Prostitución & Patriarcado
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Análisis feminista sobre la prostitución teniendo en cuenta la influencia de estructura social patriarcal y la capitalista en su origen y desarrollo. |
El
registro del sindicato OTRAS (Organización de Trabajadoras Sexuales,
Estado español), ha hecho emerger el debate, siempre latente, sobre la
prostitución, un debate que abarca muchos aspectos.
En
este artículo intento reflexionar sobre qué significa analizar la
prostitución como una de las instituciones del patriarcado capitalista o
capitalismo patriarcal (con otros ejes de opresión: origen nacional,
etnia, orientación sexual... que no incluiré en el análisis), qué
debilidades encuentro en los discursos abolicionistas y qué mínimos
habría que tener en cuenta para evitarlas.
Hay
otros aspectos que son imprescindibles, aunque no son el objeto de este
texto: qué papel tiene la prostitución en la opresión patriarcal, tema
para el que recomiendo el plural de viento sur "Prostitución: miradas
feministas", coordinado por Justa Montero y Begoña Zabala en 2006; qué
teorías sobre el sexo son la base de diferentes enfoques de la
prostitución, para lo que recomiendo La construcción sexual de la
realidad, de Raquel Osborne, que trata el debate sobre pornografía en EE
UU. Tampoco voy a entrar aquí en si se debe, ética y políticamente,
defender la igualdad y el feminismo quitando derechos a un sector de
mujeres, asunto que traté en Sindicación de las trabajadoras sexuales,
publicado en viento sur. Como el objeto de este texto no es tratar de si
la prostitución debe abolirse, sino plantear algunas cuestiones que,
aun si fueran correctas las ideas centrales abolicionistas, deberían
tenerse en cuenta, puede parecer que doy por bueno el objetivo
abolicionista, aunque no sea así.
He
elegido esta perspectiva, porque los textos abolicionistas que he leído
las últimas semanas me parece que tratan la prostitución como si no
tuviera lugar en un sistema social determinado. Incluso autoras que
afirman situar la prostitución en el patriarcado capitalista, no
aprovechan la potencia de analizarla de este modo, y por tanto falta el
análisis riguroso necesario para elaborar propuestas políticas acertadas
(insisto, incluso para los objetivos que declaran perseguir). Puede ser
existan análisis así y que no los conozca. En ese caso querría que este
artículo sirviera para iniciar un debate con ellos.
Entiendo
por prostitución la que se ejerce voluntariamente (con los matices a la
voluntariedad en el capitalismo que hacía en ¿Cómo hemos de
enfrentarnos a las instituciones patriarcales?). La prostitución forzada
necesita una prevención y una intervención específicas y todas estamos
de acuerdo en que hay que acabar con ella, lo que requiere análisis
correctos y políticas y recursos específicos.
El capitalismo es uno y lo sufrimos la mayoría de las mujeres
En
los discursos abolicionistas parece que la prostitución tiene lugar en
una burbuja, de manera que no tiene nada que ver el capitalismo en la
prostitución con el capitalismo en general. Hay conceptos que son
fundamentales en el análisis del capitalismo y que están ausentes en los
textos sobre la prostitución. Otros, cuando se aplican a la
prostitución tienen significados completamente diferentes a los que
tienen en cualquier ámbito y que no son aplicables fuera de ella.
Situar
la prostitución en el capitalismo no es usar términos como
mercantilización o neoliberalismo. Es hacer un análisis coherente en el
que apliquemos a la prostitución las herramientas conceptuales que se
utilizan para analizar el capitalismo.
1. Clase
Tener
en cuenta que vivimos en una sociedad organizada en clases sociales, no
es condición suficiente para un buen análisis, pero sí es condición
necesaria. Por eso es importante preguntarse a qué clase pertenecen las
mujeres que ejercen la prostitución. Creo que la respuesta no puede ser
otra que a la clase trabajadora. Y pertenecen a esa clase mientras no
pasen a otra, tanto cuando trabajan de camareras o limpiadoras, como
cuando lo hacen en la industria del sexo o cuando están paradas. No van
-no vamos- cambiando de clase con cada cambio de actividad. Ni siquiera
dejamos de ser de la misma clase cuando nos jubilamos y pasamos a ser
pensionistas.
No podemos darles o negarles el permiso para formar parte de la clase obrera. Lo son, como lo somos la mayoría de las mujeres.
2. Trabajo
Para
el abolicionismo es central que la prostitución no sea considerada un
trabajo. Tanto como para evitarlo por cualquier medio, incluido impedir
la formación de sindicatos. Pero, ¿cómo es el trabajo en el capitalismo
para la mayoría de la gente?
· No es algo que hacemos para nuestro desarrollo personal sino para ganarnos la vida.
·
No elegimos libremente qué queremos hacer y cómo lo queremos hacer,
dependemos del mercado de trabajo (que ahora está de rebajas).
·
De lo que los clientes pagan por nuestro trabajo, los empresarios se
quedan una gran parte. De hecho, se da por supuesto que si no tuvieran
beneficios no nos tendrían trabajando para ellos.
·
Para soportar el trabajo asalariado, muchas veces es necesario
drogarse, con drogas ilegales o con otras legales y prescritas, como muy
bien nos han explicado las Kellys.
·
Hay trabajo en lo que da beneficios, tanto si es necesario como si es
superfluo o incluso perjudicial. Por eso se siguen produciendo armas o
kilómetros de AVE. Por eso hay trabajos que consisten en llamarnos para
que nos cambiemos de compañía de teléfono. Que algo sea un trabajo no
quiere decir que el resultado sea bueno, ni desde luego que deba existir
en la sociedad que deseamos. Es más, es urgente una transición
ecológica, lo que supone acabar con muchos trabajos que ahora se hacen y
crear otros nuevos.
·
El trabajo asalariado, con una patronal, es una forma de trabajo
característica del capitalismo, pero no la única. Mucha gente que no
tiene patronal, sin duda trabaja, desde arquitectas a personas que
recogen chatarra. Otra trabaja para patrones que no forman una patronal
organizada, como las empleadas de hogar. Más aún, que se considere que
una patronal no deba existir no va cambiar el hecho de que algo sea
trabajo.
·
En un mercado laboral con fuerte segregación horizontal por género,
muchos trabajos feminizados reproducen el imaginario patriarcal, desde
maestra o enfermera a azafata de congresos o limpiadora.
·
La patronal, casi por definición no es buena. La patronal busca su
beneficio, sea fabricando armas o desahuciando a 700.000 familias.
También casi por definición, los intereses de la patronal y los de las y
los trabajadores son más opuestos que comunes.
¿Que
todo esto ya lo sabemos de sobra? Cierto, pero prueben a encontrar en
los textos abolicionistas alguna señal de que lo saben sus autoras.
Tanto es así que Irantzu Varela tuvo que recordarlo, diciendo, entre
otras cosas:
"En
el mundo en el que yo quiero vivir, las mujeres no hacen por dinero
cosas que no harían gratis. Pero eso se llama trabajo asalariado."
Una
buena muestra es el artículo de Rosa Cobo "Por qué la prostitución no
es un trabajo". Trabajo tiene varios significados en las ciencias
sociales y políticas, pero ella parece proponer un significado nuevo
según el cual solo es trabajo aquello que creemos que debe ser trabajo.
Todo el artículo se basa en una confusión entre lo que es trabajo, algo
objetivo, y lo que es socialmente deseable que lo sea. Precisamente pone
dos ejemplos que muestran esta confusión: el trabajo infantil y el
trabajo esclavo. Los dos son trabajo, evidentemente. De hecho les
estamos llamando trabajo infantil y trabajo esclavo. Esos son ejemplos
de trabajo que no debería existir. Por cierto, ni siquiera son buenos
ejemplos para argumentar que la vía no es la sindicación. En los dos
casos, la autoorganización, de ser posible, daría magníficos resultados.
Este
concepto de trabajo no se sostiene en el mundo real: decir que no es
trabajo lo que no debería serlo, llevaría a privar de derechos laborales
a grandes sectores de trabajadoras y trabajadores, que realizan
actividades con resultados inútiles, insostenibles ecológicamente... o
sin contrato, sin respetar el convenio... Todos esos, ya no serían
trabajo. Pero claro, en la vida real sabemos que no sirve con dar a las
palabras el significado que queramos, la realidad es terca
Según
el concepto general de trabajo que utilizamos en la acción política, el
que nos permite organizarnos -el trabajo como una actividad que nos
proporciona ingresos que necesitamos para vivir- la prostitución es un
trabajo (independientemente que lo deba ser o no). Este es el
significado que importa para reconocerlas como trabajadoras, como somos
la mayoría.
3. Mercado laboral
La
gente que no tenemos medios de vida por nuestro origen de clase,
tenemos que ir al mercado laboral. Valoramos nuestras opciones y en
función de eso y de nuestras necesidades, tomamos la que nos parece la
mejor opción, en la mayoría de los casos una opción entre mala y muy
mala. En cambio, en el discurso abolicionista, las mujeres que ejercen
la prostitución se mueven por otras razones: están forzadas, alienadas,
no tienen capacidad de saber lo que les conviene...
Cuando
las mujeres optan por la prostitución o cuando prefieren quedarse en
ella a las alternativas que se les pueden ofrecer -incluso con buenas
políticas, como las de Nueva Zelanda, que son excepcionales, solo un 10%
dejó la prostitución-, en lugar de verlas como seres racionales -una
mujer dice en El Salto que su tarifa horaria es más de dieciocho veces
lo que ganaba sirviendo palomitas en el cine- , se elabora una
interpretación ajena a cualquier ciencia social, no comprobable, y que
no se puede aplicar fuera de la prostitución. Esta supuesta y nunca
comprobada diferencia sirve de justificación para despojarlas de sus
derechos políticos, excluyéndolas como interlocutoras en cualquier
asunto que les afecte. El resto somos sujetos políticos, ellas no.
Por
el contrario, si miramos como funciona la realidad, seguramente nos
daremos cuenta de si se quiere reducir o acabar con el flujo de mujeres a
la prostitución habría que escuchar a Johanna Brenner, histórica
feminista socialista, que dice en La venta de servicios sexuales:
"Es
importante, por tanto, que las feministas que se preocupan por las
prostitutas se unan a las mujeres de todo el mundo que luchan por la
reforma agraria, por cambios en las leyes de la familia, por los
derechos laborales, por el fin de la austeridad, por el aumento
salarial, para que el valor del trabajo de cuidados sea reconocido, por
acabar con la pobreza."
En
caso contrario, lo que ocurre es lo que denuncia el Movimiento de Apoyo
y Resistencia de las Trabajadoras Sexuales (SWARM, por sus siglas en
inglés):
“Sabemos
de primera mano que la pobreza es un factor importante por el que la
gente vende sexo. En cualquier caso, no podemos entender por qué
criminalizar la fuente de ingresos de la gente que vende sexo se
presenta como una ’solución’ a la coerción económica de la pobreza. Si
los candidatos son conscientes de que la pobreza le niega sus elecciones
a las personas, nosotras sugerimos que una solución real sería aplacar
la pobreza, no criminalizar lo que a menudo es el último recurso que
tiene la gente para sobrevivir a ella”
Para
hacer políticas eficaces es necesario conocer la realidad de por qué
las mujeres se dedican a la prostitución. No se puede basar la política
en afirmaciones sin fundamento como que la principal causa de que las
mujeres fluyan a la prostitución es la trata.
Por
otra parte, no se puede excluir a las trabajadoras sexuales como sujeto
político basándose en afirmaciones sin fundamento empírico como que sus
decisiones responden a motivaciones radicalmente diferentes a las que
guían al resto de trabajadoras y trabajadores. ¿No estará más bien la
diferencia en las circunstancias en que toman decisiones quienes
elaboran los discursos abolicionistas y en las que lo hacen quienes
optan por la prostitución? Algo que no puede ser motivo de
inhabilitación política.
4. Esclavitud
El
término esclavitud, a diferencia de trabajo, no tiene muchos
significados literales (aunque lo podemos emplear de forma no literal y
decir que nuestro jefe o nuestros hijos nos tienen esclavizadas). La
esclavitud como sistema, con respaldo legal, se mantuvo en Europa hasta
entrado el siglo XIX, coexistiendo con el trabajo asalariado, que tenía
lugar también en condiciones terribles. Sin embargo la diferencia entre
proletario y esclavo era fácil de detectar: el segundo no era libre para
alquilarse en el mercado de trabajo. Actualmente este sigue siendo un
criterio sencillo para diferenciar la explotación -que padecemos todas
las asalariadas- de la esclavitud, que padecen algunas personas. Por eso
no se habló de esclavitud en las temporeras de la fresa, que padecían
unas condiciones terribles, pero que podían abandonar las fincas, tal
como hicieron.
En
el discurso abolicionista toda la prostitución es esclavitud -por eso
no puede ser trabajo-. Pero aquí esclavitud tiene otro significado: una
trabajadora sexual es esclava, tanto si la tienen coaccionada a no salir
de un prostíbulo como si ella busca donde va a ejercer de manera que
gane más y tenga mejores condiciones.
El
mensaje que lanza este discurso es terrible: si todas las prostitutas
son esclavas, ¿qué más da que sus amos los proxenetas les retiren el
pasaporte o las amenacen e incluso agredan? En todo caso es un detalle
dentro de la esclavitud. Como que un amo pegue o no a sus esclavos: no
cambia lo fundamental. Lo que constituye la esclavitud en cualquier otro
contexto, y que es fundamental para la vida de las trabajadoras
sexuales, pasa a ser secundario.
En
la práctica, este discurso hace que los recursos no se centren en
ayudar a las que realmente están coaccionadas, y por tanto no permite
políticas eficaces contra la trata. Un periodista cuenta que ayudó, con
muchas dificultades, a una mujer víctima de trata a salir de esa
situación. Tras ser liberada, a mujer fue deportada a Brasil. Poco
después había vuelto y estaba otra vez en situación de trata: para
volver a ejercer la prostitución en Galicia, que era lo que quería
hacer, tuvo que volver a recurrir a una red de tráfico, y empezar de
cero a pagar con trabajo sexual una deuda infladísima. Para un
particular la acción de ayudarla a salir fue correcta y encomiable. Las
personas nos debemos guiar por la ética. Un gobierno, además de guiarse
por la ética, que es imprescindible, tiene que hacer políticas eficaces.
Y para eso debe conocer la realidad.
El
concepto de esclavitud que se aplica a la prostitución no se sostiene
en el resto del capitalismo. En mi ciudad hay muchos talleres
-"clandestinos" en el lenguaje habitual- en que se fabrican elementos
del calzado en la economía sumergida, sin contrato, en condiciones
penosas, jornadas larguísimas... En algunas ocasiones se han encontrado
talleres en que había personas retenidas a las que se les había retirado
la documentación. Se trató como trabajo esclavo y se tomaron
determinadas medidas. A pesar de que la actividad y las condiciones de
trabajo fueran muy similares al resto de talleres, a nadie se le ocurrió
resolver el problema de los talleres clandestinos con las mismas
medidas aplicadas a esos talleres. No se pueden hacer políticas
laborales confundiendo esclavitud y explotación, no funcionan. Con la
esclavitud se puede y se debe acabar en el capitalismo. Con la
explotación, yo desde luego creo que también debemos acabar, pero acabar
con ella es acabar con el capitalismo.
En
la prestación de servicios sexuales puede haber explotación y
esclavitud. Es imprescindible saber distinguirlas para hacer políticas
adecuadas a cada situación.
El patriarcado nos oprime a todas
Los
discursos abolicionistas no solo presentan la prostitución como si se
diera en una burbuja respecto al capitalismo, también la presentan
aislada del resto del patriarcado, el que nos oprime al resto de
mujeres.
1. Opresión, desigualdad, violencia
Los
discursos abolicionistas feministas mencionan a menudo la relación de
la prostitución con el patriarcado, sin embargo no aprovechan en sus
análisis la potencia de esta constatación. Al tratar de la prostitución
utilizan conceptos diferentes o con un significado diferente al que se
aplica al resto del patriarcado. Por ejemplo, no se utilizan los
conceptos de desigualdad, de opresión o cualquiera de las herramientas
conceptuales desarrolladas por las teorías feministas, sino que se
utilizan conceptos específicos. Y un concepto que se aplica tanto al
patriarcado en general como a la prostitución, el de violencia sexual,
cambia totalmente su significado.
La
prostitución se dice, es siempre violencia sexual, la actividad sexual
en ella es violación pagada. Como ocurre con el concepto de esclavitud,
este concepto de violencia lanza un mensaje terrible: no hay gran
diferencia entre que una mujer pacte un acto sexual y que sea violada:
las dos cosas son violación, solo que una consentida y con dinero por
medio. Mucho peor que la ley y el sistema judicial, que reconocen
-¿todavía?- esta diferencia. Porque, con este concepto de violación, si
te estás dejando violar por dinero, ¿con qué cara vas a ir a denunciar
una violación? Así, el "No se puede reducir todo al consentimiento" en
realidad significa: "El consentimiento de las trabajadoras sexuales no
tiene ningún valor".
Intentar
aplicar fuera del trabajo sexual el criterio de violencia sexual que se
aplica en la prostitución nos llevaría a un atolladero sin salida. No
sería suficiente el sí, habría que examinarlo. Habría que ver si las
esposas tuvieron en cuenta el dinero para casarse o si lo tienen en
cuenta para mantenerse casadas. Porque entonces quizá todo el sexo
marital sería violación. Habría que crear una policía feminista del
consentimiento, pero para todas las víctimas del patriarcado. Y por otra
parte, si alguien puede cuestionar el sí de una mujer, ¿qué ocurre con
el no?, ¿no refuerza eso precisamente a quienes no dan por bueno el no,
los agresores y violadores?
Las
mujeres necesitamos un concepto sólido y coherente de violencia para
oponernos al patriarcado. Un concepto que cambia tanto de significado
nos debilita.
2. En el patriarcado, todas las instituciones son patriarcales
Todas
y todos vivimos en un patriarcado capitalista, de manera que las
instituciones reflejan y a la vez ayudan a perpetuar este sistema. Es
casi imposible que alguna institución, desde la universidad a la
publicidad, desde el sistema judicial a la literatura, esté realmente al
margen del patriarcado. Solo las más privilegiadas pueden, si es que
pueden, quedar al margen del patriarcado en todos los aspectos de su
vida. En una sociedad que atribuye posiciones diferentes a hombres y
mujeres tanto en lo público -mercado de trabajo, política...- como en lo
privado -cuidados, trabajo doméstico...- todo el sistema, y no solo una
de sus instituciones, contribuyen a reproducirlo. Todo lo tenemos que
hacer dentro de ese marco, incluso algo tan íntimo como la maternidad,
como muy bien recuerda Carolina del Olmo. Por tanto todas las mujeres
nos situamos en un contínuum: no hay unas que son las que reproducen el
patriarcado y otras que no, en todo caso unas lo harán más y otras
menos.
Sin
embargo, en el discurso abolicionista pareciera que hubiera unas
mujeres oprimidas por el patriarcado de una manera que las anula como
sujeto político, y el resto que padecemos una opresión que no nos
incapacita políticamente. Pero no se puede hacer política, gobernar
democráticamente, diciendo "A ti te niego la capacidad de hablar. Tú no
eres una ciudadana como las demás, no puedes intervenir como actor
político". No se puede quitar a nadie ese derecho sin unas razones muy
bien fundamentadas en hechos. Es una privación de los derechos políticos
sin condena judicial previa ni presunción de inocencia. Y no tiene
justificación en un sistema patriarcal del que todas las mujeres somos
parte, como víctimas, como partícipes y como resistentes.
Todas
las mujeres las mujeres ocupamos la posición de oprimidas en el
patriarcado. Eso es lo que nos une y la base para una lucha común, sin
exclusiones.
3. El imaginario antiigualitario
Los
discursos abolicionistas de estos meses insistían en que la
prostitución contribuye al imaginario antiigualitario y patriarcal. Pero
la principal contribución al imaginario antiigualitario viene de la
propia realidad desigual: con la segregación horizontal y vertical del
mercado de trabajo y la consiguiente brecha salarial; con la desigual
carga de trabajos de cuidados; con todas las formas de desigualdad que
se aprenden en la familia, sobre todo, pero también en las películas,
libros de texto, juegos... La realidad que rodea a las niñas y niños ya
les educa en la desigualdad, no solo lo hace la prostitución.
Como decía en mi artículo de eldiario.es citado más arriba:
"Más
en concreto se dice que la prostitución transmite el modelo de que los
hombres tienen derecho a acceder al cuerpo de las mujeres. La
institución que de manera más universal -y privilegiada legal y
simbólicamente- hace esto es el matrimonio. Hasta hace menos de una
generación (y en muchas partes del mundo todavía) el acceso al cuerpo de
la mujer formaba parte del contrato matrimonial, por eso era impensable
la violación en el matrimonio. Ese modelo está siendo reemplazado por
otro igualitario según el cual lo deseable, e incluso un requisito de un
buen matrimonio es la satisfacción mutua. Pero la igualdad es
superficial, como ponen de manifiesto a nivel simbólico los modelos de
esposa o de novia que la presentan siempre dispuesta al sexo, y a nivel
material, los datos de violaciones de mujeres dentro del matrimonio."
Tampoco
en cuanto al imaginario la prostitución en sí es una institución
esencialmente diferente a las instituciones de las que participamos la
gran mayoría de mujeres: todas participan en la reproducción de los
modelos de género antiigualitarios y patriarcales. Todas las mujeres
estamos del mismo lado respecto al patriarcado.
4. ¿Solo la prostitución de las mujeres tiene que ver con el patriarcado?
Me
resulta llamativo que el abolicionismo solo se ocupe de la prostitución
de las mujeres -el 87 %-, sin hacer siquiera mención a la de personas
transgénero -el 6 %- y de varones -el 7 %- (TAMPEP, 2009, pp. 14-15).
¿Tiene
algo que ver la prostitución de hombres y transgénero con el
patriarcado? ¿Contribuye al imaginario de que los hombres, que en Europa
son la gran mayoría de la clientela, tienen derecho a acceder al cuerpo
de otras personas mediante pago? ¿Qué tiene que ver la prostitución de
hombres y transgénero con la heterosexualidad normativa que es un pilar
del patriarcado? Un análisis más amplio podría servir para enfrentarnos
mejor al patriarcado.
Por
otra parte, si la prostitución es algo que degrada y humilla a las
mujeres, que atenta contra su dignidad, que las lleva a la
despersonalización, a consumir drogas, a enfermar gravemente -como
afirma, por ejemplo, Rosa Cobo en el artículo citado-, ¿qué ocurre con
los hombres y las personas trans que ejercen la misma actividad? Porque
si les pasa algo de eso, aunque no fuera todo, como feministas, al menos
tal como yo entiendo el feminismo, no podemos mirar para otro lado
porque no sean mujeres (como no debemos ser indiferentes a que mueran
varones intentando acceder a Europa). Si de verdad se piensa que la
prostitución produce todos esos males, no veo que sea moral no ocuparse,
ni siquiera en menor medida, de las víctimas que no son mujeres.
Un
análisis serio de la prostitución en el patriarcado ha de examinar toda
la prostitución. Seguramente conocer las semejanzas y diferencias entre
la prostitución de mujeres y el resto será muy útil para hacer
políticas ajustadas a la realidad.
5. El imaginario y lo material
En
general los feminismos tenemos muy claro que no nos basta con que
cambien las palabras, queremos que cambie la realidad. Por ejemplo, no
vale con el matrimonio ahora sea formalmente igual. No nos basta cuando
las mujeres asumen mucho más trabajo de cuidados dentro de él y en
muchos casos padecen malos tratos y hasta son asesinadas. Queremos
cambios reales. Las palabras son importantes, pero además debe haber
hechos.
Sin
embargo, cuando se trata de la prostitución, el abolicionismo y el
mismo gobierno se centran en las palabras, concretamente en la palabra
trabajo. ¿O qué sabemos de sus propuestas para cambiar la realidad?
En
el patriarcado real, es necesario cambiar lo material. Incluso para
cambiar el imaginario: la desigualdad material refuerza el imaginario
patriarcal.
Conclusión
Sin
pretender extraer todas las conclusiones de un análisis serio de la
prostitución como institución del patriarcado capitalista, quiero
resaltar dos cuestiones imprescindibles para elaborar políticas
efectivas:
-
Se ha de analizar la realidad sin confundir lo que es con lo que
pensamos que debe ser. Porque la realidad es muy tozuda y al despertar
va a seguir ahí. Para eso se han de utilizar las herramientas
conceptuales que los feminismos y las ciencias sociales han
desarrollado. Si se quieren utilizar disfemismos [palabra o expresión
deliberadamente despectiva o insultante que se emplea en lugar de otra
más neutral. Wikipedia], se puede hacer un uso táctico de ellos, pero
sin que eso lleve a engañarse sobre la realidad, porque para hacer
políticas, hay que conocerla. Y hay que actuar sobre lo material y no
solo sobre el imaginario. Si se tuviera en cuenta la base material de la
prostitución se podrían dedicar los esfuerzos a hacer políticas que
realmente incidieran en ella, y los Presupuestos Generales del Estado
son una ocasión excelente para ello.
-
No se puede hacer política de gobierno escuchando solo lo que coincide
con lo que se quiere oír y negándose a escuchar a quien dice otra cosa,
aunque la conozca muy bien. En todo caso así se gobernará una iglesia,
pero no se debe gobernar un estado. Es necesario, no solo permitir la
organización de las trabajadoras sexuales, sino tenerlas en cuenta en el
debate político, como se han de tener en cuenta en una democracia a los
sectores implicados en una decisión.
Fuente: https://vientosur.info/
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