Los actos de discriminación
y de agresión contra el personal médico y hospitalario que se han
reportado en diversas localidades de la República se originan por
la angustia que genera este agente desconocido, dijo ayer el secretario de Salud, Jorge Alcocer Varela, en referencia al temor que provoca en la sociedad la expansión del coronavirus.
A su vez, el subsecretario del ramo, Hugo López-Gatell, señaló que no hay razón alguna para considerar
una fuente especial de contagioa médicos, enfermeras y otros trabajadores de la salud, pues
que estén en contacto con los enfermos de Covid-19 no quiere decir que sean la fuente de propagación. El funcionario destacó asimismo que
ellos merecen respeto, pero además son necesarios, indispensablespara el país.
En esta perspectiva, es saludable la medida anunciada por el Gobierno
de la Ciudad de México de reforzar su sistema de denuncias por vía
digital que permitirá iniciar querellas por discriminación y agresiones
contra el personal médico y hacia pacientes afectados por Covid-19, tal
como informaron los titulares de la Fiscalía capitalina, Ernestina
Godoy,y de la Agencia Digital de Innovación Pública, José Peña.
A decir de la fiscal Godoy, su oficina tiene abiertas cuatro carpetas
de investigación relacionadas con ataques contra personal del sector
salud y una por discriminación contra una persona afectada por el
coronavirus.
La grotesca paradoja de las agresiones a médicos, enfermeros y
trabajadores hospitalarios no es con certeza exclusiva de México; ha
ocurrido en otras naciones y, como lo señaló el secretario de Salud,
tienen entre sus causas el miedo irracional a posibles contagios, el
cual nace a su vez de la ignorancia sobre las características de la
enfermedad.
No obstante, para que estas carencias emocionales y culturales se
materialicen en actos de discriminación, o incluso en ataques físicos
directos –como los que han sufrido enfermeras y enfermeros en diversas
ciudades del país– debe existir también una falla en la cultura cívica y
en la ética social.
Esa falla –que es el asunto más preocupante– se ha expresado en otras
circunstancias, como los brotes de xenofobia y racismo registrados en
meses anteriores en el contexto de la llegada de grupos de migrantes al
territorio nacional y, en la medida en que la gran mayoría de las
víctimas son mujeres, está estrechamente relacionada con la misoginia y
el machismo.
Más allá de la tarea necesaria y ardua de erradicar esas miserias de
la mentalidad social, en la circunstancia actual resulta urgente
emprender una campaña educativa focalizada a sectores y lugares en las
que las agresiones son más frecuentes; un caso concreto es el transporte
público concesionado. Debe hacerse entender a las personas con déficit
de atributos civilizatorios que la agresión a secas es inadmisible, pero
hacia quienes pueden salvarles la vida es, además, estúpida.
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