El sexenio peñanietista
cerrará con una medalla que presume de oro, pero que en los hechos solo
es de oropel. Tal galardón es el del registro de cerca de 4 millones de
empleos formales a lo largo de la administración, los cuales, dicho sea
de paso, son responsabilidad del sector privado.
Cuatro millones de plazas en la economía formal no es cualquier cosa y
superan, por mucho, a las registradas durante el gobierno calderonista.
Son abundantes (aunque insuficientes para atender la demanda real),
pero al mismo tiempo resultan precarias, especialmente en materia
salarial, de tal suerte que la calidad fue sacrificada para dar mayor
importancia a la cantidad y así presumir el oro(pel).
Ayer el Inegi informó que en septiembre la tasa oficial de
desocupación fue de 3.3 por ciento de la población económicamente
activa, la misma proporción que en el mes previo e igual a la reportada
un año atrás. La tasa de informalidad laboral fue de 56.8 por ciento,
superior a la reportada en agosto pasado, e inferior, por así decirlo,
en 0.4 puntos respecto a igual mes de 2017.
Cuatro millones, pero ¿cuál es la realidad laboral en el país? El
Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico
ofrece un paseo temático. Va, pues.
La brecha entre el número de personas que gana más de 10 salarios
mínimos (solamente 0.9 por ciento de la población ocupada) respecto a
las que reciben hasta dos (42 por ciento de la población ocupada) es el
verdadero muro contra la equidad.
Al terminar 2017, menos de 480 mil personas ocupadas tuvieron
ingresos que superaron 10 salarios mínimos de ingreso contra 22.1
millones de ocupados que cuando mucho recibieron dos. Además, se deben
considerar 3.4 millones de mexicanos ocupados que no reciben ingreso.
Si una familia tiene cuatro integrantes, en promedio, se aprecia la
implicación negativa directa: los beneficios de un buen ingreso llegan a
pocas personas, particularmente en un entorno laboral en donde se
reduce el número de plazas que pagan más de tres salarios mínimos.
Entre el último trimestre del 2012 y el correspondiente del 2017 la
ocupación y empleo que paga entre tres y cinco salarios mínimos
disminuyó en 713 mil plazas. En el mismo periodo, la ocupación y empleo
que pagan más de cinco salarios mínimos se contrajo en 1.49 millones. En
conjunto ambas cifras muestran que, si se considera el número de
jóvenes que se sumó al mercado laboral, más mexicanos se disputan menos
oportunidades.
En consecuencia, se debe plantear que el verdadero problema de
inequidad y pobreza es atribuible a la precariedad del ingreso laboral,
que a su vez es resultado del entorno adverso que enfrenta la mayor
parte de las empresas en México: inseguridad, corrupción, altos costos
de energéticos y combustibles, falta de financiamiento e importación
ilegal de productos, entre otros.
Hay un hecho que no se puede soslayar: la disminución en la tasa de
desocupación se ha logrado al mismo tiempo que se reduce la ocupación
mejor remunerada. El sexenio está por finalizar y el resultado que
refleja el mercado laboral es de 3.6 millones de nuevos empleos (hasta
abril de 2018, 57 por ciento mayor a lo realizado en el periodo
2006-2012), dato relevante por su naturaleza, en especial por los
colaterales positivos que causa a la sociedad; no obstante, este avance
tiene elementos negativos.
Cuando se considera a quienes lograron ganar más de 5 salarios
mínimos, el porcentaje es de solo 4.6 por ciento de la población
ocupada, cifra que contempla a 0.9 por ciento que recibió 10 o más
salarios mínimos.
Las rebanadas del pastel
De qué tamaño será el jugosísimo negocio del Nuevo
Aeropuerto Internacional de México, que los medios andan como perros en
busca de las croquetas que les tiren los magnates involucrados en la
megaobra. Casi todos están con la mano estirada y moviendo la cola… Y el
dólar a 19.85 pesitos (Banamex).
Twitter: @cafevega
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