11/15/2013

Belisario y El Chacal




Tomás Mojarro

            ¿Nuevo crimen político? Tal es el encabezado de la nota de prensa donde el matutino del 10 de octubre de 1913, que se publicó en esta ciudad,  manifestaba inquietud y temores en torno a la suerte que hubiese corrido don Belisario Domínguez, el temerario legislador que desde la tribuna del Congreso y en un documento que circuló de manera clandestina se atrevió a cuestionar al presidente del país.

            Esto ocurrió, repito, en 1913, el año en que los golpistasFélix Díaz,  Manuel Mondragón, Aureliano Blanquet y el siniestro espadón Victoriano Huerta perpetraron el cuartelazo contra unos vulnerables Francisco I. Madero y J.M. Pino Suárez, poeta. Hoy traigo memoria del episodio con ánimo de que lo conozcan o recuerden algunos de ustedes, ignorantes u olvidadizos de la historia, porque tenerlo presente: para una comunidad que las desdeña, las lecciones históricas con sangre entran. Sin más. Es por ello que en mi periodismo he formulado para algunos de ustedes la siguiente síntesis:

            Ya nos faltaron al respeto. Ya nos tomaron la medida. Nos vencen por nuestra propia ignorancia y por nuestra propia indolencia nos tornan colaboracionistas del enemigo histórico.

            Aquí transcribo unos párrafos del texto que expone el clima ominoso (crimen, represión y muerte) que se vivía en esta ciudad capital y el resto del patrio territorio hace cien años, cuando a la viva fuerza la bota cuartelera y el espadón se habían apoderado del palacio de gobierno. Otras formas se han aplicado hoy día, cuando se consolida la absorción de México al vecino imperial. Peña Nieto. Reforma energética.  La historia del crimen de sangre contra don Belisario Domínguez, legislador:

            “Cd. de México, 10 de octubre de 1913. No hay noticia alguna sobre el paradero del senador chiapaneco Belisario Domínguez, que fue secuestrado antenoche por agentes de la policía reservada, en sus habitaciones del Hotel del Jardín, situado en las calles de Independencia. Se teme por la vida del legislador que enjuició duramente al general Huerta desde la tribuna del Congreso, y luego en un severo documento público. La Cámara de Diputados, en su sesión de ayer, acordó nombrar una comisión que investigue lo sucedido al doctor Domínguez. Muchos opinan ya que el asunto no se refiere sino a uno más de los crímenes políticos que, a partir del cuartelazo del nueve de febrero pasado, se han venido cometiendo en el país. Recordemos algunos.

            El diputado Gustavo A. Madero y el intendente de Palacio, Adolfo Bassó, muertos en la Ciudadela; el presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez, asesinados en las afueras de la Penitenciaría; un cierto número de personas ejecutadas en las demarcaciones de policía y en los cuarteles, durante lo que ya todo mundo llama decena trágica. Pero hay más casos: el depuesto gobernador de Chihuahua, Abraham González, fusilado en Mapula; el joven general maderista Gabriel Hernández, muerto en la cárcel de Belén; el diputado suplente Néstor Monroy y 17 personas más, asesinados en Azcapotzalco; el diputado Adolfo C. Guiñón, fusilado en San Jerónimo, Oax.; el diputado Serapio Renden, sacrificado en Tlalnepantla; el periodista y poeta nicaragüense Solón Arguello, asesinado en Lechería. Fuentes bien informadas aseguraron que en todos estos casos las órdenes de ejecución provenían de las más altas autoridades del gobierno huertista”.

            Ya para entonce, mis valedores,  don Belisario Domínguez  había caído bajo los plomos de los sicarios del dictador. (La crónica de los horrores sigue después.)

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