Acerquémonos un
poco a la economía mexicana. Sí, es cierto, nuestra economía ingresó
desde hace seis trimestres en una dinámica regresiva. Con crecimiento
cada vez menor. Incluso, desde antes. Apenas un dos por ciento de
crecimiento medio anual del producto interno bruto (PIB) los últimos 20
años. Más recientemente, desde el último trimestre de 2015 con tasas
descendentes. Positivas, pero cada vez menores.
A pesar de algunas sorpresas trimestrales de mayor PIB, superiores a
lo señalado por la tendencia descendente. Pero lo cierto es que desde el
primer trimestre de 2010 –poco más de ocho años–, el PIB trimestral
creció a tasas positivas. Aunque, como lo comentamos, desde finales de
2015 a tasas cada vez menores. Por eso no han sido sorpresivos los
últimos dos datos trimestral de este año proporcionados por el Inegi.
¡Que en los trimestres segundo y tercero de 2019 el PIB caía menos
0.8 y menos 0.4 por ciento, respectivamente, respecto de los mismos
trimestres de 2018! Con ello, el crecimiento medio anual al tercer
trimestre de este difícil 2019 registra cero de crecimiento respecto del
mismo periodo acumulado al tercer trimestre de 2018.
Además, lo que se puede esperar como promedio anual de crecimiento de
nuestro producto interno bruto es de un cero o –quizá y en el mejor de
los casos– un crecimiento positivo muy pero muy bajo. Sin duda, inferior
a uno por ciento. Y para 2020 no podemos ser optimistas. ¿Por qué? Por
el comportamiento de dos factores, entre otros, que determinan de manera
fundamental su evolución, la inversión y el comportamiento de la
economía estadunidense, con la que nos encontramos cada vez más
vinculados.
La inversión es el motor esencial y básico de la generación del
excedente de toda economía. Y en nuestro caso, otro de los motores que
desde hace más de 20 años nos impulsa es la evolución de la economía
estadunidense. Y, más específicamente, la evolución de la dinámica
industrial vecina. Si uno observa el ciclo industrial estadunidense, es
imposible no reconocer la equivalencia prácticamente absoluta con el
ciclo del producto de México. Y eso, a pesar de ciertos momentos de
comportamiento diferente. En particular –y más recientemente–, el
periodo comprendido entre los trimestres cuarto de 2015 y cuarto de
2016.
En esos trimestres el PIB de México registró crecimiento positivo, en
tanto que el producto industrial estadunidense experimentó crecimientos
negativos. Pero esta diversidad no niega esa práctica calca del
comportamiento indicado. El elemento que explica esas pequeñas
diferencias es, en todo caso, el otro al que también aludí como
explicación del comportamiento del PIB en nuestro país.
La formación bruta de capital, una de las variables económicas más
volátiles de nuestra economía, que entre otras cosas ha sido cada vez
más dependiente de los privados pero también –y acaso por ello– desde
2012 descendiente en términos de su proporción en el PIB.
En 1993 y 2008, por ejemplo, la inversión alcanzó participaciones en
el PIB hasta de 24 y 23 por ciento, respectivamente. Y desde 2008 esa
participación ha sido cada vez menor, con todo lo que representa de
freno y deterioro absoluto o relativo de la economía. Incluso,
suponiendo mejora de la productividad. Pero de esto y del ciclo
estadunidense profundizaremos luego, para entender en parte el
decaimiento económico actual. Y lo que puede venir. Sin duda.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario