Gabriel Vargas Lozano (*)
El pasado 13 de abril, el Comité de Bioética de la Secretaría de Salud emitió una Guía bioética de asignación de recursos de medicina crítica.
En ella se abordan una serie de temas de gran importancia que deciden
sobre la vida o la muerte de los pacientes. Son criterios que se
establecen para la asignación de los ventiladores mecánicos a pacientes
de Covid-19 en estado grave. Se trata de un problema ético de suma
importancia.
Frente a ello, en la
Guía Bioéticase descartan algunos criterios como el orden de llegada al hospital, el sexo, afiliación política, riqueza o discapacidad, pero en cambio, la comisión propone lo siguiente: 1) ante dos pacientes en iguales circunstancias y la existencia de un solo un ventilador, se considera que decida
el azar. En otras palabras, la vida o muerte de un paciente se decide por
un volado. 2) “si los pacientes requieren de ventilación mecánica, pero uno de ellos, dada una comorbilidad, se tardará el doble de tiempo en recuperarse
dos semanas en lugar de una, entonces el ventilador se debe asignar –según la guía– al que no tiene la comorbilidad, ya que se tardaría la mitad del tiempo en recuperarse. Así –dicen–
el ventilador podrá utilizarse para otras vidas. Si la prognosis es similar, pero hay diferencia de edad: uno tiene 80 años y otro 20, se afirma que
el primero vivirá siete años y el segundo 65, por tanto, se deberá preferir al segundo.
Así que si usted llega al hospital con los síntomas del contagio por
coronavirus, es de la tercera edad y tiene alguna enfermedad crónica,
puede ya irse despidiendo de este mundo. Pero además, los redactores de
la guía agregan:
¿por qué debemos considerar la muerte como algo malo?.
Estoy estupefacto por la argumentación y por su pretendida
justificación. Se trata de la aplicación de la ética utilitarista en su
peor interpretación. En efecto, se cita al filósofo inglés Jeremy
Bentham, quien sostenía que
debería darse en la sociedad la mayor felicidad (placer) posible para el mayor número de personas. Curiosamente, John Stuart Mill sostiene atinadamente que no sólo hay que considerar la cantidad sino la calidad y, por tanto, hay placeres superiores como el intelecto, la imaginación, los sentimientos y otros.
Me gustaría saber cuál es la posición de la comisión de bioética
frente a la tesis de Mill. La aplicación pura y dura del utilitarismo es
la más simple, pero también la más deshumanizada y cínica. Lo que me
pregunto es, ¿cómo es posible que la Comisión de Bioética, después de
recomendar dejar morir a determinados pacientes, se pregunte si la
muerte es algo malo? Claro que es algo malo si lo que se está
recomendando es un asesinato. Este es un problema que debería ser
tratado por la Suprema Corte de Justicia.
En todo esto hay un problema de fondo: la política neoliberal
aplicada a la salud y a otros sectores, como la educación, priorizó a la
iniciativa privada y abandonó la función social del Estado. Es por ello
que desde hace mucho tiempo hay una profunda crisis en el sistema
hospitalario.
Por otro lado, la guía no la aprobó el Consejo General de Salud, y la
UNAM se ha deslindado ya, afortunadamente, de su contenido, pero habría
que decir que debido a la presión mediática, ahora el secretario
ejecutivo del Consejo de Salubridad General, José Ignacio Sánchez
Preciado, declara que el documento difundido
era un borrador. Yo lo que creo es que si hubiera sido así se habría difundido y solicitado opiniones de los ciudadanos. Lo que yo creo es que
el borradorrefleja su verdadera posición.
Se podría argumentar que esta situación es inevitable en condiciones
de catástrofe, pero el Estado no puede legitimar tesis como ésta y menos
un gobierno que ha proclamado que
primero, los pobres. Además, el problema ético no se reduce a los ventiladores, sino a todas las necesidades vinculadas a la atención hospitalaria.
Por tanto, la solución del crudo pragmatismo que se traduciría en:
eres útil y joven, mereces que el Estado te salve. ¿Has perdido tus
facultades por la vejez y eres pobre? mala suerte. ¿Eso es humanismo?
¿Es un reconocimiento a los seres humanos que dieron su vida y su
trabajo a la sociedad? ¿Es el reconocimiento a las personas más débiles y
desprotegidas? ¿Es justo que a los médicos se les otorgue el papel de
emperadores en el coliseo romano levantando el dedo para decidir la vida
o la muerte de una persona y no el de salvadores de vida como deberían
ser?
No ignoro que el dilema es difícil, pero debe ser resuelto de otra
manera y esa guía debería ser radicalmente modificada desde otra
perspectiva y con otros criterios.
* Profesor investigador del Departamento de Filosofía. UAM-I
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