Transcurridas cerca
de cuatro décadas desde el inolvidable ‘Mexican week-end’ en Washington
(agosto 1982) –punto de partida convencional de la crisis de la deuda
externa y los decenios perdidos de América Latina y otras regiones en
desarrollo– sucedió allí mismo la ‘semana mexicana’, que quizá será
recordada como el momento que marca tanto la renuncia de Estados Unidos a
seguir las reglas del sistema abierto y multilateral de comercio,
regido no sin dificultades y retrocesos por la OMC, cuanto su
preferencia por episodios de negociación, forzados por amenazas extremas
de restricción comercial, a fin de alcanzar concesiones deconectadas
del comercio internacional, al menos en apariencia.
“El presidente de Estados Unidos adopta decisiones comerciales en
total violación de las reglas de la OMC. Tal es el caso de los aranceles
mexicanos. La noción de que puede imponerse un arancel porque muchas
personas cruzan la frontera está tan alejada de la letra y espíritu del
acuerdo de la OMC, que me lleva a calificarla como una acción de ‘toma
de rehenes’”. Fue esta la reacción inicial, del antiguo director general
de la OMC y comisionado comercial de la Unión Europea, Pascal Lamy
(Reuters, 8/06/19). Diferida la primera, persiste el riesgo de nuevas
amenazas en el futuro. Así lo subrayó el secretario del Tesoro, en
entrevista con la CNBC: “Estoy convencido de que ellos [los mexicanos]
cumplirán sus compromisos… Si por cualquier razón no lo hacen, el
presidente se reserva el derecho de establecer los aranceles.” ( The Guardian, 09/06/19.)
Los párrafos sobre asilo de la declaración conjunta de 7 de junio señalan, inter alia,
que Estados Unidos: a) retornará con rapidez a México a quienes crucen
su frontera sur en solicitud de asilo para que esperen ahí la resolución
de su caso, y b) tratará de acelerar el trámite de esas solicitudes y
de concluir los procedimientos de expulsión (removal) de la forma más expedita posible. Por su parte, por razones humanitarias, México autorizará la entrada de todos esos individuos y les ofrecerá ocupación, atención de salud y educación. (Se traduce del texto difundido por el Departamento de Estado.)
Es incierto el tiempo que los solicitantes de asilo en EU deberán
esperar en México la decisión sobre sus peticiones. Ahora, más que en
días o semanas, como solía ser el caso, se le mide en meses o incluso
años. Habrá que evaluar el cumplimiento del compromiso de acortarlo
asumido por EU, quizá en un plazo tan perentorio como el señalado para
medir la eficacia de las medidas orientadas a reducir los flujos
migratorios. También es incierto el número de individuos que se acogerá a
este procedimiento en, por ejemplo, los próximos 90 días o en la
segunda mitad del año. Las cifras que manejan distintas fuentes, incluso
fuentes oficiales de los dos países, son muy dispares: desde algunas
decenas de millares hasta centenas de millares. Es muy difícil estimar
con algún grado de precisión la magnitud del desafío que supondrá
recibirlos para que aguarden en territorio mexicano el desahogo de sus
solicitudes. Hay certeza, en cambio, de que supone un costo
considerable. El 30 de mayo, al anunciar sus acciones contra México,
Trump, se quejó de una situación
profundamente injusta para el causante estadunidense, que soporta el enorme costo financiero de la migración ilegal en gran escala(www.whitehouse.gov).
En el comunicado conjunto también se destaca que México
adoptará medidas sin precedente para atajar la migración irregulary
acciones decisivas para desmantelar las organizaciones de contrabando y trata de personas, así como sus redes financieras y de transporte ilícitas.
Un manejo multilateral –como el que se ha sugerido en este espacio:
Frontera: enfoque multilateral, 04/04/19, y
Frontera: enfoque multilateral, otra vez, 05/05/19–, permitiría una mejor gestión de la compleja implementación de los entendimientos bilaterales alcanzados en la semana mexicana en Washington. El 10 de junio, el secretario de Relaciones Exteriores señaló la posibilidad de
un sistema de distribución de responsabilidad sobre asilo, regional (con presencia de
Guatemala, Panamá, Brasil) y con participación de la ACNUR (www.gob.mx/presidencia). Se abre una vía que debe explorarse a fondo –con más países, incluyendo desde luego a Canadá, otros de América Latina y varios de Europa y el Lejano Oriente–, y con otros organismos multilaterales, dentro y fuera de la ONU.
En declaraciones a la prensa el 10 de junio, el secretario de Estado
aludió también a la dimensión multilateral, pero en términos negativos.
“EU no comprometió recursos adicionales… No ofreció recursos adicionales
de asistencia al gobierno mexicano… ni tampoco a Centroamérica. Estas
naciones tienen la responsabilidad de hacerse cargo de los problemas
migratorios en su propio país” (https://www.state.gov/remarks-to-the-press-17/).
Sólo una cooperación multilateral decidida permitirá superar la
miopía, estrechez de miras y aislacionismo del gobierno de Washington.
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