Honra el Senado a Payán
Carlos Payán Velver
Construyamos murallas de valor que nos protejan del fascismo
Quiero compartir este reconocimiento con todos y
dedicarlo a este México de hoy, con la alegría y la esperanza de que
logre afianzarse en la libertad, la igualdad y la justicia
Pero
también lo quiero dedicar a todos los periodistas muertos en nuestro
país, que están sembrados a lo largo y ancho de toda la República, a
ellos más que a nadie
▲ Nuestro nuevo gobierno mexicano, al que le auguro buen viento y buena
mar en estos días de inauguración de su mandato, tendrá que lidiar con
el iracundo vecino del Norte y su andanada fascista, manifestó Carlos
Payán en su discurso.
Cuando empezaba a trazar unas líneas sobre el texto que
les voy a leer no dejó de darme vueltas en la cabeza las líneas de un
poema de Quevedo.
Miré los muros de la patria mía
Y a partir de ahí, pues me lancé a pergeñar lo que van a escuchar.
Me otorgan la honrosa medalla Belisario Domínguez cuando llego ya al
último trecho de mi camino y poco a poco he empezado a decirle adiós a
las personas, los animales, las cosas, los libros y los lugares que
tanto he amado en esta vida.
Me iré sin saber hacia dónde, hacia qué profundidades de la nada y el
olvido, y me iré con la inquietud de no ser sólo yo, ser individual y
por tanto insignificante, el que se encamina hacia el final, sino que el
drama tiene dimensiones cósmicas, irreparables.
Es la humanidad entera la que parece encaminada a un desenlace fatídico.
Me disculpo de entrada por este tono catastrofista. Utilizo esa palabra, catástrofe, para no caer en el adjetivo
apocalíptico, un término de carácter bíblico que suena mal en boca de un ateo irredento como lo soy, y que sin embargo podría ser pertinente.
Ese texto bíblico tan extraño, profético o delirante que es el
Apocalipsis, habla de cuatro caballos de fuego y de rabia que vendrán a
violentar y destruir lo existente.
No sé cuál será la cuarta de esas bestias, pero creo que puedo referirme aquí a tres de ellas.
La primera bestia es el agotamiento y la destrucción, por obra
humana, de la naturaleza, esa madre nutricia y fuente absoluta de vida
que ya no da más de sí. El medio ambiente que nos arropa ya no aguanta
más maltrato y saqueo por parte de una cultura absurda, consumista sin
límite, egoísta, narcisista hasta la ruina, enamorada de sí misma y del
dinero, que en su afán por devorar se está devorando a sí misma. Y con
ella jala al desastre al propio planeta y a todos los que en él crecemos
y en el que somos lo que somos.
La segunda bestia, tan inclemente como la anterior, es la
indiferencia o la abierta hostilidad y la agresión con que un mundo
privilegiado se comporta frente a las otras tres cuartas partes de la
humanidad: los despojados, los perseguidos, los abandonados que huyen de
la guerra, la sequía, las inundaciones, la violencia y el hambre,
desbordando los caminos de la Tierra en una infinita caravana; que echan
mano de sus últimas fuerzas para llegar hasta unas puertas que se les
cierran en las narices, y hasta las fronteras de naciones más
favorecidas que responden con balas, alambradas, desprecio, insultos,
deportaciones, campos de concentración y muerte. Hablamos de verdaderos
genocidios: pueblos enteros empujados a la extinción ante los ojos
indiferentes o iracundos de quienes se consideran dueños absolutos y
excluyentes de la seguridad, el bienestar y la riqueza.
La tercera bestia de rabia y sangre es el regreso del fascismo. Hay
quienes llaman neofascismo, protofascismo o ultraderecha a este fenómeno
que renace con alevosía en las cuatro esquinas del planeta. Yo, por mi
parte, prefiero dejar a un lado prefijos y eufemismos y llamarlo por su
nombre puro y duro: fascismo.
Hoy resurge con una fuerza inusitada esta marea negra y ponzoñosa,
directa o indirectamente alimentada por la política de Donald Trump. A
nosotros, los mexicanos, nos ha caído el mal fario de tenerlo por
vecino: un vecino prepotente e impositivo, cavernario, xenófobo y
machista, cuyos actos atrabiliarios y cuyas declaraciones incendiarias
desde la presidencia de Estados Unidos han hecho que muchos de sus
fanáticos en el mundo se quiten la máscara, pierdan el pudor, ganen
descaro y arrojo, y den rienda suelta a la voluntad de rabia y violencia
que hasta hace poco tenían más o menos contenida o camuflada.
Nuestro nuevo gobierno mexicano, al que le auguro buen viento y buena
mar en estos días de inauguración de su mandato, tendrá que lidiar con
el iracundo vecino del Norte y su andanada fascista, haciendo un
auténtico despliegue de honor, valor, soberanía, imaginación y habilidad
diplomática.
Turquía se ha convertido en el gendarme de las fronteras de Europa, impidiendo que los inmigrantes pasen al otro lado.
¡Ay! No debemos permitir que México cumpla ese ruin papel con respecto a Estados Unidos.
Permítanme formular aquí un resumido recuento de algunas de las patas
que le han ido saliendo al fascismo de nuevo cuño. Son manifestaciones
en muy diversos ámbitos e intensidades, pero con claros elementos en
común:
1. Se apoyan en el caudillismo y el carisma.
2. No se atienen a programas fijos sino que incorporan infinidad de
puntos y levantan consignas de odio según las circunstancias. Son
camaleónicos a conveniencia y sirven a la carta las fantasías
autoritarias de los sectores más regresivos de sus sociedades.
3. Aun así, hay rasgos comunes en todos los casos:
–Persecución, por ejemplo, del contrincante político.
Aquí hago un paréntesis para recordar que la Alemania de Hitler
declaró como enemigos principales, aunque no únicos, a los judíos y a
los comunistas, y los redujo a campos de muerte en lo que llamamos el
Holocausto, un suceso atroz que pensábamos que no volvería a ocurrir,
pero que hoy se prefigura cantando sus fobias. Por lo pronto, en nuevo
fascismo ya señaló a su enemigo insignia: los migrantes. En ellos, pero
no sólo en ellos, algunos países han encontrado el depositario de su
odio.
Continúo con las características comunes:
–Racismo,
–homofobia,
–islamofobia,
–antisemitismo,
–autoritarismo,
–sexismo y machismo,
–chovinismo,
–fanatismo religioso,
–ataques a los medios informativos y acoso, si no muerte, de sus profesionales,
–desprecio por las instituciones democráticas y, al mismo tiempo, utilización de éstas como palanca de ascenso al poder.
El caldo de cultivo que le sirvió al fenómeno de radicalización hacia
la extrema derecha es la circunstancia de que las políticas
neoliberales han ensanchado de manera brutal el abismo entre una minoría
de ricos y una inmensa mayoría de pobres.
–La gran oleada de inmigración de las últimas décadas.
–La alarma ante la crisis del medio ambiente, de la cual andan culpando a la sobrepoblación de desposeídos.
–Y por último, los efectos de la gran recesión que se avecina.
Debo ser enfático en otro rasgo común a los nuevos fascismos y que
debería despertar una voz de alarma: no pocas veces acceden a la
visibilidad y al poder por medio de mecanismos democráticos, como acaba
de suceder en Brasil. En ocasiones se valen de los procesos electorales,
de la participación parlamentaria o ministerial y del control heredado
de las instituciones y de la politización y manipulación de la justicia.
Empecemos el recuento por los propios Estados Unidos, en donde se han
multiplicado los ataques y atentados en contra de demócratas,
islamistas, integrantes de la diversidad sexual, negros, latinos,
judíos, mujeres, periodistas e inmigrantes.
Sigamos por Brasil, en donde ha ganado la presidencia por escaso
margen el ex militar Jair Bolsonaro, partidario de la tortura, el crimen
y demás métodos de la dictadura que añora y a la que representa.
En España, VOX, un grupo de franquistas hasta hace poco minúsculo, se expande, gana escaños y extiende su política de alianzas.
En Italia, el primer ministro, Matteo Salvini, vicepresidente,
ministro del Interior y hombre fuerte del gobierno en curso, ejerce la
violencia de palabra y obra para impedir que los inmigrantes lleguen a
ese país o para expulsarlos.
En Francia, Marine Le Pen moderniza y depura la tradición fascista de su padre para conservar sus esencias y sus objetivos.
En Finlandia, el llamado Partido de los Auténticos Finlandeses se ha dado a conocer con actos de violencia racista.
En Grecia, la organización Amanecer Dorado retoma el mito de la
pureza racial e incorpora en su acción a elementos paramilitares.
Hungría es la cuna del Jobbik, grupo ultranacionalista, antisemita, paramilitar y adepto a la simbología nazi.
En Alemania gana terreno el NPD, partido racista y antijudío, que
niega el Holocausto y protagoniza brotes de violencia en contra de
extranjeros.
En Austria gobierna la coalición formada por los conservadores y el fascista Partido de la Libertad.
Y hasta aquí esta enumeración de casos tan alarmantes y significativos como indeseables.
En México, por fortuna, el panorama que hoy se nos abre va en sentido
opuesto y podría significar el afianzamiento de la democracia. Ojalá,
ojalá.
Muchos en el resto del mundo han puesto su mirada en este país con una enorme esperanza.
Ha llegado al poder un incansable luchador que, con la población en
su favor, arrasó en casi todo el país. No ha tenido esta gloria otra
nación, como dice el letrero luminoso que corona la Basílica de
Guadalupe en la Ciudad de México, referido a la Virgen de Guadalupe.
Esa indiscutible y grandiosa votación marca la fuerza de López
Obrador, pero también podría marcar su debilidad. Más de medio país le
dio su sufragio. Pero el país somos todos, todos es una multitud
variopinta y cada uno de sus integrantes pedirá la palabra a voz en
cuello, cada cual reclamando sus asuntos, tenga derecho o no, tenga
razón o no.
En la actualidad yo vivo en Cataluña, en los Bajos Pirineos, alejado
de la política y el periodismo, y regresé a México para estar al lado de
Andrés Manuel López Obrador el día en que recibió el mandato de la
nación, esta Patria mía, tan deshilachada, tan pobre, tan saqueada, con
tanto político corrupto y con tanto muerto regado por su territorio. Y
ahora, para colmo, con un enloquecido presidente de Estados Unidos que
en su delirio magno, canalla y fascista, quiere que sus tropas disparen a
los migrantes si uno de ellos hace ademán siquiera de lanzar una piedra
a través de la línea divisoria; que disparen a los inermes desde ese
territorio que alguna vez fue nuestro y que nos fue arrebatado.
Este reconocimento que hoy me honra quiero compartirlo con todos
ustedes y dedicarlo a este México de hoy, con la alegría y la esperanza
de que logre afianzarse en la libertad, la igualdad y la justicia.
Pero también la quiero dedicar a todos los periodistas muertos en
nuestro país, que están sembrados a lo largo y ancho de toda la
República, a ellos más que a nadie.
Yo sé que habrás que hacer procuración para que este gobierno asuma
siquiera un poco de las tesis del Informe MacBride para ayuda a los
medios y no se consuman en el hambre y se riegue la publicidad a todos,
menos a uno, a dos, etcétera; sin un acoso universal para que haya
uniformidad ¡caramba! no tantos privilegios, tanto dinero regado.
Miren ustedes, yo quisiera que los muros que levantemos en esta
Patria mía no sean para separar a los pueblos, ¡ay, carajo! Sino
murallas de valor y buen juicio que nos protejan del embate y el yugo de
todo fascismo.
Que Andrés Manuel López Obrador, un demócrata que llega al poder en
una elección sin paralelo y después de una vida de lucha, cumpla con
estos objetivos. Y que la sociedad mayoritaria, vigilante, crítica y
solidaria que se ha manifestado en estos meses mantenga a raya a las
bestias que mencioné y que no permita una recaída en el abismo.
Muchas gracias a todos.
(Antes de bajar del estrado, Carlos Payán Velver dirigió la mirada al
sacerdote Miguel Concha Malo, lo saludó, y explicó al auditorio:)
Cura, amigo de toda la vida, y que juntos desmontamos cuando se
quería asesinar al obispo de Chiapas (Samuel Ruiz García). Él y yo
fuimos autores de eso.
Gracias otra vez.
AMLO tuitea:
Carlos Payán es un fiel heredero del periodismo que
ejercía con independencia y valor Daniel Cabrera, director de El Hijo
del Ahuizote.
Foto Carlos Ramos Mamahua
Periódico La Jornada
Jueves 20 de diciembre de 2018, p. 3
Twitter: @lopezobrador_
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