Guillermo Almeyra
Ante
la posibilidad de un acuerdo que pueda conducir a la reincorporación al
trabajo de los casi 15 mil electricistas que no aceptaron la
liquidación cuando fueron ilegalmente despedidos y resistieron
heroicamente durante un lustro, se imponen algunas observaciones.
La primera y fundamental es que, cualesquiera puedan ser las
intenciones de un gobierno tan o más infame aún que el de del PAN o sus
antecesores neoliberales priístas, la movilización, los sacrificios y
la resistencia política no sólo preservaron la dignidad de los
trabajadores y su sindicato sino que también podrían obtener resultados
como la supresión de los procesos penales, la reconquista del trabajo,
el reconocimiento de la antigüedad en el trabajo para las jubilaciones,
indemnizaciones y la reconquista de los servicios del IMSS.
El gobierno priísta de la oligarquía quiere sembrar ilusiones entre
los electricistas para ganar tiempo, desmovilizar al SME y arrastrar el
problema hasta la prescripción del proceso a principios del año
próximo. Al mismo tiempo, ante la acumulación de movilizaciones
protestatarias, busca soluciones políticamente menos costosas para él
en los frentes estudiantil (sobre todo el IPN) u obrero (SME). Pero en
ambos casos lo que lo obliga a esa táctica defensiva es la tenacidad,
la persistencia, la voluntad de lucha de los sectores más avanzados de
la población y del movimiento obrero. Por eso las movilizaciones no
deben cejar ni hay que desarmar los ánimos dando por seguras
concesiones que el gobierno se ve obligado a prometer, pero con
intenciones de no cumplir o de anularlas en cuanto tenga una relación
de fuerzas más favorable.
Las soluciones de compromiso siempre son hijas de la debilidad. La
oligarquía en el poder y sus partidos (PRI, PAN, PRD) temen la protesta
popular provocada por crímenes feroces como los de Tlatlaya y
Ayotzinapa, por la prepotencia en el IPN, los recortes brutales a la
cultura y la enseñanza, los lazos entre el personal político del Estado
y la fracción más dinámica del capital (que es el narcotráfico), la
corrupción, la impunidad, la terrible falta de justicia. Para esos son
muchos frentes y tratan de apaciguar algunos con concesiones (como en
el caso del IPN) o con promesas (como en el del SME). Los
electricistas, por su parte, tienen un sindicato atípico, poderoso y
combativo pero compuesto hoy por jubilados y trabajadores sin empleo y
sin fuente de trabajo, o sea, un instrumento más político que sindical.
Por otra parte, la lucha sindical (tanto obrera como universitaria)
tiene consecuencias políticas en el campo de la relación de fuerzas
entre opresores y oprimidos pero, por definición, se da dentro del
marco del sistema y de sus instituciones y busca llegar a un punto en
que las negociaciones –mediante concesiones mutuas y un tira y afloja
constante– permitan una
solucióntransitoria y parcial. El combate por la justicia, la democracia, la reorganización del Estado, por el contrario, es político, incansable. El gobierno priísta, por eso, busca apaciguar a obreros y estudiantes en el DF para aplastar una a una las rebeldías en los estados, de los normalistas, los maestros, las autodefensas, las policías comunitarias guerrerenses, las comunidades autorganizadas, es decir, los focos de poder alternativo que nacen en todo el territorio, debilitan su dictadura neoporfirista y amenazan unirse en una gran ola de resistencia civil organizada que derribe a los ocupantes de Los Pinos.
El
Estado mexicano, que en el pasado gozaba del consenso derivado de las
conquistas de la Revolución de 1910 y utilizaba la violencia feroz en
casos aislados o extremos, no tiene ya consenso, no se cubre con el
manto de una Revolución que repudia porque es porfirista, une a las
bandas diferentes de opresores y explotadores (financistas, narcos, narcopolíticos, ladrones)
con el pegajoso pegamento de la corrupción y el crimen y depende
fundamentalmente de la represión, sobre todo ilegal. Al mismo tiempo,
tras entregar los recursos del subsuelo, aplicar el TLCAN que acaba con
los campesinos y con la soberanía alimentaria, robar el agua para el
gran capital y destruir el ambiente con la minería y convertir a
México, integrándolo en la economía de Washington, en una reserva de
mano de obra barata para Estados Unidos, dejó de ser un Estado. Es un
semi Estado, dependiente y sometido, sin política agraria, financiera,
educativa, de investigación y desarrollo propias ni consenso, un mero
grupo de hombres armados, algo así como la China de los señores de la
guerra de los años 30.
El gobierno se apoya en el vacío y sobrevive gracias a la carencia
de una fuerza política alternativa porque una parte de la oposición (el
PRD) no es más que la quinta rueda del carro gubernamental, y otra no
sale del caudillismo y de las utópicas esperanzas en las urnas y teme
organizar la resistencia civil.
Los delincuentes impunes que gobiernan México se apoyan también en
el escepticismo y el cinismo político de amplios sectores de las clases
medias urbanas más atrasadas, que piensan que los obreros son tan
corruptos como los gobernantes y creen que
todos son igualesy que todos los sindicatos, sin excepción, son agentes del gobierno y del PRI, y todas las direcciones sindicales son charras y corruptas.
Cinco años de resistencia abnegada, heroica, y la posibilidad de demostrar que
la lucha paga, muestran que en México existen aún fuerzas morales y clasistas. Corresponde al SME, a la Nueva Central Obrera, a la Organización Política de los Trabajadores, ampliar esa brecha que con tantos otros han creado y cerrar el paso con firmeza y claridad política a las triquiñuelas y maniobras del gobierno. Una victoria será un impulso poderoso a la politización de los oprimidos de todo México.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario