Nunca
en tan poco tiempo hay tanta indignación y rabia popular por el crimen
de Estado perpetrado en Iguala, convertido en un escándalo mundial
evidenciando el autoritarismo y la profunda corrupción gubernamental y
su complicidad con los cárteles de la droga. Peor aún: la impunidad
total de los funcionarios gubernamentales y de los barones
narcotraficantes. Hoy día, nuestro país no puede explicarse cabalmente
sin analizar la historia de la mafia mexicana, coludida, en primer
lugar, con el Estado, con poderosos grupos empresariales locales y
extranjeros y con mafias latinoamericanas y de otros continentes,
especialmente el europeo. Este cártel se ha desenvuelto en un sistema
mundial narco–financiero de una economía casino: La economía global se
riega cada vez más por los narcotraficantes mexicanos. Hay una
creciente complicidad y dependencia de un sistema financiero
internacional donde el dinero parece no oler a sangre y el lavado de
dinero es un excelente negocio, el banco HSBC es buen ejemplo; pero
como bien dice Jean Ziegler: Suiza lava más blanco.
Entonces,
para entender la extrema violencia de México es necesario considerar un
(sub)desarrollo social de barbarie, una de cuyas causas principales es
una economía delictiva, criminal, un “capitalismo armado”. En otras
palabras, este subdesarrollo adquiere características propias de un
lumpendesarrollo social precisamente porque la dinámica del capital en
este país en las últimas décadas se da bajo formas muy violentas,
propiciadas por las políticas neoliberales, conocidas por su intrínseca
perversidad por los graves y cuantiosos daños sociales y ambientales
que ocasionan.
Tanto el escritor y periodista italiano Roberto Saviano
como André Gunder Frank, economista y sociólogo alemán [1929–2005),
contribuyen a una explicación de naturaleza histórica, económica,
política y sociológica de nuestra cruenta realidad. Una de las tesis
más importantes sostenida por Gunder Frank es la del desarrollo del subdesarrollo, hace bastante tiempo constatada fehacientemente en nuestro país; especialmente cuando tenemos una oligarquía bananera,
típica de la región centroamericana hacia arriba, geográficamente
hablando, cuyos representantes políticos prometen el oro y el moro de
un ficticio primermundo, como ha sido el caso del Salinato y los
sucesivos regímenes presidenciales a la fecha. Con la restauración del
PRI los demonios andan sueltos, agravando la violencia social.
Quien empieza a leer CeroCeroCero. Cómo la cocaína gobierna el mundo,
del citado Saviano, entra en un mundo sórdido, estremecedor e
hiperviolento. Es un submundo aflorando terroríficamente y hace ver lo
terrible y saña de lo que son capaces los barones mafiosos. La
dictadura de los cárteles necesita la dictadura perfecta, es
decir, un régimen político muy autoritario, que sin llegar a ostentarse
como una dictadura policiaca–militar, se camufla en una democracia
representativa con la farsa de sus procesos electorales y sus políticos
“representantes populares”, quienes en realidad representan el poder de
una oligarquía, incluido el poder económico y político de una
lumpenburguesía narcotraficante.
Por supuesto, además del propio
Saviano tenemos los magníficos libros de periodistas y escritores
mexicanos como Anabel Fernández [Los señores del narco y México en Llamas: el legado de Calderón], José Reveles [El cártel incómodo y El Chapo, entrega y traición],
quienes, entre otros, también contribuyen a conocer mejor nuestra
realidad patética ¿Quién podría imaginarse hace décadas que esta
literatura periodística sería best seller actual? Dicho sea de paso, en el excelente ensayo del teórico y marxista revolucionario Ernest Mandel [1923–1995], Crimen delicioso. Historia social del relato policiaco,
se demuestra la íntima liga que existe entre la sociedad burguesa y la
literatura policiaca, cuya narrativa retrata fielmente la sociedad
capitalista desde sus mismos “bajos fondos” lumpenes delictivos hasta
las altas esferas del poder económico y político burgués; la naturaleza
violenta del capital es absolutamente criminal desde sus raíces
históricas dando origen desde el siglo XIX a la mafia moderna. “Detrás
de una gran fortuna siempre hay un gran crimen”; escribió Honoré de
Balzac, sentencia muy vigente. A su vez, el viejo Marx, absolutamente
actual, decía que “el capital nace chorreando sangre y lodo por todos
los poros, desde los pies a la cabeza.” El poder y el dinero
sanguinolentos.
Al Capone tenía bajo control el gobierno de
Chicago, y la policía le dejaba hacer y le dejaba pasar, según nos
cuenta el gran Hans Magnus Enzensberger en Política y delito;
de la misma manera los “Guerreros Unidos” tenían o tienen bajo control
al gobierno perredista del estado de Guerrero, de Ángel Aguirre. El
exalcalde perredista prófugo de Iguala, Guerrero, José Luis Abarca, un
verdadero matón mafioso, se queda muy corto comparado con los genocidas
priistas como Díaz Ordaz o Echeverría Álvarez. Pero, volviendo a
Saviano, leemos: “Por primera vez, los capos italianos, los últimos
calvinistas de Occidente, estarían adiestrando a las nuevas
generaciones de mexicanos y latinoamericanos, la burguesía criminal
nacida del narcotráfico, la quinta más feroz y codiciosa del mundo. Una
mezcla dispuesta a controlar los mercados, a dictar la ley en las
finanzas, a dominar las inversiones.
Extractores de dinero,
constructores de riquezas… Si se ignora el poder criminal de los
cárteles, todos los comentarios y las interpretaciones de la crisis
parecen basarse en un equívoco. Ese poder hay que mirarlo, clavarle la
mirada en el rostro, en los ojos, para entenderlo. Ha construido el
mundo moderno, ha engendrado un nuevo cosmos. El Big Bang ha partido de
aquí.”
Casi un mes de la desaparición de los 43 estudiantes, y
Peña Nieto y Aguirre Rivero siguen tan campantes ¡Presentación con vida
de los normalistas de Ayotzinapa!
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