8/15/2012

El “guardadito” en las relaciones de pareja

Mujeres y Salud Mental


Por Alejandra Buggs Lomelí*

México, DF, 15 ago 12 (CIMAC).- En el artículo anterior revisamos algunas de las causas que a través de los años han influido en la dificultad que tienen algunas mujeres para apropiarse de su poder implícito en la generación, manejo y uso del dinero.

En este segundo y último artículo sobre género y dinero, me enfocaré en el papel que juega el dinero en las relaciones de pareja.

Tomemos como punto de partida que el  amor al que llamamos romántico y que representa nuestros proyectos de pareja y por tanto de familia, es el resultado en las mujeres de la creencia arcaica del “príncipe azul” poderoso y protector que vendrá a “salvarnos” y a hacerse cargo de nosotras, no sólo en lo emocional sino también en lo económico.

Quizás pueda pensarse que ésta es una creencia cursi, sin embargo, si somos honestas y honestos este modelo de pareja es el que nos han enseñado a lo largo de la historia, y aprendemos que una relación de pareja debe estar conformada por una mujer generalmente sumisa y dependiente, y por un hombre poderoso, activo y guía, modelo que no ha sido el más adecuado ni para las mujeres ni para los hombres.

Aun cuando esta forma de relación sigue presente en muchas parejas, se están creando otras maneras de establecer vínculos más sanos; con esto me refiero a que afortunadamente poco a poco algunas mujeres nos hemos apropiado del ejercicio de nuestros derechos, y de la posibilidad de defender nuestros intereses en los diferentes ámbitos de nuestras vidas, especialmente en el económico.

Sin embargo, aunque las mujeres empezamos a tener más fuerza para defender nuestros derechos, en ocasiones no comprendemos por qué cuando intentamos conservar el equilibrio con la pareja, esa fuerza se debilita porque nos empeñamos (inconscientemente) en ajustar nuestras necesidades y derechos personales a una estructura de amor tradicional, como consecuencia del aprendizaje adquirido a través de los mandatos de género.

Por lo que resulta incompatible para una mujer que se guía por esos mandatos, negociar la forma en la que quiere establecer su relación de pareja si cada vez que quiere expresar lo que desea, se siente o la hacen sentir calculadora, poco romántica y fría, no encajando con el modelo tradicional del rol de la mujer en pareja.

¿Qué hace que para algunas mujeres establecerse en una relación de pareja sea incompatible con defender sus derechos económicos?

La realidad de la mayoría de las parejas implica una desigualdad en la forma en la que se maneja el dinero, no obstante muchas mujeres somos ya parte del ámbito laboral, nuestro desarrollo profesional sigue subordinado en la mayoría de los casos al proyecto familiar, que implica el cuidado de las y los hijos, de familiares dependientes por vejez o enfermedad, y la responsabilidad de hacer o dirigir el trabajo del hogar.

Lo que quiere decir que aún falta mucho por hacer pese a lo ya logrado, debido a que por un lado todavía no está asumida la autonomía económica de la mujer, ni personal si socialmente, porque dentro de la relación de pareja y familiar su aportación económica es valorada sólo como complemento de la economía familiar.

Por  lo que la aportación que se valora como estable, constante e importante, sigue siendo la del hombre a quien se considera como “cabeza de familia”, aunque afortunadamente de unos años a la fecha son más las mujeres que se identifican como cabezas de familia.

Un dato interesante es que independientemente de los ingresos de cada parte de la pareja, el tipo de dinero que se maneja dentro de la economía familiar está permeado por los roles sexistas, a menos que la pareja haga un esfuerzo por equilibrar sus reacciones ante los mandatos de género.

Clara Coria, psicóloga argentina que ha investigado las problemáticas del dinero, el poder, el éxito, la negociación y el amor desde la perspectiva de género, habla del “dinero chico” y el “dinero grande”.

El “dinero chico” es del que se responsabilizan más las mujeres y representa lo que se consume cotidianamente a nivel doméstico (mantenimiento del hogar, ropa, alimentación, higiene, salud).

El llamado “chico”, el “guardadito” es dinero “invisible”, y por tanto no permite autonomía a la mujer porque no se ve y no tiene un valor reconocido aun cuando a ella le haya implicado mucho esfuerzo generarlo; además es posible que sea un dinero del que
tiene que “rendir cuentas” a la pareja.

El “dinero grande” suele manejarlo el varón e implica decisiones trascendentes  y gastos extraordinarios (vacaciones, inversiones, compras “importantes” como casa, coche), por tanto no pasa inadvertido porque es algo que se ve; quien toma las decisiones sobre cómo utilizarlo es valorado, es autónomo porque se le vincula con la satisfacción y el placer.

Es importante resaltar que la independencia económica especialmente para nosotras las mujeres no sólo la otorga ganar el dinero, es algo que va más allá, es el sentirse con derecho y libertad de generarlo, gastarlo, invertirlo y/o utilizarlo en nosotras mismas.

Podemos concluir entonces que el dinero no es algo superficial; subjetivamente representa tener derechos, elegir vivir y no sobrevivir y, lo más importante, representa la posibilidad de establecer relaciones de pareja más igualitarias, dignas y equitativas, en las que como dice el título del libro de Clara Coria, “El sexo oculto del dinero”, no lastime la relación de pareja.

www.saludmentalygenero.com.mx

*Directora del Centro de Salud Mental y Género, psicóloga clínica, psicoterapeuta humanista existencial y especialista en Estudios de Género.

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