Asa Cristina Laurell
La Jornada
En números redondos, durante un
día normal, el sistema público de salud realiza las siguientes acciones
de atención: 1.2 millones de consultas y 94 mil servicios de urgencias,
unos 5 mil 400 partos; 16 mil hospitalizaciones y 10 mil cirugías. Sin
embargo, la esperanza de vida en México está estancada o incluso cayó
algunos años a partir de 2006 y las muertes por las nuevas epidemias de
diabetes, cáncer y homicidio aumentan persistentemente. La discrepancia
entre el volumen de servicios prestados y los exiguos resultados de
salud tienen varias explicaciones de orden socioeconómico y político,
pero influye el sistema público deficiente y disfuncional. Se pueden
analizar las causas de su decadencia desde varios ángulos, pero el
crecimiento de la población sin una ampliación paralela de
instalaciones, personal y recursos presupuestales es un factor
importante. También son inocultables las distintas formas de corrupción
que han crecido como cáncer con múltiples metástasis en todo el sector.
Los resultados del Censo Estratégico, levantado por la Secretaría de Salud en ocho estados de sureste mexicano (ver https://www.jornada.com.mx/ 2019/04/11/opinion/a03a1cie),
revelan graves problemas aun en lo más elemental. Por ejemplo, las
unidades de primer nivel no cumplen con el tipo de servicios mínimos
establecidos por esa dependencia acerca de la relación entre núcleos
básicos existentes y servicios que se ofrecen. De esta manera, Tabasco
carece de 32 servicios de medicina preventiva, ocho laboratorios e igual
número de gabinetes de rayos X; los datos correspondientes a Oaxaca son
238.5 y 7. Es decir, las carteras de servicios están incompletas, lo
que se traduce en limitaciones importantes para ofrecer acciones
preventivas o hacer diagnósticos respaldados con estudios auxiliares de
gabinete.
Este tipo de restricciones se relacionan directamente con problemas
de salud importantes, por ejemplo, enfermedades inmunoprevenibles o
crónicas, como la diabetes. Son obstáculos al acceso efectivo a los
servicios y se traducen en inequidades.
En cuanto a los requisitos básicos, tenemos que la mitad de las
unidades de primer nivel en estos ocho estados carecen de agua, drenaje o
luz eléctrica. En relación con las condiciones de los centros
sanitarios, 20 por ciento tiene daño severo en Veracruz; 7 por ciento en
Chiapas y 6 por ciento en Oaxaca. De estas unidades, entre 68 y 79 por
ciento no han recibido mantenimiento durante los cinco años pasados. En
cuanto al mobiliario faltante, resalta que, por ejemplo, en Veracruz
faltan 169 mesas de exploración, en Oaxaca 465 y en Tabasco 330.
Equipo tan necesario como el estetoscopio, el baumanómetro o el
estuche de diagnóstico no estaban disponibles en un número importante de
consultorios en Chiapas, Tabasco y Veracruz, hecho que, de nuevo,
impide el diagnóstico y seguimiento adecuado de los pacientes.
A estos problemas se añaden las dificultades de la distribución
geográfica y por turno del personal de salud. En general, se observa que
hay una concentración de médicos y enfermeras en las ciudades y en el
turno de la mañana o de fin de semana, particularmente en las zonas
rurales y en los llamados hospitales comunitarios. Por ejemplo, en los
24 nosocomios de este tipo de Veracruz, que supuestamente deberían
funcionar 24 horas los siete días de la semana, con las cuatro
especialidades básicas, faltan 10 anestesiólogos, 18 ginecólogos, 68
internistas, 528 urgenciólogos o internistas en los servicios de
urgencias y 101 radiólogos. La situación es muy semejante en Chiapas y
Oaxaca. Lo anterior revela que estos hospitales, promovidos por los
impulsores del Seguro Popular, son una creación de escritorio alejados
de las duras realidades de nuestro país. Cabe añadir que los hospitales
generales y de especialidades en los estados comparten problemáticas
semejantes.
Los hallazgos del Censo Estratégico –fotografía de la
realidad distante de las oficinas centrales de los gobiernos federal y
estatales– no dejan lugar a dudas respecto de la urgente tarea de
emprender un profundo fortalecimiento, ampliación y cambio del sistema
público del sector en el país. Hablan de la necesidad de reorganizar el
primer nivel de atención, que va desde el territorio hasta el hospital
comunitario, con fuerte énfasis en la organización de la comunidad, la
transversalidad, la educación, así como la promoción y una visión clara
respecto de qué tipo de unidad debe resolver qué problemas; repensar la
composición los equipos de salud; intensificar la educación continua y
la capacitación; hacer accesible la información a todos los niveles, e
idear qué tecnología dónde. Y en esto estamos.
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