Lydia Cacho
El presidente Barack Obama impulsa una ley que le daría a él y a sus
sucesores el pleno derecho para detener y encarcelar a cualquier
persona en Estados Unidos sin necesidad de investigación, sin cargos
penales, sin juicio y mantenerla detenida indefinidamente. La ley Acto
de Autorización de Defensa Nacional (NDAA por sus siglas en inglés) ha
sido prohijada bajo la premisa de la guerra contra el terrorismo, pero
en realidad tiene un subtexto de control de Estado sobre la información
que la ciudadanía quiere, necesita y produce para saber lo que sus
líderes políticos y el Sistema hacen y quieren hacer tras sus espaldas.
Los
abogados que defienden esta propuesta presidencial han admitido
públicamente aquí, en Estados Unidos, que gracias a esta ley el
Presidente tendría el poder para encerrar a periodistas, corresponsales
de guerra y activistas de Derechos Humanos que “pongan en peligro la
seguridad nacional por la información que manejan” es decir, que
informen a la sociedad de aquello que el gobierno no quiere que sepan,
como las muertes civiles en Irak, el fracaso de la ocupación en
Afganistán, las negociaciones secretas para apoyar a Israel en la
ocupación/guerra contra Palestina, y la fallida guerra contra las
drogas en México.
La reconocida activista Tangerine Bolen,
fundadora de la organización Revolution Truth (La revolución de la
verdad) ha encabezado una demanda civil en contra de Barack Obama, Leon
Panetta y los ocho congresistas, cuatro demócratas y cuatro
republicanos, que lo apoyan en este despropósito contra la libertad de
expresión e información.
Entre quienes han iniciado el juicio
civil contra Obama está el famoso Chris Hedges, periodista del New York
Times, corresponsal de guerra, ganador del premio Pulitzer y autor de
10 libros; a su lado Kai Wargalla, la mujer que con su Twitter detonó
el movimiento Occupy London. Bolen asegura que ella votó por Obama pero
ahora puede reconocer sus fallas y cómo ha pasado a integrarse al grupo
de poder de quienes por la “guerra contra el terror” son capaces de
justificar asesinatos e invasiones y engañar a la sociedad para que los
avale. Ella está entre los miles de activistas horrorizados ante el
asesinato de casi un millón de iraquíes en una guerra iniciada por una
mentira de George Bush.
De acuerdo con la ley NDAA una o un
reportero que entreviste fuentes de contraste, consideradas como
enemigos por el Estado, pasa a formar parte de los enlistados como
terroristas. Desde que iniciaron esta cruzada los teléfonos y correos
electrónicos periodistas y activistas contra esta ley han sido
intervenidos. Tangerine asegura que a pesar de que su gobierno parezca
haber olvidado la Constitución y la importancia del Debido Proceso,
ella y millones de Norteamericanos no lo olvidan.
Felipe
Calderón lleva años señalando a la prensa libre como enemiga del
Estado, al criticar las estrategias de guerra. Diversos gobernadores
del país han desarrollado leyes que acoten a toda persona, periodista,
o usuaria de redes sociales, que comunique la violencia que acallan los
medios controlados por gobernadores. Es una tendencia global inspirada
en gobiernos adeptos a la nueva ola de militarización encubierta, en la
que Generales de diversos países (muchos de ellos prohijados por
Washington y su intervencionismo), se han convertido en asesores
presidenciales que, en aras de proteger la Seguridad Nacional,
pretenden desarticular a las instituciones que defienden el estado de
derecho, el debido proceso y los Derechos Humanos. No importa si estas
instituciones son firmes como la Norteamericana y británica o débiles
como la mexicana, venezolana o rusa. Ahora más que nunca la libertad de
expresión e información, pilares de las demás libertades, necesitan de
las redes de activistas y periodistas unidas, sólidas, conectadas e
informadas.
Es importante trabajar estratégicamente en la
construcción de la paz, contra el armamentismo que precisa de guerras
para propagar su jugoso negocio. Mientras los más poderosos líderes de
sistemas políticos pretenden involucrarnos, con sus técnicas
distractoras, en batallas violentas, mortíferas, que no hacen sino
desatar la ira y las pugnas fútiles por el poder político temporal,
nuestras libertades pierden peso. Las guerras tienen como propósito
desestabilizar a las comunidades para que estas acepten que el Estado
asuma cualquier medida para imponer la paz que él mismo perturbó. Los
sistemas políticos están en una crisis por obsolescencia que hace a sus
actores más arrogantes que nunca. La arrogancia impulsa a la imposición
y el silenciamiento de la disidencia. Por eso la disidencia, ahora más
que nunca necesita unirse a la libre información.
@lydiacachosi
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