La curva de solidaridad cae rápidamente y las exigencias se reducen a
los directamente afectados. De no ser por ellos, lo que hay de
rendición de cuentas prácticamente no existiría porque el Ejecutivo y el
Legislativo de la capital se cubrieron uno al otro para que la sociedad
no sepa bien a bien qué ha pasado con los millonarios recursos de la
reconstrucción.
Si algo ha definido a esta reconstrucción ha sido la ausencia de
control social, la información parcial y una deliberada opacidad.
Pasado un año, aún no sabemos cuántos, quiénes y en dónde están los
afectados. Igual que con las víctimas de la violencia en el país.
Conocemos solo números y parciales.
El principal responsable tiene nombre y apellido, José Ramón Amieva,
el actual jefe de Gobierno, quien como secretario de Desarrollo Social
tenía la responsabilidad del principal censo: el de la identificación de
los damnificados y sus condiciones socioeconómicas.
A falta de esa información, hay otros datos oficiales según los
cuales la Ciudad de México envejece. Sus habitantes, sus casas y su
infraestructura.
Si bien hay una explosión inmobiliaria, a costa misma de la ciudad,
desconocemos las condiciones de seguridad de cientos de miles de
inmuebles que fueron construidos con las reglas anteriores al sismo de
1985.
Prácticamente todos los edificios afectados actuales son los que se construyeron antes de ese año.
Ahora, las nuevas reglas de construcción en la ciudad están diseñadas
para un sismo de 8.3 grados proveniente de la placa de Cocos. El de
1985 fue de 8.1 grados.
Para saber cuántas personas fueron afectadas en el sismo del año
pasado, una referencia es que 27 mil familias recibieron ayuda de renta.
Con la estimación de cuatro miembros por vivienda, unas 108 mil
personas habrían sido afectadas. Esa ayuda permitió saber que el 75% de
esas familias tiene ingresos menores a los 13 mil 500 pesos.
Según las cifras oficiales conocidas hasta ahora, seis de cada diez
de los damnificados tienen más de 50 años. Hay una razón: En 1985, la
edad promedio de los capitalinos era de 21 años. En 2017, de 32 años.
No sabemos cuántos lo perdieron todo. Pero las cifras de la Comisión
Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de los Servicios
Financieros (Condusef), dan una idea: en la ciudad hay dos millones 453
mil 770 inmuebles. De ellos, solo 120 mil tiene créditos hipotecarios
con seguros y 187 mil 244 con seguro privado. Es decir, solo el 13% de
los inmuebles está asegurado contra daños.
Es fácil suponer que la gran mayoría de los inmuebles anteriores a
1985 no están asegurados. El gobierno de la Ciudad de México ha cifrado
hasta en 20 mil los inmuebles dañados hace un año.
Estimaciones de la organización no gubernamental Nosotrxs, con base
en datos oficiales y visitas de campo, indican que casi la mitad de los
edificios que deben ser demolidos siguen ahí, amenazantes. Además, unas
ocho mil personas habitan construcciones que tuvieron serios daños. En
caso de derrumbe, el número de víctimas seria casi diez veces más que
las más de dos mil registradas hace un año.
Las pérdidas económicas de la Ciudad han sido cuantiosas. Tan solo de
negocios, al primer semestre del temblor, se habían perdido mil
millones de pesos en dos mil 573 negocios afectados. Las tres zonas con
más pérdidas para los negocios fueron Juárez, Roma Norte y Parque San
Andrés, con el 43% de las afectaciones económicas.
Estos son apenas rasgos de una ciudad que está lejos aún de amortiguar
los daños de la catástrofe. Más todavía, de lo que tiene que hacer para
enfrentar la próxima.
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