El pasado fin de semana
el Gobierno de México pudo sortear un gran desafío, a través de una
negociación complicada se pudo poner freno temporal a la amenaza de
imponer aranceles al 5% a las importaciones por parte de la
administración de Donald Trump. México tuvo que ceder a las presiones
norteamericanas; y aceptar las condiciones que de cierta forma se
contradicen con la política encabezada por Andrés Manuel López Obrador.
No había otra opción, de no haber aceptado una negociación en esos
términos, el impacto a la economía nacional hubiera sido importante y
hubiese puesto en riesgo indudablemente los proyectos de la Cuarta
Transformación. Desafortunadamente treinta años de neoliberalismo
aniquilaron el sector productivo, mermaron la soberanía nacional y
situaron a nuestra nación en una dependencia total a los Estados Unidos.
No obstante, lo oportuno del actuar de Andrés Manuel
López Obrador y su secretario de relaciones exteriores Marcelo Ebrard,
en el presente dilema, lo complejo del asunto no se puede circunscribir a
un arrebato racista o alarmista del huésped de la Casa Blanca. Para
desdicha de México, el actuar de Trump, no parte de su agenda de
bravuconería, ni una simple estrategia en viras de las próximas
elecciones. Hay algo más complejo, una razón que nada tiene que ver con
ello y que ha utilizado dicha agenda como pretexto perfecto para
justificar su fin: el proteccionismo del mercado norteamericano y el
combate frontal por medio de la guerra económica contra el mundo
multipolar.
Por eso no es casualidad, ni un actuar
incongruente que después del acuerdo entre Estados Unidos y México, que
aparentemente puso fin al amago arancelario, Mike Pompeo, Secretario de
Estado manifestara: “Si llega a darse el caso de que no estemos
avanzando lo suficiente, existe el riesgo de que se impongan dichos
aranceles”. No es la política migratoria el real interés de los
dirigentes norteamericanos, si no defender a capa y espada su estrategia
para salir de la crisis inevitable e inherente del sistema capitalista.
Para Trump y su camarilla, las cosas son muy claras, regresar a una
política de proteccionismo económico que asegure en esta materia la
hegemonía norteamericana sobre el mercado mundial. Aparentemente el
debilitamiento militar que en los últimos conflictos bélicos en los que
ha participado el imperio norteamericano, les ha marcado la pauta que la
guerra para abrir mercados, no es lo suficientemente redituable, y que
ante la amenaza del crecimiento sostenido de otras naciones capitalistas
como China y Rusia, no existe más opción que cerrar las fronteras en lo
económico.
Su metodología se basa en la guerra
económica, México no es la excepción en esta encrucijada. Para los
planes de la élite a quién representa Trump, el principal enemigo en sus
planes en China, el país comunista de membrete pero capitalista en los
hechos. China empieza a tener una influencia determinante en países
donde las empresas occidentales nunca vieron como opción de mercado,
específicamente el continente africano. Bajo una política de
colaboración económica para el desarrollo, la nación comandada por Xi
Jinping se adentra en mercados ignorados por occidente. China está
jugando en la mecánica de globalización como potencia emergente,
mientras Estados Unidos, cuyo deficit comercial con el gigante asiático
apenas se redujo en un 3% a pesar de la aplicación de aranceles del 25%.
El combate frontal de la élite capitalista
norteamericana aprisionada en las contradicciones del capitalismo
imperialista es contra el mundo multipolar, contra la globalización que
tanto tiempo promovieron y que por medio de sus instrumentos financieros
económicos como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional
impusieron en los países subdesarrollados ( que en una justa
nomenclatura debería ser denominados “subcolonizados) teniendo un gran
costo social. En la crisis del capitalismo imperialista norteamericano,
la guerra económica es la opción para asegurar dar oxígeno por un tiempo
a lo inevitable. Trump gerente general del imperio ha cambiado los
tambores de guerra por las presiones comerciales. Ve al pasado como
solución temporal a un laberinto del que muy difícilmente saldrá.
Ni con medidas proteccionistas, ni tratando de aislar a Reino Unido por
medio del Brexit, de la Unión Europea, ni castigando a Irán ,
imponiendo sanciones a Venezuela, o siguiendo una política hostil contra
las potencias emergentes Trump ni sus patrones podrán parar el curso de
la historia. El capitalismo muestra sus más severas contradicciones,
lastimosamente, como sucede en todo sistema de clases, quienes
terminarán pagando estos conflictos, son los de siempre: los
trabajadores.
Para sorpresa de los analistas
económicos burgueses, quienes juran y perjuran el anulamiento de facto
de la teoría marxista y del socialismo científico, a la luz de los
acontecimientos , deberían echar un vistazo a esos postulados teóricos y
percatarse que la guerra económica no es más que un síntoma más de la
crisis del capitalismo imperialista. Al tiempo.
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