11/17/2019

La muestra : Un día lluvioso en Nueva York


La Jornada
Carlos Bonfil 

Foto

Todo parecía indicar que el hostigamiento mediático a la figura pública del realizador Woody Allen por su vieja conducta impropia de abuso sexual (sancionada, exonerada, de nuevo expuesta como oprobio irredimible), habría de orillar al artista a un abismo de frustración y amargura, dando como resultado películas de tintes rencorosos y moralmente sombríos. Mientras una opinión pública decide la suerte final del cineasta condenado por lo pronto al aislamiento y eventualmente al olvido, los festivales de cine, en especial los europeos, reconocen la vigencia en su obra actual, de su proverbial sentido del humor y su candor romántico, estupendas cartas de presentación artística y antídotos verdaderos contra cualquier intento de descalificación sumaria.
A diferencia de obras suyas recientes y particularmente oscuras (Jazmín azul, La rueda de la maravilla), Un día lluvioso en Nueva York (A Rainy Day in New York, 2019), sorprende por la engañosa ligereza con la que el cineasta reivindica la congruencia moral de Gatsby Welles (Timothée Chalamet), joven bohemio de clase acomodada, quien durante una larga tarde lluviosa en Manhattan cobra súbita conciencia de las cosas que verdaderamente importan en la vida. El asunto podría parecer intrascendente, de no haber sido un tema recurrente en buena parte de la literatura anglosajona (de EM Forster a Scott Fitzgerald, a quien el nombre del protagonista rinde un claro tributo), y que Woody Allen maneja ahora con un fino humor paródico.
El flirteo y la efímera relación amorosa de Gatsby con la cándida Ashleigh (Elle Fanning), y las peripecias que ambos viven al lado de personajes clave en las pocas horas en que deben separarse, representan un punto de quiebre en sus respectivas educaciones sentimentales. Un Nueva York espléndidamente fotografiado por el veterano Vittorio Storaro es el escenario idílico del acelerado proceso de madurez afectiva que experimenta Gatsby, el seductor perplejo y escarmentado que, tomando conciencia de la vanidad de los bienes materiales y lo superfluo de los entusiasmos pasajeros, elige la puerta estrecha de la rectitud moral. Cabe destacar en esta fábula existencial el notable desempeño de Chalamet y Fanning, pero de modo especial el vibrante carisma de Selena Gomez en un papel diseñado a su inesperada medida. Este elogio que hace el director octogenario del romanticismo y la inocencia de los jóvenes protagonistas, lejos de ser un mea culpa tardío, representa la lúcida aceptación de las irremediables complejidades y contradicciones morales en todo ser humano. Una realización notable.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional, a las 16 y 21 horas.

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