Un
mes entre el genocidio y el encumbramiento de las tramas del poder, lo
que deja son más certezas, que en vista de las circunstancias víctima
es todo el pueblo mexicano en la represión y asesinato a sus
estudiantes pobres, víctima en la negación del Estado sobre sus
profundas responsabilidades, víctima porque su proceder va contra el
interés colectivo. Burgueses y burócratas políticos han decidido
ocultar la verdad forzando el retorno a la “normalidad institucional”
con la que es viable hacer y deshacer sus arbitrariedades de toda la
vida. El desdén por la verdad frente a las acciones de policías
comunitarias, de organizaciones sociales en la búsqueda de los
desaparecidos, y del sacerdote Alejandro Solalinde; es el extremo de la
arrogancia de estas elites que tampoco se inmutan ni son capaces de
responder a las acusaciones de los estudiantes sobre su evidente
crimen. Tal parece que tienen por objeto desmoralizar al pueblo frente
a su historia, se enorgullecen en golpear a uno de los últimos reductos
de la revolución de 1910-17 en materia educativa.
El aparato
político trabaja con una agenda al margen de la realidad, profesa una
situación virtual con sus propias crónicas marcianas porfiando hasta el
absurdo su tesis de la delincuencia narco. Se le suspenden sus agendas.
Vaga en un manejo discrecional de la vida nacional a su antojo para
beneficiarse de las circunstancias anteponiendo los intereses de un
esquema de dominación instaurado entre unas élites omnipotentes. Pero
en Chihuahua las estudiantes de la Normal de Saucillo y organizaciones
populares les devuelven a la realidad, “¿por qué reprimirnos de
esta manera? Sepan que la inconformidad no es nada más de los
estudiantes, esta inconformidad es de la sociedad y va más allá de
nuestro país, sepan bien que no nos van a callar”.
Mes de
luchas por la conciencia nacional, por el rescate de jóvenes de las
garras asesinas del narco-Estado, por vislumbrar la gran
responsabilidad histórica del cambio social, de ir paso por paso hacia
una conciencia activa, movilizadora en torno al problema de la
violencia represiva, la corrupción, la evasión fiscal, el saqueo
público y privado, la democracia, el Estado y el capitalismo. En todo
el país resuena unánime “¡vivos los queremos!”, el clamor va rasgando hondo problemas sobre problemas acumulados por la opresión y la explotación.
Los políticos acomodan sus estratagemas, ganar tiempo, retardar o
ralentizar el proceso, crear coartadas para evitar ser implicados, ser
o hacerse el tonto, lanzar amenazas a la población, promocionar
cruzadas anticorrupción, prometer justicia, fanfarronear con la
aplicación de la ley, u otras triquiñuelas a que están acostumbrados;
pues todos coinciden en exorcizar un movimiento popular en puerta, de
proporciones sísmicas que altere la correlación de fuerzas.
Mientras tanto Aguirre que alardeó que nadie lo tumbaría, sale por la
puerta chica en una renuncia obligada por las circunstancias del
ascenso de la movilización popular: Lo mismo que la pareja imperial de
Iguala súbitamente fue apresada en un intento del régimen por dar
carpetazo a los problemas sociales. Estos actos son subproductos
también de chanchullos de las elites políticas entre su naturaleza
rapaz, sus supuestos de creerse indispensable para el país y el
tormento por la insurgencia popular. Bastaron demostraciones
contundentes y un primer ultimátum del pueblo para que estas elites se
vieran acicateadas y tomaran estas acciones acomodándose al menor de
los daños, donde descuella la actitud reptante del PRD, a todos les
urge cerrar y enterrar el asunto en otro tipo de fosa burocrática.
Sin romper los compromisos las elites juegan a recomponer sus
relaciones de poder, pese a su ignorancia de la situación “debaten”
sobre los poderes en Guerrero, pues como nada son capaces de arreglar
tienen la ilusión de que esto coloque en una trampa al pueblo, enfriar
el problema y pensar en los tiempos electorales que se avecinan; así se
minimizaría el tema de la descomposición del régimen, pese a las
corresponsabilidades en la fracasada “modernización” del régimen.
La susodicha desaparición de poderes abierta o flexibilizada generará
tal caos administrativo, político y policiaco, que complicará su propia
paz neoliberal, con lo que reforzará misteriosamente al crimen
organizado en su escalada de los poderes públicos. Al PAN le interesa
desgastar a su competencia urdiendo este aventurerismo demagógico; en
tanto el PRI titubea frente a tal medida teniendo cola que le pisen,
sabiendo que degradaría su dominio global del país en que también puede
suscitarse que la población retome una fuerza como fue la APPO 2006; el
PRD no apuesta a esto por obvias razones, bastante cuestionado y
repudiado, lo que le pone en una situación de nuevas concesiones para
reducir los daños que lo comprometen en la masacre, atizando su ruina
política como proyecto reformista. Sus divergencias son por el control,
estas instancias y los poderes públicos ensayan velozmente los
mecanismos de la militarización en Guerrero en la cobertura de lucha
contra el narcotráfico, pero con una línea directa de sofocar la
resistencia popular a modo de apagar el fuego de donde se irradia la
movilización nacional frente a los graves problemas del país.
Con o sin desaparición de poderes, con modalidades de impunidad como la
“renuncia”, la burguesía reclama ya medidas extremas: hundir a Guerrero
en el caos, más violencia por todo el país contra la población,
represión a quienes luchen, violación de derechos humanos y
desapariciones forzadas. Ejército, policía, gendarmería y el narco con
manos libres para delinquir y reprimir hasta hacerse rutina. Estamos
ante un proceso sui géneris de derivas fascistas, de agresión y
criminalización de los derechos sociales, pero también de posibilidades
democrático-revolucionarias que se extienden a todas partes.
Por doquier el mismo estado de cosas en Michoacán, Estado de México,
Veracruz, Tamaulipas, Nuevo León, Jalisco, Zacatecas, Coahuila…, son
los mismos elementos políticos del caos, la pobreza, el despojo, la
prepotencia del poder, una dictadura perfecta en su punto crítico. En
tanto unas versiones se obstinan en ver al Estado como atrasado por sus
formas represivas detrás de los sucesos, el hecho es que resulta
adecuada al capital tal estructura de violencia y tal agonía para la
burguesía y el hegemón yanqui tanto más descollante en su totalitarismo
porque de esta inestabilidad en particular tienen las consecuencias
apetecidas.
Los poderosos y los oportunismos de todos colores
cuentan los pollos antes de nacer, se las ingenian para montarse ya sea
en la línea del Estado o en la “conducción” del proceso de lucha
exaltando sus fuerzas o instrumentos, opacando al resto a menos que se
les subordine. Lo seguro es que los proyectos burgueses han fracasado
incontrastablemente, el marco hegemónico de los actuales grupos de
poder económico y sus partidos políticos enfrentan una crisis seria –
se asienta una crisis del Estado más grave que la desgarradora crisis
de seguridad a la cual comprende– que replantea la lucha de clases y
sus escenarios.
El proceso social y de conciencia marcha con
sus respectivos planes de lucha entre huelgas, mítines, tomas y
marchas, es su deber dotarse de direccionalidad en su propósito por los
cuarenta y tres. Establece herramientas de lucha y organización
independientes del estado en las distintas escalas nacional, regional y
local. Implanta el principio de emancipación frente a un capitalismo y
Estado depredadores de la vida y el trabajo, distanciados del pueblo.
Ayotzinapa nos replantea los reclamos sociales, políticos y económicos
ante la burguesía y sus aparatos, junto al problema de la democracia
popular. Nos alumbra el lugar de la conciencia de clase ante la
dominación burguesa e imperialista. La conciencia política se sujeta a
los intereses de las clases populares en la necesidad del cambio en las
relaciones y naturaleza del poder político-económico, en el tema de la
propiedad de los recursos y la riqueza del país ante unas clases y
mafias capitalistas envilecidas.
Para alcanzar una fase de
desarrollo de la lucha popular sin precedentes las circunstancias nos
convocan a instancias consultivas y direccionales en todas las escalas
del movimiento en general para que se gesten nuevas organicidades,
nuevas unidades y nuevas formas en pro del poder popular y proletario.
Hay que quitar los esquemas automáticos lineales donde de un punto se
llega a otro y todo supone un ascenso fácil ajustado a teoricismos
fuera de la realidad, el proceso es mucho más rico y complejo en su
marcha, pero más sostenible en sus bases.
Para el pueblo y sus
movimientos se trata de una condición inédita, la oportunidad concreta
de elevar las luchas por la transición del país a un nivel de
organización que pueda enfrentar al régimen esbozando una línea
anticapitalista contundente, en ello debe centrar su atención la. En el
mediano plazo se necesitan instancias que aunque diversas, operen en
posiciones semejantes afrontando la política burguesa, que además vayan
recreando una plataforma común de conducción general del proceso
democrático-revolucionario. En cada estado en lucha cabe impulsar los
factores unitarios, no ayuda el que se atribuyan o dictaminen “la
dirección” sino muchas vertientes que impulsarán en sus condiciones las
tareas de acción bajo formas comunales y asamblearias de encabezar la
escalada de la lucha.
El protagonismo recae en el pueblo mexicano, es
la condición indispensable del proceso. A la Asamblea Nacional Popular
entre estas cuestiones cabe plantearse el crear derechos populares
efectivos y la construcción de un organismo que aglutine y conduzca las
distintas luchas populares, forjar una perspectiva y varias instancias
organizativas, o en su caso instancias populares que gestionen los
derechos populares que se logren conquistar, instancias que deben tener
independencia de los órganos del estado, en la toma de decisiones,
apelando argumentos de democracia popular efectiva ante el fracaso de
la democracia electorera representativa
No hay comentarios.:
Publicar un comentario