“La
política, como la naturaleza, aborrece el vacío, y si una nueva
izquierda revolucionaria y democrática no responde a la crisis y
necesidades populares, fuerzas nefastas, como se ha visto en muchas
otras partes del mundo, ocuparán ese espacio político para promover sus
propósitos.” — Samuel Farber.
“No
tengas miedo, únete, ¡regresa! Tuviste tu fiesta anti-comunista, y
estás perdonado por ello. ¡Es hora de ponerse serios otra vez!”
— Slavoj Žižek.
La
cacería, matanza y carnicería de 43 estudiantes normalistas en Iguala,
Guerrero, a manos de un narco-alcalde del PRD, protegido por un
(¿narco?) gobernador del PRD, han causado un cambio de época en México.
Un previsible (y necesario) efecto de esta asquerosidad es la
recuperación de un viejo concepto: “política revolucionaria”.
Ha sido este año, 2014, en Iguala, cuando México superó la década de los 1990s.
Como
es sabido, la caída de la Unión Soviética provocó una fiesta en las
filas del capitalismo occidental que duró sin mayores contratiempos
hasta 2008. La razón del festejo de la democracia liberal (ese raro mix
de capitalismo con libertades democráticas) era también conocido: por
fin había llegado el ‘fin de la historia’.
Hace poco Slavoj Žižek recordó esa atmósfera política típica de los 1990s:
“Recuerdo
que cuando Fukuyama publicó su libro sobre El Fin de la Historia, se
puso de moda burlarse de él. Pero en cierto sentido, todos éramos
Fukuyamaistas. Incluso la izquierda, la mayoría de la izquierda, no
estaba planteando las preguntas fundamentales, las grandes preguntas
sobre el futuro del capitalismo o el estado.”
En efecto, en
México, la izquierda socialista se esfumó. Fue devorada por el sector
del PRI que no aguantó el giro neoliberal iniciado por Miguel de la
Madrid y que rompió con el partido oficial para salvaguardar el
‘nacionalismo revolucionario’ de Lázaro Cárdenas bajo la dirección de
su hijo, Cuauhtémoc. La posterior formación del PRD consumó la
digestión de los socialistas en las tripas del priísmo arrepentido.
Aquella generación de socialistas abandonó su política previa, creyó en
el arrepentimiento del ala rupturista del PRI y se plegó a su
(supuesto) giro democrático.
En general, México ha vivido en la
década de los 1990s hasta este año, 2014. Aunque la revancha del gran
capital (el neoliberalismo) se radicalizó, primero con Salinas y ahora
con Peña, causando desde la mayor huida de mexicanos a Estados Unidos
hasta una puerca Guerra contra el Narco, palabras como “capitalismo” o
“socialismo” (no se diga “revolución”) se siguieron viendo con sospecha
en México.
Para comparar, la mayor parte de Sudamérica hace
tiempo superó esos complejos noventeros y el desmontaje del
neoliberalismo se convirtió en un tema político. Este ha sido el
significado de los virajes ocurridos, por ejemplo, en Venezuela con
Chávez o en Bolivia con Morales. Es crucial el debate sobre en qué
medida esos gobiernos han superado el neoliberalismo y en qué medida
han construido un socialismo nuevo y democrático. Mientras tanto, es un
logro de esos pueblos que el terreno ideológico sea ése y no uno como
el de México, donde la política se estructura a partir de términos como
“guerra”, “narco”, “feminicidios”, “Slim”, “petroleras extranjeras”.
¿Qué
cambió en 2014 en México? La izquierda oficial, el PRD, ha quedado
expuesta como lo que es: una farsa. Algo similar puede decirse de
MORENA y del silencio de su líder López Obrador (ex líder del PRD
formado en el PRI) – este partido participa en el gobierno estatal en
Guerrero y ayudó al ascenso del narco-alcalde de Iguala.
El PRD
ya hace mucho estaba perdido como alternativa al neoliberalismo –la
última confirmación de esto fue su integración al Pacto por México, que
permitió a Peña, entre otras cosas, privatizar los campos petroleros
por venir. Ahora el PRD también queda descartado como opción
democrática – hoy comandan ejecuciones colectivas.
México ha
pagado muy caro su vuelta a la realidad. La generación actual tiene el
reto de reinventar la alternativa revolucionaria, socialista. Es hora
de que en la izquierda mexicana nos dejemos de estupideces y pongamos
orden al caos actual.
Ramón I. Centeno es miembro del Partido Obrero Socialista. Twitter: @ricenteno
* Columna publicada el 19-oct-2014 en elbarrioantiguo.com
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