10/24/2014

Política y delito


Nunca en tan poco tiempo hay tanta indignación y rabia popular por el crimen de Estado perpetrado en Iguala, convertido en un escándalo mundial evidenciando el autoritarismo y la profunda corrupción gubernamental y su complicidad con los cárteles de la droga. Peor aún: la impunidad total de los funcionarios gubernamentales y de los barones narcotraficantes. Hoy día, nuestro país no puede explicarse cabalmente sin analizar la historia de la mafia mexicana, coludida, en primer lugar, con el Estado, con poderosos grupos empresariales locales y extranjeros y con mafias latinoamericanas y de otros continentes, especialmente el europeo. Este cártel se ha desenvuelto en un sistema mundial narco–financiero de una economía casino: La economía global se riega cada vez más por los narcotraficantes mexicanos. Hay una creciente complicidad y dependencia de un sistema financiero internacional donde el dinero parece no oler a sangre y el lavado de dinero es un excelente negocio, el banco HSBC es buen ejemplo; pero como bien dice Jean Ziegler: Suiza lava más blanco.

Entonces, para entender la extrema violencia de México es necesario considerar un (sub)desarrollo social de barbarie, una de cuyas causas principales es una economía delictiva, criminal, un “capitalismo armado”. En otras palabras, este subdesarrollo adquiere características propias de un lumpendesarrollo social precisamente porque la dinámica del capital en este país en las últimas décadas se da bajo formas muy violentas, propiciadas por las políticas neoliberales, conocidas por su intrínseca perversidad por los graves y cuantiosos daños sociales y ambientales que ocasionan. 

Tanto el escritor y periodista italiano Roberto Saviano como André Gunder Frank, economista y sociólogo alemán [1929–2005), contribuyen a una explicación de naturaleza histórica, económica, política y sociológica de nuestra cruenta realidad. Una de las tesis más importantes sostenida por Gunder Frank es la del desarrollo del subdesarrollo, hace bastante tiempo constatada fehacientemente en nuestro país; especialmente cuando tenemos una oligarquía bananera, típica de la región centroamericana hacia arriba, geográficamente hablando, cuyos representantes políticos prometen el oro y el moro de un ficticio primermundo, como ha sido el caso del Salinato y los sucesivos regímenes presidenciales a la fecha. Con la restauración del PRI los demonios andan sueltos, agravando la violencia social.

Quien empieza a leer CeroCeroCero. Cómo la cocaína gobierna el mundo, del citado Saviano, entra en un mundo sórdido, estremecedor e hiperviolento. Es un submundo aflorando terroríficamente y hace ver lo terrible y saña de lo que son capaces los barones mafiosos. La dictadura de los cárteles necesita la dictadura perfecta, es decir, un régimen político muy autoritario, que sin llegar a ostentarse como una dictadura policiaca–militar, se camufla en una democracia representativa con la farsa de sus procesos electorales y sus políticos “representantes populares”, quienes en realidad representan el poder de una oligarquía, incluido el poder económico y político de una lumpenburguesía narcotraficante. 

Por supuesto, además del propio Saviano tenemos los magníficos libros de periodistas y escritores mexicanos como Anabel Fernández [Los señores del narco y México en Llamas: el legado de Calderón], José Reveles [El cártel incómodo y El Chapo, entrega y traición], quienes, entre otros, también contribuyen a conocer mejor nuestra realidad patética ¿Quién podría imaginarse hace décadas que esta literatura periodística sería best seller actual? Dicho sea de paso, en el excelente ensayo del teórico y marxista revolucionario Ernest Mandel [1923–1995], Crimen delicioso. Historia social del relato policiaco, se demuestra la íntima liga que existe entre la sociedad burguesa y la literatura policiaca, cuya narrativa retrata fielmente la sociedad capitalista desde sus mismos “bajos fondos” lumpenes delictivos hasta las altas esferas del poder económico y político burgués; la naturaleza violenta del capital es absolutamente criminal desde sus raíces históricas dando origen desde el siglo XIX a la mafia moderna. “Detrás de una gran fortuna siempre hay un gran crimen”; escribió Honoré de Balzac, sentencia muy vigente. A su vez, el viejo Marx, absolutamente actual, decía que “el capital nace chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza.” El poder y el dinero sanguinolentos.

Al Capone tenía bajo control el gobierno de Chicago, y la policía le dejaba hacer y le dejaba pasar, según nos cuenta el gran Hans Magnus Enzensberger en Política y delito; de la misma manera los “Guerreros Unidos” tenían o tienen bajo control al gobierno perredista del estado de Guerrero, de Ángel Aguirre. El exalcalde perredista prófugo de Iguala, Guerrero, José Luis Abarca, un verdadero matón mafioso, se queda muy corto comparado con los genocidas priistas como Díaz Ordaz o Echeverría Álvarez. Pero, volviendo a Saviano, leemos: “Por primera vez, los capos italianos, los últimos calvinistas de Occidente, estarían adiestrando a las nuevas generaciones de mexicanos y latinoamericanos, la burguesía criminal nacida del narcotráfico, la quinta más feroz y codiciosa del mundo. Una mezcla dispuesta a controlar los mercados, a dictar la ley en las finanzas, a dominar las inversiones. 

Extractores de dinero, constructores de riquezas… Si se ignora el poder criminal de los cárteles, todos los comentarios y las interpretaciones de la crisis parecen basarse en un equívoco. Ese poder hay que mirarlo, clavarle la mirada en el rostro, en los ojos, para entenderlo. Ha construido el mundo moderno, ha engendrado un nuevo cosmos. El Big Bang ha partido de aquí.”

Casi un mes de la desaparición de los 43 estudiantes, y Peña Nieto y Aguirre Rivero siguen tan campantes ¡Presentación con vida de los normalistas de Ayotzinapa!

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