La Revolución Mexicana vuelve por sus fueros
▲ La locomotora La Petra, que jugó destacado papel en la
Revolución Mexicana, ayer captó las miradas en el desfile por el 109
aniversario de esa gesta histórica, en el Zócalo de la Ciudad de México.
De principio a fin, con símbolos y escenificaciones, la Revolución Mexicana volvió ayer por sus fueros.
Y no sólo porque desde el primer momento –en un desacostumbrado
gesto– el presidente Andrés Manuel López Obrador colocó las palas y
gorras de gala con el nuevo grado a militares ascendidos, sino también
porque con la recreación en el Zócalo de páginas memorables de la
historia nacional y el largo desfile ecuestre resurgió la glorificación
de una efeméride.
La misma en la que por muchos años los llamados gobiernos
de la revoluciónse regodeaban mostrando
avances socialesmediante el paso de contingentes vestidos (sin serlo necesariamente) de deportistas, pero que por lo menos los tres últimos sexenios realizaron de manera intermitente y de mala gana… cuando lo hicieron.
Hacerlo esta vez y con tal despliegue fue una instrucción presidencial, y el Ejército estuvo ahí, de nuevo, para acatarla.
Desde el balcón central de Palacio Nacional a partir de las 11:23
horas, cuando recibió los honores a su investidura, hasta las 2 de la
tarde, cuando se le rindió el parte de novedades, el presidente López
Obrador admiró encantado y con embeleso la representación y el homenaje
de la historia patria con significación especial en las designadas en el
discurso oficial como las tres primeras transformaciones de la nación:
Independencia, Reforma y Revolución.
Con todo, no pasó desapercibido que al final de la narrativa oficial
para ilustrar cada escena de insurrecciones, guerras, intervenciones,
batallas, huelgas, movilizaciones y demás momentos rutilantes de la
épica nacional, los oradores de la ocasión aludieron al presente
mexicano como encaminado hacia
una nueva transformación.
El mandatario estuvo acompañado por su esposa, Beatriz Gutiérrez
Müller; el secretario de la Defensa Nacional, general Luis Cresencio
Sandoval, y por cierto surgido del arma de caballería; del secretario de
Marina, José Rafael Ojeda, y la jefa de Gobierno de la Ciudad de
México, Claudia Sheinbaum.
No había más que seguir las imágenes por la televisión o desde algún
lugar aproximado para percibir lo pletórico del ánimo presidencial, la
mirada atenta y puntual, y su aplaudir incesante y emocionado por las
acrobacias, cuadros teatrales, carros alegóricos, jinetes militares,
charros.
En suma, la concreción de todo aquello que él dispuso para la
ocasión, incluida sobre la plancha de la plaza de la Constitución y para
el deleite popular, la legendaria y muy revolucionaria locomotora La Petra.
En suma, una exégesis de la historia mexicana como de libro de texto
gratuito. Eso sí, con acento especial en personajes de especial
admiración para el Presidente: los hermanos Flores Magón, como
precursores del movimiento revolucionario, y el general Felipe Ángeles,
el artillero, humanista e intelectual fusilado en noviembre de 1919.
A unas cuadras de ahí, cerca de 3 mil caballos y sus jinetes aguardaban para ser parte principal de la parada.
Y lo mismo hacían sobre la avenida José María Pino Suárez (ironía
histórica), en espera de participar en el desfile, los militares
elegidos para representar a los personajes centrales de la Revolución,
quienes eran, según el bando, imán o de franco rechazo para la gente.
Así,
Venustiano Carranza, por ser
de los buenos, posaba para incontables fotografías, pero nadie buscaba al villano por excelencia:
Victoriano Huerta. Alguien le hizo notar a éste su mala suerte.
Muerto de risa, y regodeado en una popularidad que nunca soñó tener, el
Barón de Cuatrociénegas, intervino:
¡Es que es el usurpador!
Ayer, la banqueta de Palacio Nacional fue escenario de dos mundos
opuestos: las gradas especiales, con cómodas sillas de plástico,
servicio de comida y transporte especial para las familias de los altos
mandos militares al lado izquierdo de la fachada, viendo hacia el
Zócalo, y del lado derecho, a un lado de la puerta principal, los
estudiantes de la Normal Rural Jacinto Canek de Zinacantán, Chiapas, en
plantón desde hace tres meses, quienes no aceptan al director de su
plantel,
porque no habla ninguna lengua indígena, requisito indispensable para ese cargo.
A los muchachos nadie osó pedirles que retiraran su campamento. Pero los
enrejarony rodearon el área con militares vestidos de civil. Cuando el programa estaba por iniciar, los jóvenes desmontaron su transitoria morada, aunque no se retiraron. Y lo hicieron porque desde Chiapas les avisaron de un atisbo de solución a su demanda.
Los casi 3 mil binomios caballo-jinete causaron admiración y
arrancaron aplausos, con las acrobacias, los vistosos uniformes
históricos y de época de los cuerpos militares de caballería, las
representaciones montadas de algunas policías estatales y las
asociaciones de charros.
Pero para muchos, aquello fue excesivo. El inclemente sol, la demora
en el inicio y el prolongadísimo programa del desfile fueron demasiado
para mucha gente. Y fueron dejando las gradas.
Porque, además, ayer fue día de clases en las escuelas, aunque la lección de historia se impartiera en el Zócalo. Y La Petra empezara a pitar.
Foto Marco Peláez
Rosa Elvira Vargas
Periódico La Jornada
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