John M. Ackerman
El
nuevo Instituto Nacional Electoral (INE) será un monstruo burocrático
que determinará quién ocupa cada cargo de elección popular del país,
desde la presidencia del municipio más pequeño hasta la Presidencia de
la República, incluyendo el jefe de Gobierno del Distrito Federal y
todos los gobernadores, legisladores locales, diputados federales y
senadores. Es entonces de la mayor importancia cuidar con lujo de
detalle el proceso de selección de las 11 personas que fungirán como
consejeros del INE, ya que pronto serán los nuevos virreyes de la
simulación electoral mexicana.
El procedimiento se ha iniciado terriblemente mal. El comité técnico
de evaluación que fue creado para supuestamente dar credibilidad al
proceso de auscultación de los candidatos ha fracasado olímpicamente en
cumplir con su mandato. Las listas de finalistas entregadas por este
comité a la Cámara de Diputados la semana pasada fueron elaboradas de
manera totalmente discrecional y en la más absoluta opacidad. No se han
dado a conocer las calificaciones obtenidas por los candidatos, ni los
criterios para la confección de las
quintetas(grupos de cinco candidatos por puesto vacante) ni las versiones estenográficas de las sesiones del comité o siquiera información mínima sobre las votaciones realizadas por sus miembros.
Las 50 personas seleccionadas de ninguna manera serían entonces las
mejoresde entre los 307 individuos que se postularon para el puesto. Son simplemente los 50 ciudadanos que les hayan caído mejor personal o políticamente a los siete integrantes del comité. Y lamentablemente la mayoría de los integrantes del comité cuentan con poco conocimiento sobre los entretelones del derecho y las instituciones electorales. Asimismo, por lo menos uno de los integrantes, Ricardo Becerra Laguna, mantiene estrechos lazos personales, políticos y profesionales con gran número de los candidatos seleccionados. Las cuotas partidistas del pasado han sido hoy remplazadas por compadrazgos, prejuicios personales y conflictos de interés inaceptables.
El Partido Acción Nacional (PAN) tiene entonces toda la razón en
insistir en incluir al ex consejero electoral Arturo Sánchez Gutiérrez
en la lista de candidatos para ocupar el cargo de consejero presidente
del nuevo instituto electoral. Extrañamente, mientras el
gallode los priístas, Marco Antonio Baños, y el de los chucho-pactistas, Lorenzo Córdova, fueron incluidos en el listado de presidenciables, Sánchez fue colocado hasta abajo en la lista general como candidato únicamente al puesto de consejero electoral por un periodo de tres años.
Tal
acomodo solamente se puede explicar como resultado de la aplicación de
criterios estrictamente políticos o personales. Los conocimientos y la
experiencia de Sánchez Gutiérrez en materia electoral son evidentemente
iguales o mayores a los de Córdova y Baños. La gran cercanía de Sánchez
con Acción Nacional es efectivamente un punto muy importante en su
contra, pero no lo coloca en otra categoría en relación con Baños, cuya
íntima relación con líderes priístas, como Manlio Fabio Beltrones y
Felipe Solís Acero, es ampliamente conocida.
Pero lo que realmente hace falta no es incluir a más compadres y cuadros partidistas en la lista de candidatos
palomeados, sino eliminarlos a todos. Lo que empieza mal termina mal. Hay que aprender de los fallidos procesos de selección de consejeros electorales en 2003 y 2008 que desembocaron en el fraude de 2006 y la compraventa de 2012. De otra manera las elecciones presidenciales de 2018 podrían terminar como un enorme desastre de proporciones históricas.
El proceso de selección de los consejeros del INE ya viola la
fracción novena del acuerdo de la Junta de Coordinación Política
correspondiente, que señala que en todo momento del procedimiento se
debe
garantizar el cumplimiento de los principios de transparencia y máxima publicidad. Frente a esta grave falta, la única opción para intentar salvar la legitimidad del nuevo instituto electoral sería reponer totalmente el proceso a partir del lanzamiento de una nueva convocatoria pública plenamente abierta a la ciudadanía.
En general, la lista de 50 seleccionados está poblada por los mismos
de siempre. Son mayoritariamente ex consejeros, ex magistrados, ex
asesores y ex funcionarios electorales, quienes ya tuvieron su
oportunidad para defender la autenticidad de las elecciones y han
fracasado olímpicamente en su labor. Ellos son precisamente los
responsables de que hoy los comicios no son fiestas cívicas en que se
celebra la expresión de la voluntad popular, sino ejercicios corruptos
en que se consuman los pactos de sangre entre los más potentados del
país.
La democracia mexicana hoy yace muerta en las catacumbas de la
impunidad. No tiene ningún sentido recurrir a los sepultureros de
antaño para iniciar el largo y sinuoso camino necesario para resucitar
nuestro lastimado sistema político. Hacen falta sangre nueva, ideas
frescas y estrategias innovadoras.
Twitter: @JohnMAckerman
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