Ayotzinapa, ¿secuestrados o asesinados?
¿Qué conviene más a eso que llaman: economía nacional?
lasillarota.com
Con
frecuencia no entiendo a los economistas del poder porque eluden la
realidad de los de abajo y para ellos casi nada pasa en la economía
nacional a pesar de los terremotos sociales que vivimos. Ellos tienen
una visión diferente: la dorada, la de una mejoría que ya viene y que
ya viene y no aparece por ningún lado. Parece que les pagan para mentir.
Lo que acaba de decir el ilustre
Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, de que la violencia
relacionada con el narcotráfico de drogas está “amortiguando el
crecimiento”, pareciera una broma, pero esa afirmación suena a burla.
Los salarios simplemente no mejoran y el desempleo no para, ¿cuál
crecimiento? El poder adquisitivo de la mayoría de los mexicanos está
siempre “amortiguado” haya violencia o no.
Sí, desde luego me
responderán los que no están de acuerdo, que la economía no tiene una
varita mágica para que se recupere la situación del país, pero nuestros
gobernantes han puesto a la Nación en “venta de garaje” para alentar la
inversión extranjera, a precio de barata, hasta de regalado con
nuestros recursos naturales y mano de obra, pero nada surte efectos.
La
gravedad de lo ocurrido en Guerrero y la masacre contra 22 personas en
Tlatlaya por soldados mexicanos, como ha reconocido la PGR, aleja toda
posibilidad de inversiones de largo plazo. La inseguridad que azota al
país por la simbiosis de autoridades con delincuencia pone entredicho
cualquier posibilidad de mejora económica.
Las mejores
inversiones empresariales están relacionadas con la industria de la
violencia: incremento de compañías de seguridad privada que
proporcionan escoltas y elementos de seguridad, venta de armas,
aparatos de intercepción, autos y cristales blindados, alarmas,
chalecos antibalas entro otros enseres. Los empleos que abundan son de
policías públicos y privados y hasta del Ejército, claro, de soldado
raso.
Hay estudios que revelan que esa “economía de la
seguridad” crece anualmente a ritmos de 15 a 20% mientras que la
economía nacional apenas si rasga el 2.4 por ciento. Hay empresas que
han aumentado en más del 300% sus gastos de seguridad y ni así se
detiene la violencia.
Gran parte de esas empresas de “seguridad”
operan en forma irregular y muchas de ellas tienen dentro de sus filas
el cimiento de grupos delincuenciales. Sus elementos llegan a saber
dónde viven sus patrones, sus costumbres, dónde estudian sus hijos,
circunstancia que detona los secuestros y más violencia.
La
visión que tiene del país Agustín Carstens es del mundo fantástico,
para él, la violencia tiene graves consecuencias únicamente para las
personas en las comunidades afectadas, “mientras que no es un problema
significativo para los inversionistas en el sistema financiero”. ¡Vaya
manera de ver las cosas! Según este funcionario, el secuestro de los
43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa y los asesinatos cometidos el
26 de septiembre pasado y que tiene en vilo al país, es problema de las
víctimas nada más.
Sin embargo, está percepción de apolillados
economistas como Carstens de que México es el país del “no pasa nada”,
se contradice con la encuesta dada a conocer el pasado 3 de octubre por
un grupo de empresarios en donde se reconoce que los problemas de
inseguridad son el principal obstáculo para el crecimiento económico,
seguida de la política fiscal, la débil demanda interna y la
inestabilidad financiera internacional.
Esta crisis que viven
los de abajo, de la que ni remotamente visualizan economistas de gafas
cortas (los que no ven más allá de sus narices), que obliga a prolongar
jornadas de trabajo sin pago, a laborar en condiciones insalubres,
trato indigno, sobrecargas de trabajo sin límite, despidos constantes y
salarios miserables. Una crisis que conviene a unos cuantos, que viven
otra realidad social.
Esa crisis que viven los “sin trabajo” que
como estrato social crece sin que haya alternativas para ellos, los
enfrenta a dos caminos: La informalidad o la delincuencia, no hay de
otra.
Una escalada de violencia que no se detiene porque también la miseria es creciente.
Mientras
tanto se está a la espera de la respuesta gubernamental de los 43
estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, que por lo prolongado de la
investigación mueve a sospecha.
¿Se maquina una respuesta,
previa consulta con los economistas de gafas cortas, para que cause el
menor impacto económico? ¿Secuestrados o asesinados? ¿Qué conviene más
a eso que llaman: Economía nacional?
Correo: mfuentesmz@yahoo.com.mx
Twitter: @Manuel_FuentesM
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