quisimos enfocarnos en el activismo de las mujeres
obreras, eso fue lo que hice", Sarah Gavron. Se estruja el corazón más
de una vez: la desgracia expuesta sin sentimentalismos, la solidaridad
entre mujeres, la solidaridad de algunos escasos hombres con las
mujeres. La precariedad. La reflexión colectiva. La maternidad herida.
El abuso sexual evidente y silenciado. La soledad de una lucha que cada
vez parece perdida.
La violencia psicológica y física contra las sufragistas. El rechazo.
La cárcel. Y esas transformaciones rotundas que lograron: el derecho al
voto, la igualdad de derechos del padre y la madre en términos de
patria potestad y custodia de los hijos. Despacito, tan despacito: los
caminos hacia la igualdad de derechos y de oportunidades.
¿Se vale decir: “no se la pierdan?”. Me imagino que no. Pero si
pueden: No se la pierdan. Para pensar en ellas y en nuestras sufragistas
mexicanas. Nuestra deuda de memoria y de gratitud. En ellas y en los
indispensables derechos para todas/os. Ellas, nosotras, y las que llegan
después de nosotras. ¿Acaso una playa no es la suma de cada minúsculo granito de arena?
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