No existe conciencia de que trabajan en labores del hogar 2,2 millones de personas, mayoritariamente mujeres, que aportan un valor equivalente al 27% del Producto Interno Bruto
México,
02 abr. 14. AmecoPress/SEMlac.- México se ha negado a firmar el
convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo, que reconoce
derechos laborales a quienes realizan tareas de cuidado y limpieza en
las casas particulares. Tampoco ha definido el salario mínimo
profesional para estas personas, según lo establece la nueva Ley
Federal del Trabajo.
En
realidad no existe conciencia de que trabajan en labores del hogar 2,2
millones de personas, mayoritariamente mujeres, que aportan un valor
equivalente al 27 por ciento del Producto Interno Bruto.
A
las trabajadoras y los trabajadores del hogar no se les considera
sector productivo y el valor de este trabajo, equiparable al que hacen
todas las mujeres en el mundo, es disminuido y considerado de segunda
importancia, hasta por quienes defienden su derecho al trabajo decente
y formal.
El gobierno
señala que no es posible formalizar a estas trabajadoras y trabajadores
y darles seguridad social, médica, controlar o legalizar jornadas de
trabajo o reconocerles su labor productiva, de acuerdo con la
subsecretaria de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación en
México (o ministerio del interior), Lía Limón.
La funcionaria
explicó en el programa Espiral del canal 11 de televisión, el pasado 26
de marzo, que la demanda que dos organizaciones civiles hicieron
momentos antes en ese espacio público, para la firma del convenio, no
se ha estudiado.
Mientas tanto,
el Gobierno del Distrito Federal anunció el jueves 27 que se otorgará
un seguro médico al menos a 100.000 trabajadoras y trabajadores que se
ubican en la capital del país, al adherirse a los postulados del
convenio 189. La iniciativa surgió de la nueva secretaria de Trabajo y
Fomento al Empleo del Distrito Federal, la feminista Patricia Mercado.
En México, 93
por ciento de estas personas, con especialidades en limpieza, planchado
de ropa, lavado y cocina, cuidado de niños y niñas, enfermos,
discapacitados y personas mayores, lo hace con horarios semanales que
van de 33 a 36 horas y salarios marcados por el mercado que oscilan
entre 100 y 450 dólares al mes.
Solo el siete
por ciento vive en los hogares donde trabaja, labor reglamentada en la
Ley, al estilo del siglo XIX, como si se tratara de un asunto
estrictamente privado, más ligado a las relaciones de servidumbre que a
las de trabajo.
Según la
académica Mary Goldsmith Connelly, de la Universidad Autónoma
Metropolitana, quien ha estudiado las condiciones laborales de las
mujeres trabajadoras del hogar, este empleo es considerado tan poco
valioso que no requiere de un contrato, carece de homogeneidad en
prestaciones y no queda claro si incluye jornada, vacaciones u otro
tipo de prestaciones.
Según la
última encuesta de empleo en México, que hace cada año el Instituto
Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), nueve de cada 10
trabajadores domésticos remunerados son mujeres. La edad promedio de
estas es de 40,2 años, y no muy jóvenes como sugieren ONGs que luchan
por sus derechos.
Las cifras del
INEGI sostienen que solo 13 por ciento de las personas que laboran en
los hogares tienen jornadas superiores a las 48 horas semanales y más o
menos 300.000 personas se encuentran en condiciones de semiesclavitud,
sin horarios fijos y con riesgos de hostigamiento y abuso.
Resulta
central para promover los derechos de quienes laboran por salario en
los hogares, la estadística concreta, derivada del Censo de 2010 y de
las encuestas de empleos. Según esas fuentes, casi un millón de
empleados y empleadas del hogar laboran por horas, con tareas precisas
en los hogares, cada día, con muy diversos empleadores, sin relación
laboral o contractual; sin prestaciones y durante jornadas que oscilan
entre 33 y 36 horas a la semana.
Sus salarios
están definidos por un mercado informal y reactivo: por ejemplo, en el
Distrito Federal el salario diario por jornada es entre 15 y 20
dólares, depende de quién emplea, aunque en algunas entidades del país
suele oscilar entre cinco y 10 dólares al día, por jornadas de unas
cinco y siete horas.
En cambio, en
zonas de altos ingresos, las y los trabajadores del hogar suelen
recibir hasta cinco salarios mínimos, aproximadamente 30 dólares al
día.
El estudio del
INEGI señala que 34,6 por ciento percibe un salario mínimo o menos. O
sea, 110 dólares al mes, aproximadamente, que equivale a tres y cuatro
dólares al día o por jornada. Y no existe control oficial al respecto.
El resto gana entre dos y cinco salarios mínimos.
En la
actualidad, la nueva Ley Federal del Trabajo (2013) solo menciona el
trabajo doméstico de quienes viven en los hogares donde trabajan y, por
primera vez, fija una jornada diaria no mayor de nueve horas;
responsabiliza al empleador a pagar una indemnización en caso de
despido y señala que este ha de responsabilizarse de la salud o del
pago por enfermedad de sus empleados.
No señala nada
respecto al trabajo en el hogar por horas o por día, sin vivir en los
hogares. Esa nueva ley también prohíbe claramente y penaliza el
hostigamiento sexual, la discriminación o la negativa a otorgar un
empleo por embarazo, todos temas no difundidos ni conocidos por la
población.
De acuerdo con
la Ley, el trabajo del hogar, por horas, informal, con varias o varios
patrones, podría recaer en lo que se conoce como trabajo por tiempo u
obra determinado. Ahí, señala la economista Mercedes Pedrero, podrían
surgir protecciones al trabajo en el hogar, semejantes a las que
reciben quienes realizan otras actividades que, al final de la vida,
acumularon derechos, incluso para jubilarse.
Las demandas
en las organizaciones civiles, como el Centro de Apoyo y Capacitación
para Empleadas del Hogar, que dirige Marcelina Bautista, hablan en
general de 2,2 millones de trabajadoras, sin transparentar las
diferencias entre quienes viven donde trabajan y la mayoría que labora
por tiempo y obra determinada, con múltiples empleadores y actividades
que requieren capacitación, certificación y promoción.
Bautista
solicitó, recientemente, el reconocimiento de este trabajo y la firma
del convenio 189 a las autoridades del Distrito Federal y hace dos años
que gestiona ante el Congreso de la Nación esa firma, toda vez que el
convenio data de 2011 y existe una campaña internacional para el
trabajo decente de quienes laboran limpiando casas o cuidando a las
familias.
El problema es
que un porcentaje considerable de empleadas en las casas particulares
son jóvenes, indígenas y sin recursos de defensa; reconoció que ha sido
difícil crear un sindicato, como ocurre en otras latitudes de América
Latina, donde 17 millones de mujeres laboran en esta actividad, dijo.
Lo cierto es
que el panorama de estas trabajadoras ha cambiado profundamente. Hace
apenas dos décadas, las empeladas del hogar eran la mayoría de mujeres
que recibían un salario. Hoy día, las mujeres en México representan 34
por ciento de la fuerza laboral en decenas de actividades y muchas de
ellas, de aproximadamente 14 millones, al igual que las trabajadoras de
casas particulares, no tienen ningún derecho, son contratadas por
tiempo y obra determinada, generalmente por tres meses y no acumulan
derechos de jubilación.
Solo dos de
cada centenar de trabajadores domésticos tienen acceso a servicios
médicos como prestación laboral, de ahí la importancia de que en el
Distrito Federal sea el gobierno el que ofrezca ese servicio: del total
de trabajadores domésticos remunerados, 166.986 (7,4%) residen en las
viviendas donde trabajan (trabajadores domésticos de planta).
De acuerdo con
los resultados del cuarto trimestre de la Encuesta Nacional de
Ocupación y Empleo (ENOE 2013), la población ocupada en México sumó más
de 50,6 millones de personas, de las cuales 4,5 por ciento (2,2
millones de personas) desempeña actividades remuneradas en los hogares
clasificadas como trabajo doméstico.
La
distribución de los trabajadores domésticos remunerados, según tipo de
ocupación, se concentra mayoritariamente en el grupo de empleados
domésticos. Esta categoría incluye a los trabajadores que realizan,
principalmente, quehaceres de limpieza en casas particulares, además de
otras actividades complementarias. Este grupo representa 82,9 por
ciento del universo de trabajadores domésticos remunerados y suma 1,8
millones de personas.
La encuesta
encontró que 95 de cada 100 ocupados en esta actividad son mujeres. De
ellas, 85,5 por ciento realiza tareas de limpieza en hogares
particulares, 8,6 son cuidadoras de personas y 4,7 son lavanderas y/o
planchadoras en casas particulares.
Por otra
parte, los hombres ocupados como trabajadores domésticos suman más de
115.000; la mitad de ellos (51 %) ocupados como empleados domésticos,
mientras que 45,1 se ocupan como choferes en casas particulares. Los
hombres choferes suelen haber terminado el bachillerato y algunos de
ellos han hecho licenciaturas y maestrías.
En los últimos 28 años, las crisis económicas han generado cierre de empresas y caída del empleo formal.
El análisis
por sexo y grupos de edad de los ocupados en el servicio doméstico
derriba mitos, pues existe una mayor proporción de hombres en los dos
grupos de edad más extremos, con respecto a las mujeres: 21,9 por
ciento de los hombres trabajadores domésticos tiene 24 años o menos por
solo 15,3 de las mujeres. La proporción de hombres que se ocupan en el
trabajo doméstico y tienen 65 años o más es de 4,8 por ciento, un punto
porcentual más que el de las mujeres, 3,8.
Las y los
trabajadores domésticos laboran, principalmente, en zonas urbanas, y se
concentran, fundamentalmente, en el Estado de México (el de mayor
población y más diversa del país), Distrito Federal, Veracruz, Jalisco,
Puebla, Guanajuato y Michoacán. Estas siete entidades concentran 52,3
por ciento de las y los trabajadores domésticos del país. Las
cantidades menores están en Aguascalientes, Campeche, Colima y Baja
California Sur, todos con menos del uno por ciento.
En junio de
2011, la Conferencia de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)
adoptó el convenio 189 y la recomendación 201 sobre quienes se
desempeñan en el terreno doméstico, que establecen derechos y
principios básicos para este sector y exigen a los Estados miembros que
tomen una serie de medidas con el fin de hacer el trabajo decente una
realidad.
De acuerdo con
la OIT, la actividad doméstica remunerada es una de las ocupaciones con
mayor déficit de trabajo decente y peor calidad del empleo: extensas
jornadas, bajas remuneraciones, escasa cobertura de seguridad social y
alto nivel de incumplimiento de las normas laborales, y México no es la
excepción.
Derivado de
una iniciativa del primer Congreso de Trabajadoras del Hogar, realizado
en Bogotá, Colombia, en 1998, se instauró la Confederación
Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar y, a su vez, se
instituyó el 30 de marzo como el Día Internacional de las Trabajadoras
del Hogar.
Foto: Archivo AmecoPress.
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