Aquel sueño de que México estaba
a un tris de ser potencia industrial se transformó en pesadilla a
partir de la entrada en vigor del extinto TLCAN, cuando muchas de las
empresas pertenecientes a ese ramo productivo reventaron o, en el mejor
de los casos, se convirtieron en representantes de marcas
internacionales o en meras importadoras de productos foráneos.
Desde entonces se incrementa sostenidamente el índice de mortalidad
de empresas industriales y en no pocas ocasiones las sobrevivientes
requieren importaciones crecientes para poder terminar el producto que,
eventualmente, exportarán. Y a estas alturas la dependencia del exterior
(léase Estados Unidos) alcanza niveles preocupantes, mientras la
industria nacional reporta un elevado grado de inanición.
Durante más de tres décadas el gobierno neoliberal (con sus seis
caretas: de Miguel de la Madrid a Peña Nieto) ha sostenido que la mejor
política industrial es aquella que no existe, y las consecuencias están a
la vista. Por ello, una de las prioridades de la próxima administración
debe ser la reactivación, por no decir la reinvención, de la industria
nacional, otrora generadora de valor agregado, empleo formal y riqueza
para el país.
En vía de mientras, el Centro de Investigación en Economía y Negocios
(CIEN) del Tecnológico de Monterrey, campus estado de México, advierte
que
la evolución de la actividad industrial de nuestro país a lo largo del año en curso no ha sido favorable. Si bien su tasa de crecimiento ha sido superior en comparación con la observada en 2017, su magnitud es apenas marginal como resultado de una desaceleración en las manufacturas.
En su más reciente análisis, del que se toman los siguientes pasajes,
el CIEN detalla que en los primeros ocho meses de 2018 la industria
mexicana registró un aumento de 0.4 por ciento en comparación
con el mismo periodo del año pasado, cifra que contrasta con la
disminución de 0.4 por ciento registrada durante el mismo lapso de 2017.
La evolución de la actividad industrial total no pudo alcanzar una
tasa de crecimiento más elevada, ya que aun cuando las manufactures
mostraron un crecimiento de 1.8 por ciento, éste fue menos vigoroso en
comparación con el alcanzado en 2017 (3.4). La desaceleración en las
manufacturas no obedece a un problema en el sector externo.
Varias empresas manufactureras han disminuido su producción, de
manera que para satisfacer la demanda internacional de sus productos han
utilizado sus inventarios.Particularmente, de los 21 subsectores que
conforman el subsector en nuestro país, 12 presentaron menor ritmo de
crecimiento en los primeros ocho meses de 2018 en comparación con el
mismo periodo del año pasado o su tasa de variación resultó negativa. En
conjunto, dichos subsectores aportan poco más de 55 por ciento al total
de las manufacturas, de ahí la desaceleración observada.
Sin duda la situación más crítica se presenta en la fabricación de
derivados del petróleo y del carbón, que el año pasado exhibía una
pérdida acumulada de 15.6 por ciento y en 2018 fue de 21.6. Un
comportamiento similar ocurrió con la industria química,que en 2017
reportó una tasa negativa de 0.5 por ciento y en 2018 la pérdida aumentó
a 1.2.
La evolución de las industrias manufactureras seguirá afectada por el
incremento de las tarifas eléctricas y los precios de las gasolinas.
Las rebanadas del pastel
De forma por demás dramática, la caravana migrante rompió
el cerco policiaco e ingresó a territorio nacional, y ante la pregunta
de algunos sorprendidos (
¿qué hace en México?) la respuesta es sencilla: huyen de la violencia y la miseria (dos de cada tres hondureños son pobres), mientras la oligarquía de aquel país (no más de 12 familias) concentra la riqueza, el ingreso y el poder político, lo que genera violencia. Entonces, cualquier parecido con la realidad mexicana ni de lejos es coincidencia.
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