Caravana de madres de personas desaparecidas se solidariza con migrantes
El
camino hasta la frontera con México fue largo. Varias de las mujeres
que forman la XIV Caravana de Madres de Migrantes en búsqueda de sus
Desaparecidos cruzaron por tierra varios países para llegar hasta la
garita de Talismán, a 15 kilómetros de Tapachula, y el proceso
migratorio se extendió por más de tres horas, lo que terminó de
agotarlas.
Por eso, cuando el camión con el que recorrerán medio país durante
las próximas semanas, entraba por las calles de Huixtla, la mitad de las
mujeres iba más dormida que despierta.
Sin embargo, la escena que vieron desde sus ventanas las despertó de
un jalón: eran miles de personas abarrotadas en las calles, cientos de
niños durmiendo sobre cartones y cobijas, empapados por el aguacero de
la tarde, mujeres y hombres descalzos, cojeando sobre el piso sucio. Una
de las crisis humanitarias más grandes que se han registrado en la
frontera sur.
Las mujeres se quebraron. Por unos minutos, dentro del camión se
discutió si tal vez sería mejor que las mujeres no bajaran. “¿Que le
puedo yo decir a estas personas?”, dijo una mujer en voz baja.
Uno de los coordinadores de la caravana les dijo que podrían compartir un mensaje de solidaridad, acompañarse unos a otros.
Eso fue suficiente. La primera en bajar fue recibida con el abrazo de
un joven hondureño, detrás de ella salieron, apresuradas, las demás.
“¡Trae la bandera!”, gritó una.
En medio de música de mariachi, las mujeres subieron al templete de
la plaza principal de Huixtla y dieron su mensaje solidario para los que
han recorrido más de 800 kilómetros en 10 días.
“Hoy venimos aquí a decirles que no están solos, que no estamos solos
y que este viaje que están haciendo es por la esperanza de vivir
mejor”, dijo una mujer hondureña entre lágrimas. La plaza explotó en
gritos y aplausos. Momentos después la multitud comenzó a cantar el
himno nacional de Honduras.
Año con año, la caravana de madres de migrantes desaparecidos en
México recorre el país en busca de datos que les ayuden a encontrar a
sus ausentes. Así lo han hecho durante 14 años y en esta ocasión, buscan
visibilizar la obligación de los gobiernos de garantizar la identidad
de miles de migrantes desaparecidos.
Este año, la caravana recorrerá 12 estados del país en una ruta que
se extenderá por más de 4 mil kilómetros y hará una pausa en la Ciudad
de México para formar parte de la Cumbre Mundial de Madres de Migrantes
Desaparecidos.
Dentro del grupo viene Rosa Isela Jiménez, originaria de El Salvador,
quien busca a su hijo, Roberto Adonay Bardales Jiménez, un joven alto,
con piel morena, cara regordeta y ojos grandes de niño.
“Cuando me lo desparecieron tenía 14 años, hoy tendría 20”, cuenta.
La mujer perdió rastro de él en Reynosa, cuando iba de camino hacia
Los Ángeles bajo la protección de un coyote. Ahí se reuniría con ella y
su esposo después de 10 años de separación. Pocos meses antes el mismo
coyote había cruzado exitosamente a la hija mayor de la familia por lo
que les parecía una persona de confianza. Cuando la fecha aproximada de
llegada de Roberto pasó, la familia, preocupada, contactó al coyote y
este les dijo que el niño había sido detenido por la migra en el
desierto. Entonces comenzó el viacrucis de la búsqueda.
Con los años, y su propio proceso de investigación Rosa sabe con
certeza que su hijo nunca fue detenido por la patrulla fronteriza, que
el coyote mintió. Pero eso es todo. El rastro de su hijo desapareció en
alguna parte del desierto.
La caravana de madres significa realizar un viaje sumamente
desgastante emocional y físicamente y que llegará hasta el lugar donde
su hijo fue visto por última vez. Pero Rosa contesta que no importa.
“Él es mi hijo, lo que quiero es que todos vean su cara y que sepan que su madre lo busca”.
Arriba en el templete de la diminuta plaza central de Huixtla, un
predicador evangélico pide a la multitud hacer una oración por las
madres que buscan a sus hijos. Ellas, entre llanto y abrazos se suman a
las oraciones. Algunos prenden velas y se reza con los ojos cerrados y
las manos extendidas al cielo.
La caravana de madres se despide así, entre un sentimiento de
comunidad. Alguien le pregunta a una de las mujeres de la caravana qué
mensaje le puede dar a miles de personas que caminan por la región con
la esperanza de llegar a Estados Unidos.
Ella contesta: “Yo no les puedo decir que se regresen. Cómo lo hago
si allá, en casa, no hay nada, solo muertos. Lo único que les puedo
decir es que no dejen a sus familiares, que les llamen para avisarles
que están bien. Eso es todo, porque cuando se van nosotros sufrimos
doble, por nosotros y por ellos”.
Poco después de las 9 de la noche, cuando las madres de migrantes
desaparecidos ya se habían retirado, una brigada del gobierno estatal
llegó a fumigar el lugar en el que las personas migrantes descansaban.
Los brigadistas dijeron que era para evitar contagios de dengue y
enfermedades transmitidas por los moscos. Hasta el cierre de esta
edición, ninguna autoridad había respondido a los cuestionamientos sobre
esta acción, que se realizó sin ningún protocolo ni con previo aviso.
El éxodo migrante continúa su paso mañana por la mañana, después de
un día de descanso. Su próxima parada es Mapastepec, la distancia más
grande a la que se han enfrentado hasta ahora, poco más de 70 km.
Fotografía por: Ximena Natera
Por: Por Ximena Natera
Cimacnoticias/ChiapasParalelo) | Tuxtla, Gutiérrez, Chis, .-
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