“Mi esposo, que es campesino, no permitía que yo trabajara fuera de casa, solo podía coser para vecinos y amistades cercanas, gratis o muy barato. Según él tener un trabajo formal no era cosa de mujeres”, confesó a IPS esta mujer de 63 años.
Ella es una de las beneficiarías por un proyecto de cooperación internacional que incentiva el emprendimiento femenino para aliviar brechas de género en el actual proceso de reforma socioeconómica del país socialista.
Dedicada mayormente al cuidado de su familia de cuatro hijos, Pedroso no contaba con ingresos estables ni conocimientos para sacar partido a sus habilidades hasta que recibió cursos de gestión comercial, planes de negocios, administración y género junto a otras mujeres emprendedoras.
“Me moví hacia
donde estaba el trabajo porque mi hija, hoy con 12 años, no podía pasar
hambre. Luego aprendí cómo vender la cosecha e invertir el dinero”:
enprendedora rural Neysi Fernández.
Gracias a ello, es flamante socia de la Cooperativa de Producción Animal 25 Aniversario de la zona.
El proyecto, impulsado por la organización no gubernamental española ACSUR Las Segovias y la local Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) y con financiamiento de la Unión Europea, favorece con capacitación e insumos a 24 productoras agropecuarias, artesanas y lideresas campesinas.
Cuando el proyecto concluya, al finalizar este año, la experiencia “Incorporación al desarrollo socioeconómico local de las mujeres emprendedoras rurales desde una adecuada perspectiva de género” habrá extendido las opciones de integración local para mujeres tradicionalmente dedicadas a tareas de su hogar en tres provincias cubanas.
Se trata de Artemisa, Camagüey, donde se ubica el pueblo de Florida, y Granma.
“Antes se veía al hombre como principal proveedor y propietario de la tierra, pero ellas han ido reconociendo sus aportes a la economía familiar”, aseguró a IPS la técnica de proyectos Lorena Rodríguez, de ACSUR Las Segovia.
A su juicio, el machismo sigue golpeando la incorporación al trabajo remunerado de las mujeres rurales.
Es el caso de Neysi Fernández, quien buscando un surco para ganarse la vida salió de su natal Yateras, en la provincia de Guantánamo, en el extremo oriental del país, hasta Guanajay, al otro extremo de la isla, en la provincia de Artemisa.
Allí, un familiar le cedió cuatro hectáreas de tierra en las que cultivar yuca (mandioca), malanga (Xanthosoma, ocumo), frijoles, maíz y plátanos (bananos para cocinar).
“Me moví hacia donde estaba el trabajo porque mi hija, hoy con 12 años, no podía pasar hambre. Luego aprendí cómo vender la cosecha e invertir el dinero”, advirtió a IPS esta campesina de 42 años, casada hace cuatro con un obrero.
Investigaciones sociales valoran el acceso de las mujeres al empleo como una de las inequidades más serias del medio rural cubano, donde ellas representan 47 por ciento entre más de 2,8 millones de habitantes, en un país con una población total de 11,2 millones.
El trabajo realizado por esposas e hijas de campesinos en el cuidado de animales, huertos familiares y labores domésticas no es reconocido ni remunerado, transcendió en el Tercer Seminario de Evaluación del Plan de Acción Nacional, realizado en 2013 en seguimiento a la Conferencia Mundial de la Mujer, de Beijing.
Solo 65.993 mujeres están asociadas a la ANAP, que solo representan 17 por ciento de su membresía, según datos de este año publicados en el estatal periódico Granma.
Ellas fueron 142.300 entre más de un millón 838.000 personas ocupadas en agricultura, ganadería, silvicultura y pesca, según datos de la estatal Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) en 2013.
La reforma emprendida por el presidente Raúl Castro desde 2008 para inyectar dinamismo a la deprimida economía isleña incluyó la entrega de tierras ociosas en usufructo por los Decretos Leyes 259, de 2008, y 300, de 2012.
Esto implicaría el despunte de la producción de alimentos en un país donde el 40 por ciento de las tierras cultivadas está en manos privadas, según el Anuario Estadístico de 2013 de la ONEI.
Pero los hombres siguen siendo los principales dueños de los recursos agrícolas como tierras, agua, insumos, créditos y son mayoría entre decisores del ramo.
A falta de acciones afirmativas del Estado para el sector femenino rural, varias organizaciones de la sociedad civil y agencias de cooperación internacional insisten en favorecer un desarrollo local con perspectiva de género.
Con respaldo de la organización humanitaria Oxfam, a finales de año estarán funcionando en 10 municipios del oriente cubano más de 15 emprendimientos colectivos de mujeres, entre ellos una floristería, un salón de belleza, una lavandería, una quesería, varias minindustrias y algunos centros de gestión de microorganismos para la agricultura ecológica.
Con fondos de la Unión Europea, la Agencia Vasca de Cooperación al Desarrollo y la Embajada de Japón en Cuba, estos pequeños negocios contarán con equipamiento y medios de transporte. Además, sus gestoras recibieron capacitación en talleres de autoestima, liderazgo y crecimiento personal.
Según la socióloga Yohanka Valdés, el valor de estos proyectos radica en fortalecer la capacidad de las mujeres desde una lógica favorable a su empoderamiento y en reconocimiento de sus derechos.
“Si existe una oportunidad, los hombres están en mejores condiciones de aprovecharla porque no tienen que cuidar a la familia”, declaró a IPS la investigadora.
Por esta y otras razones, la economista Dayma Echevarría asegura que la mitad femenina llegó en desventaja a la diversificación de actividades del sector no estatal.
A su juicio, en Cuba persisten estereotipos de género que mantienen a las mujeres en el rol reproductivo, como cuidadoras y administradoras del hogar.
En uno de los capítulos del libro “Miradas a la economía cubana” (Editorial Caminos, 2013), Echevarría valora la falta de servicios de apoyo al cuidado como una de las causas de la vulnerabilidad de las mujeres rurales ante el empleo.
Los recientes procesos de entrega de tierra no se tradujeron, según la experta, en oportunidades para impulsar la equidad de género porque no favorecieron la activa participación femenina en el cambio.
Por otra parte, son pocas las cubanas con recursos para desarrollar negocios propios dentro del marco regulatorio establecido.
“Se espera aún por la puesta en práctica de normativas que permitan una inserción más equitativa para todos y todas en las nuevas condiciones laborales y que integren en su visión la mirada de género”, aprecia la especialista.
Cuba ocupa el puesto 15 en el Índice Global de Brechas de Género de 2013, pero en el apartado de participación y oportunidad económica desciende al lugar 66 de las 153 naciones estudiadas.
Editado por Estrella Gutiérrez
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