Continúan caminata hacia el norte
Después
de 800 km de mal comer y dormir, de caminatas largas en temperaturas
infernales y de continuo estrés, el cansancio se ha convertido en
enfermedad de los centroamericanos que caminan hacia el norte. En los
niños, la enfermedad se nota de inmediato. Son decenas los que duermen
con poca ropa y telas mojadas en la frente para aliviar los llantos
febriles.
Durante la caminata, poco antes de llegar a Mapastepec, una mujer se
acercó a una ambulancia con su niño de 8 meses en brazos porque no
paraba de llorar, los paramédicos le quitaron inmediatamente la ropa, le
dieron suero para enfriar su cuerpo y le cambiaron el pañal. Estaba muy
deshidratado y rozado. Pero era sólo uno de los 2 mil 500 niños que van
en la Caravana Migrante, en su carrera por llegar a Estados Unidos.
Para refrescarse, la gente se metió al río San Nicolás, cercano al
pueblo, donde muchos aprovecharon para lavar ropa. Pero empezó a llover,
primero como una brisa que refrescó el ambiente sofocante y luego se
cayó el cielo.
El aguacero cayó durante más de dos horas. Las calles se inundaron y
en cuestión de minutos, cientos de refugios construidos con cartón y
bolsas de plástico donde pasarían la noche quedaron destruidos.
Es la onceaba noche de un viaje que parece interminable. En el portón
de una cafetería del centro del pueblo se resguarda de la lluvia una
mujer joven con dos niños. El más pequeño, que no pasa de los tres años,
viste solo unos calzones de tela y está cubierto por un suéter. Arde en
fiebre.
Horas antes, cuando la caravana del éxodo centroamericano acababa de
llegar, el mismo niño y la misma madre jugaban en la calle: con una
botella de plástico, ella le echaba chorritos de agua en la cabeza y él,
animado, brincaba sobre un charco. El niño tenía fiebre desde
entonces. En su momento un médico lo revisó y le recetó medicamentos;
pero el niño no mejoró. El cansancio no se cura con medicinas.
Para algunos el viaje se hizo imposible. Las autoridades mexicanas
han apostado al desgaste y a la dispersión para poder regresarlos en
momentos de mayor vulnerabilidad. Por la noche se supo que 134 personas
fueron trasladadas en autobuses turísticos de regreso a la frontera.
Los lugares a donde ha llegado la caravana no parecen estar
preparados para recibir el éxodo de miles de personas. Y si están
listos, no son suficientes. La primera noche que pasaron en el pequeño
poblado de Huixtla, su tercera noche en territorio mexicano, la estancia
fue desastrosa: no había baños o lugares para dormir que no fueran la
banqueta. Había poco acceso a agua y por más de un día las personas
refugiadas y sus niños no comieron otra cosa más que pan.
En Mapastepec, desde la noche previa se rumoraba que sería diferente,
que la comunidad se había organizado y que el municipio estaba
preparándose para su llegada. Lo que no previeron fue que un chubasco
pondría de cabeza las cosas.
El Ayuntamiento habilitó varios salones de usos múltiples pero fue
necesario acondicionar el patio de una iglesia y las instalaciones de
una escuela primaria como albergues para mujeres y niños, además de
lonas, atención médica y lugares para bañarse. También se instalaron un
par de baños públicos, carpas pequeñas y la gente construyó pequeños
refugios para resguardarse del quemante sol.
Mapastepec brillaba para ser un buen día para, por fin, descansar.
Probablemente habría sido el día más digno si no hubiera llegado el
agua. Las techumbres y lonas se derrumbaron y la gente quedó hacinada en
la explanada del Ayuntamiento.
El niño que fue medicado para apagarle la fiebre ahora está modorro
en los brazos de su mamá. ¿Dónde va a dormir hoy? “Pues aquí parada con
mis niños porque todo se lo llevó la lluvia”.
Este jueves, los que aún puedan andar saldrán a las 4 de la mañana
para evitar el sol y el calor. En México la caravana migrante ha
recorrido menos de 100 kilómetros. Para llegar a Estados Unidos faltan
más de 2 mil.
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