Monedero
Por: Carmen R. Ponce Meléndez*
Las
limitaciones en el desarrollo de las mujeres se traducen en
limitaciones al desarrollo del país. Eso provoca que las Mujeres
dediquen 76.7 horas al trabajo doméstico no remunerado y de cuidados
(TDNR). En contraste los hombres sólo le dedican 23.3 horas.
Uno de los efectos inmediatos de este desequilibrio o desigualdad es
que las mujeres únicamente dedican 32.8 horas semanales al trabajo
remunerado, mientras que los hombres alcanzan un 72.6 por ciento. (Son
datos de la Cuenta Satélite 2017 del Inegi, sobre TNRD).
Se invierte la proporción de las brechas y esto tiene implicaciones
muy importantes en la vida de las mujeres, masculina, de la familia y de
toda la sociedad. La llamada división sexual del trabajo, bajo un
mandato patriarcal y machista. La mujer realiza ese trabajo por “amor”.
Esta desigualdad en la carga de trabajo doméstico y de cuidados se
puede apreciar en todas y cada una de estas actividades, como lo muestra
claramente la gráfica. El renglón de mayor participación masculina está
en “compras y administración del hogar”, pero apenas es del 39 por
ciento.
En alimentación predomina con un 86.1 por ciento la actividad
femenina y ésta es esencial para la supervivencia de la familia y la
reproducción de la fuerza laboral. Esta actividad representa más del 80
por ciento del valor que aportan las mujeres. (Ver gráfica).
Según información generada por Inegi durante 2017, el valor económico
del trabajo no remunerado doméstico y de cuidados (a precios
corrientes) fue de 5.1 billones de pesos. Equivalente al 23.3 por ciento
del PIB; de esta participación la aportación femenina fue 17.5 y la
masculina de 5.8 puntos
Hay una evolución creciente en la participación en el PIB de esta
carga de trabajo de género; en 2008 fue 15.0 y para 2017 de 17.5 puntos.
El valor generado por este tipo de trabajo como proporción del PIB
del país, en 2017, fue superior al alcanzado por algunas actividades
económicas como el comercio, la industria manufacturera y los servicios
inmobiliarios y de alquiler de bienes muebles e intangibles.
Prácticamente toda esa generación o aportación de riqueza descansa en
las mujeres, no es reconocido, es un trabajo invisible y desvalorizado;
sin vacaciones días festivos o jubilación. Ellas aportaron 76.7 por
ciento de las horas destinadas a las labores domésticas y de cuidados
realizadas en el hogar, que correspondió́ al 75.2 por ciento, si se
habla en términos de valor económico.
Ahora bien esta carga de trabajo de género crece de manera relevante
en dos casos en particular: cuando las mujeres pasan de soltera a unidas
su TNRD se incrementa en 30 por ciento; lo mismo sucede cuando en el
hogar hay menores de seis años, ahí el trabajo aumenta hasta en un 47
por ciento, debido a los cuidados que requiere la infancia y su
alimentación.
¿QUÉ IMPLICACIONES TIENE ESTA DIVISIÓN SEXUAL DEL TRABAJO O DESIGUALDAD DE GÉNERO?
Es una limitación muy importante para que las mujeres se incorporen
al mercado laboral con un salario, por tanto con ingresos propios, con
autonomía económica. El porcentaje de mujeres sin ingresos propios es de
30.1, mientras que el masculino apenas de 7.5.
No contar con ingresos propios genera relaciones de dependencia; ya
sea con la pareja, los hijos, el hermano o los papás; generalmente con
una figura masculina –el que manda-, por tanto todas las decisiones que
tomen las mujeres estarán supeditadas a esa figura masculina, lesionando
su autonomía política o el derecho a decidir sobre su cuerpo, su salud
sexual y reproductiva. En síntesis todo su proyecto de vida, incluso su
educación formal.
También tiene implicaciones negativas en su desarrollo profesional y
laboral. Solamente las mujeres se plantean el problema de lograr un
equilibrio o armonía entre su vida laboral y su carga de trabajo de
género; los hombres jamás se plantean este dilema.
No es casual que en el país únicamente tres de cada diez mujeres
ocupen puestos de alta dirección (datos del PNUD). A las mujeres se les
pide que trabajen como si no tuvieran hijos y que cuiden a éstos como si
no trabajaran, para poder contar con ingresos propios.
Además a toda esta población femenina que no puede incorporarse al
mercado laboral los organismos internacionales la consideran un “Bono
Femenino desperdiciado”, que obstaculiza el desarrollo integral de un
país, en este caso México.
*Economista especializada en temas de género
twitter @ramonaponce
CIMACFoto: César Martínez López
Cimacnoticias | Ciudad de México.-
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