La Jornada
La Misión de
Observación de la Consulta al Pueblo Maya sobre la siembra de soya
genéticamente modificada dio a conocer el pasado miércoles su tercer
reporte sobre ese proceso de consulta que se inició hace unos meses, del
cual di cuenta en este espacio ( La Jornada, 14/5/16). Llama
la atención la rapidez con la que avanza, estimulado sospechosamente por
las autoridades encargadas de realizarlo, como son la Comisión
Intersecretarial de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente
Modificados, la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos
Indígenas y el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad
Agroalimentaria. Aunque a decir verdad, acelerado igualmente, y de
manera amañada, por empresas trasnacionales como Monsanto, que velan por
sus intereses en la siembra de soya transgénica en la península.
Pero incluso con este tipo de corporaciones detrás haciendo el juego
sucio, las comunidades mayas han dado pasos firmes en la primera fase en
que se encuentra esta consulta. Por el reciente informe de la misión de
observación sabemos, por un lado, que las autoridades encargadas
deberán apegarse a los tiempos que las comunidades solicitaron, para que
conforme a sus costumbres y mediante sus formas organizativas deliberen
sobre la pertinencia o no de la realización de la consulta en los
términos que plantean esas autoridades en el denominado
programa de trabajo, entregado los pasados 30 de junio y 1º de julio en los municipios de Hopelchén y Tenabo, Campeche.
La misión de observación resalta que esto es relevante, pues las
comunidades mayas han establecido que por lo menos en octubre próximo
tendrían una respuesta sobre ese programa de trabajo. Y ello después de
consultar a sus comunidades y deliberar sobre si es adecuada o no para
ellas. Pareciera necedad y que se trata de
pérdidas de tiempo; sin embargo, de acuerdo con la experiencia de las comunidades en estos procesos, en los que ponen en juego sus usos y costumbres, y lo establecido por el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, hoy es innegable que es un derecho de las comunidades y pueblos indígenas ser consultadas en casos en los que se vean afectados por algún tipo de actividad administrativa o legislativa, mediante procedimientos adecuados y conforme a sus instituciones representativas. Esto implica que quienes son titulares de estos derechos establezcan debidamente las formas con las cuales procede la consulta indígena, pues de lo contrario se vulneran principios importantísimos, como son los contenidos en los estándares internacionales, entre ellos el de ser de manera previa, libre e informada consultados, así como el que dicha consulta deba realizarse de buena fe y encaminada a hallar el consentimiento de los pueblos.
En este sentido, la misión observa que estos principios se han
vulnerado de nueva cuenta en las reuniones recientes entre
representantes de las comunidades y las autoridades responsables.
Durante el desarrollo de éstas se identificó en efecto la presencia de
grupos ajenos a las comunidades convocadas para la consulta, e incluso
se presume que estos grupos –entre los que se cuenta una centena de
menonitas, así como representantes de comunidades mayas y mestizas de
otros municipios no sujetos a ser consultados– fueron manipulados por
empresas y autoridades con la intención de presionar a las comunidades
para que aceptaran los términos de la consulta y se avanzara en la
realización de la misma, atropellando de ese modo su derecho a una
consulta libre e informada.
El principio de buena fe se vio en efecto también claramente
disminuido con la actitud omisa de las autoridades ante la presencia en
esas reuniones de personas asociadas con las empresas involucradas,
permitiendo además que grupos ajenos generaran un clima hostil y de
desconfianza e insultos contra los representantes de las comunidades
sujetas a consulta. Las autoridades dividieron igualmente en dos grupos a
las comunidades consultadas, y por tanto no se generó un clima de
confianza mutua en este proceso. La narración que la misión hace de
estos lamentables sucesos durante la realización de esta consulta –que
se puede revisar con detalle en la página de Internet
consultaindigenamaya.org– demuestra que por sus omisiones o
complicidades, las autoridades encargadas, incluida la Comisión Nacional
de Derechos Humanos, que fungió como garante del proceso, están
quedando lejos de realizar esta consulta conforme a estándares
internacionales.
Es lamentable además que estas autoridades no cumplan cabalmente la
resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que, como
sabemos, ordenó la realización de esta consulta. Un asunto además que,
como ha sucedido con otros procesos de consulta indígena, se ha
convertido en un tema de interés nacional debido a su relevancia para la
protección y garantía de los derechos humanos de grupos como los
pueblos y comunidades indígenas, que en este país han visto en las
recientes décadas vulnerados su dignidad y sus derechos en razón de una
concepción de desarrollo basada en la explotación de los bienes
naturales y la extracción desmedida de recursos naturales y energéticos.
A eso tendríamos que sumar ahora lo relacionado con un modelo de
agricultura extractivista a gran escala, basada en el monocultivo y el
uso peligroso de los organismos genéticamente modificados.
Para la realización de la consulta se requiere de la buena fe de las
autoridades y que se apeguen a derecho, tomando en cuenta, lo cual es
irrenunciable, la opinión de las comunidades consultadas. De lo
contrario el espíritu y el proceso de la consulta indígena queda
anulado. El Estado debe garantizar a las comunidades mayas consultadas
seguridad, respeto y un ambiente en el que estén libres de toda
hostilidad o cooptación por parte de terceros.
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