Millones de personas
queremos un cambio radical (de raíz), como lo expresó Andrés Manuel
López Obrador (2018) al ganar la Presidencia, que modifique la situación
indignante de pobreza y marginación que vive una inmensa mayoría de
mujeres y hombres en este país, sobre todo los pueblos campesinos e
indígenas. Pero no sabemos si dentro del gobierno actual, tan diverso y
de múltiples orígenes, todos quieren esta transformación.
Esto lo digo porque estamos a unos días de que inicie la fase de
construcción del primer tramo del Tren Maya y las autoridades
responsables nunca presentaron una manifestación de impacto ambiental
(MIA), mucho menos una social, cultural y arqueológica. Su argumento es
que ya están las vías y que, por tanto, el impacto ambiental ya está
hecho. Sin embargo, este es un proyecto nuevo que implica la edificación
de nuevas vías y 30 estaciones. No obstante, el tren comenzará sin una
MIA del proyecto en su conjunto, que sin lugar a dudas tendrá múltiples
impactos. ¿Esto es parte de la transformación? Sólo conocemos la versión
pública del Análisis costo-beneficios ACB (2020), como si sólo
se tratara de un negocio empresarial. En donde por cierto, se señalaron
riesgos (de liberación de derecho de vía, geológicos, arqueológicos, de
interfase y de demanda, entre otros) que hasta la fecha no conocemos
cómo se van a solventar. Algunos de ellos, con la gran recesión que se
avecina, producto del Covid-19, se podrían intensificar.
Aunado a esto, especialistas que trabajan con el instrumento bursátil
propuesto para financiar parte del Tren Maya, los fideicomisos de
infraestructura y bienes raíces (Fibra), insisten que en este momento no
le ven viabilidad (H. Calzada, Rankia LATAM –2020– y Jorge Castañares,
Xpertha Capital –2020–), no sólo por la crisis económica que viviremos
(ya empiezan a colapsar los Fibra), sino porque hay una gran
incertidumbre sobre la propiedad social. Todavía existe la gran duda de
si la Ley Agraria, permite que los ejidatarios aporten sus
tierras a los Fibra, para ser socios. Desde la perspectiva del
procurador agrario de la nación, Luis Hernández Palacios (2020), esto no
es posible, porque la ley sólo prevé asociaciones agrícolas, ganaderas o
forestales. Pero parece que esto no ha sido escuchado por la autoridad
responsable del Tren Maya. Claro que, como me lo manifestó Castañares
(2020), podrían cambiar la ley para que dicha asociación sea posible,
una práctica que ya vivimos durante los diversos gobiernos neoliberales.
Se argumenta que no hay dinero, y que por eso tiene que arribar la
inversión privada, que no está demás decir que el fondo del problema no
es si hay inversión privada o no, sino el tipo de instrumento
financiero, que sostengo implica la financiarización de la tierra
ejidal. La pregunta es si nada dice y significa la propiedad social.
Recordemos que ésta fue producto de una revolución, que transformó la
estructura agraria (1 por ciento de la población, poseía 97 por ciento
del territorio –Stavenhagen, 1982–). Sé que dirán que el ejido está en
crisis. Sí, porque deliberadamente los gobiernos neoliberales lo
intentaron matar y desaparecer. No lo lograron, 50 por ciento de la
propiedad de la nación sigue perteneciendo a ejidos y comunidades
agrarias (RAN, 2019). En este sentido, la gran preocupación, que también
se manifestó en el proceso de
consulta(ver actas de asambleas), es qué pasará y cuál será el destino de las tierras ejidales, aunado a los impactos ambientales, arqueológicos, culturales que inevitablemente se vivirán por la llegada e incremento de millones de turistas como se proyecta (según el documento de ACB –2020–, se habla hasta de 50 millones de turistas).
Qué hacer ante esto. Los pueblos del sur lo decidirán, pero es
urgente apropiarse, no sólo del proyecto (porque se les prometió que
sería su tren), sino más que nunca, de sus territorios a fin de quelos
especuladores inmobiliarios no se apropien en un futuro de sus tierras,
que insisto, los analistas financieros expresan que esto ocurrirá.
Además, para los empresarios será extraordinario el Fibra, ya que tiene
un beneficio fiscal, la exención de impuesto sobre la renta (Ley del
ISR). ¿Este será el cambio?
El sur tiene que transformarse. La pregunta es si es aceptable, con una visión colonial, que se les debe
llevar el desarrollo. De esto ya se sabe mucho. Es al sur, a donde el Estado mexicano dirigió más recursos para el supuesto
combatea la pobreza (Chiapas es emblemático –ver Presupuesto de Egresos de la Federación, desde 1990–). También en el sur, a lo largo de la historia, se desarrollaron grandes proyectos (madereros, chicleros, caucheros, henequeneros, turísticos), avalados o impulsados por el propio Estado y por las empresas, sobre todo vinculadas al mercado mundial. Así que el sur no es que sea
pobreporque ha estado abandonado, sino más bien es el resultado de un proceso continuo de explotación de sus recursos naturales y de la mano de obra (desde la Colonia), que esperamos no continúe.
*Profesora-Investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco. Autora del libro Minería mexicana en el capitalismo del siglo XXI
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