En plena expansión del COVID-19, se aviva frente que dirige torpedos a la línea de flotación de la estrategia nacional contra la pandemia, encarnada por el subsecretario Hugo López-Gatell. Estamos lejos del ejemplo de la oposición portuguesa.
Cuando el líder de la oposición derechista portuguesa, Rui Rio, le ofreció su respaldo al primer ministro socialista António Costa, un observador extraterrestre podría haber supuesto que es lo normal en un planeta en el que avanza un virus asesino. “Yo no estoy cooperando con el Partido Socialista, estoy cooperando con el Gobierno de Portugal, en nombre de Portugal. Es Portugal el que está en el punto de mira”, sostuvo Rio al desearle “coraje, nervios de acero y mucha suerte” a Costa, porque “su suerte es nuestra suerte”.
Pero al continuar su viaje, en cualquier dirección, nuestro alienígena se hubiera llevado una dura sorpresa: el cierre de filas ante el enemigo común no está siendo la norma sino la excepción. Ante la emergencia, lo que políticos y grupos de poder en numerosos países están viendo no es la necesidad de sumar esfuerzos para salvar vidas y limitar el daño económico, sino una oportunidad para sacar provecho propio, caiga quien caiga.
En España, los opositores de derecha Partido Popular y Vox se han puesto como primer objetivo derribar al vicepresidente Pablo Iglesias, de Unidas Podemos, para debilitar al socialista Pedro Sánchez y hacerlo caer después; en Brasil, el presidente Jair Bolsonaro ha decidido que su popularidad está por encima de todo y sabotea las medidas de contención de su propio gobierno y de los gobernadores estatales; en el gran tablero global, Donald Trump trata de evadir la responsabilidad por el mal manejo de la crisis promoviendo mentiras (la de que el SARS-CoV-2 fue desarrollado artificialmente en un laboratorio de Wuhan, del que se habría escapado) para culpar a China, su villano favorito.
En México está ocurriendo lo mismo: el expresidente Felipe Calderón y sus cercanos, la Coparmex, el PAN, Movimiento Ciudadano, varios gobernadores en problemas y algunos medios de comunicación han sacado las hachas de la guerra, dirigiendo torpedos a la línea de flotación de la estrategia nacional contra la pandemia, encarnada por el subsecretario Hugo López-Gatell.
Se rumora, además, que dentro del gobierno podría haber figuras con aspiraciones presidenciales tratando de debilitar a López-Gatell, aunque a falta de evidencias, esto se queda en especulaciones y podría ser parte de las campañas para erosionar a López Obrador.
Contra todos ellos, el presidente ha tenido palabras duras. Pero lo peor estaba sólo por venir: el viernes 17, Televisión Azteca, a través de su presentador Javier Alatorre, dedicó el noticiero nocturno a destruir la credibilidad de las autoridades de Salud, personalizando este ataque sin ambigüedades en el subsecretario, y le pidió a su audiencia de 800 mil hogares que “ya no le crea a López-Gatell”. En otras palabras, convocó a desobedecer las disposiciones del Consejo de General de Salubridad, la autoridad constitucional encargada de conducir el combate a la epidemia.
“Este desacato es particularmente grave y constituye un llamado a la desobediencia civil. Cuestión que debe ser revertida y sancionada de inmediato”, tuiteó el diputado Porfirio Muñoz Ledo, “el gobierno tiene el deber de mantener, hasta donde tope, el orden legal para que no se desintegre la autoridad”.
Esta vez, López Obrador no respondió con una denuncia y un bofetón virtual, como lo ha hecho, por ejemplo, con el diario Reforma, sino que minimizó el golpe: no se lo daban ni TV Azteca ni su dueño, sino Alatorre. Sin dolo alguno, además: “se equivocó mi amigo”.
Por el momento, al menos, evadió el pleito y ofreció la otra mejilla. Frente a él se plantaba Ricardo Salinas Pliego.
LOS GÓBERS REBELDES
El ambiente político ya estaba muy caldeado, con la ofensiva de cuatro gobernadores que amenazan con retirar a sus estados del pacto fiscal federal, y por si faltara algo, con un gobernador de Morena que acusó de mentiroso a López-Gatell.
El tema fiscal es un problema común en países con gran desigualdad como México: las regiones ricas se muestran incómodas por el apoyo que da la nación a las regiones pobres.
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Aunque es un asunto muy viejo, Enrique Alfaro (Jalisco, Movimiento Ciudadano), Jaime Rodríguez “El Bronco” (Nuevo León, sin partido), Miguel Ángel Riquelme (Coahuila, PRI) y Francisco García Cabeza de Vaca (Tamaulipas, PAN), justo pensaron que una crisis mundial de salud en la que México todavía no sabe cómo le va a ir, que exige unidad, coordinación y disposición de recursos, y en la que se le ha formado una tormenta perfecta con el barril de petróleo a precios de remate, el turismo hecho ojo de hormiga y las remesas en jaque por la masiva pérdida de empleos en Estados Unidos, era el momento correcto para plantear un ultimátum para exigir la reforma del sistema fiscal, o llevarse su dinero.
El liderazgo del cuarteto lo lleva Alfaro (ya antes acusó de “traición a la patria” a López-Gatell), quien aspira a ser candidato presidencial pese a que terminó el año 2019 como uno de los gobernadores con menor aprobación de sus paisanos, con 17.9%. Sin embargo, una actitud de mano dura y audaz sería su táctica para ganar proyección nacional.
A esto se sumó una sorpresa: el gobernador bajacaliforniano Jaime Bonilla acusó a la Secretaría de Salud de maquillar sus cifras de fallecidos por la COVID-19, pues indicaba 31 cuando en el estado se conocían 72. José Luis Alomía, director de Epidemiología, le contestó junto a López-Gatell: los estados son los que envían directamente esos datos, si algo falta, es porque Baja California aún no lo ha reportado. Al igual que Alfaro, el morenista Bonilla está en problemas y trata de salvarlos con una huida hacia adelante. Sabe que lo más probable es que la Suprema Corte falle contra su intento de ampliar tres años su periodo de gobierno, y sin duda está molesto porque López Obrador se ha rehusado a apoyarlo. Ahora pasa factura.
CON SALINAS NO ME METO
Faltaba el mayor golpe. Salinas Pliego, dueño de TV Azteca, Total Play, las tiendas Elektra, Banco Azteca, Seguros Azteca, Fundación Azteca y otros negocios, se ha opuesto públicamente a la orden de suspender las actividades económicas no esenciales y les giró a sus empleados la instrucción de seguir trabajando como siempre. En su perspectiva, la economía va primero que la salud y ha atacado las medidas de confinamiento.
Los informes diarios sobre la pandemia, dijo Alatorre el viernes, “ya se volvieron irrelevantes, es más, se lo decimos con todas sus palabras, ya no haga caso a Hugo López-Gatell”.
Siempre dispuesto a enfrentar a sus “adversarios”, esta vez AMLO pareció otro. En un mensaje en video del sábado, hizo como que no vio a Salinas Pliego, a pesar de que Alatorre jamás ha tenido opinión propia y de que el noticiero hizo cinco notas golpeando la estrategia de Salud, que fueron insistentemente replicadas por las redes sociales de la empresa.
En realidad, el presidente no tenía margen de maniobra. Desde su campaña hizo una alianza con Salinas Pliego que fue muy cuestionada, en parte porque se trata de un hombre que ha demostrado no tener escrúpulos en los negocios ni en la política. Pero AMLO lo dejó meterse hasta la cocina de su proyecto.
La Secretaría de Educación Pública, cuyo titular es el expresidente de Fundación Azteca, Esteban Moctezuma, es prácticamente un coto de poder del empresario. Seguros Azteca recibió el contrato para asegurar “todos los bienes muebles e inmuebles” de la SEP.
Lo más delicado, sin embargo, es que el Gobierno Federal le entregó a Banco Azteca, mediante adjudicación directa, el manejo de los principales pagos de los programas de asistencia social. Es por ahí que Salinas Pliego tiene agarrado a López Obrador: en sus manos está entorpercer, interrumpir o descarrilar el flujo de 12 mil millones de dólares de los que dependen millones de personas, justo en el momento en que sufren la crisis económica y más lo necesitan.
Vistos los negocios que ha conseguido en este régimen, no sorprende que, mientras las fortunas de otros multimillonarios pierden con el valor del peso, Salinas Pliego haya subido puestos hasta convertirse en 2020 en el segundo hombre más rico de México y el 106º del mundo, con activos estimados en 11 mil 500 millones de dólares.
Ni que haya adquirido mucho más poder que antes, tanto como para darle un coscorrón al presidente con más votos en la historia de México, sin que éste se atreva a llamarlo por su nombre.
Ni que quiera más y esté dispuesto a provocar el descontrol de la pandemia para lograrlo.
Si nuestro visitante del espacio exterior se hubiera sentido reconfortado ante el gesto de responsabilidad del portugués Rui Rio, al ver de lejos a Salinas Pliego, Calderón, Coparmex, PAN, MC o los góbers rebeldes habría saltado a su nave espacial para escapar de este planeta de locos peligrosos, donde la ambición individual no se detiene ni ante una emergencia global.
@temoris
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