11/15/2014

Cuando se nos quebraron los ojos


A cada uno la palabra. A cada uno la palabra que le cantó, cuando la jauría le atacó por la espalda A cada uno la palabra que le cantó y quedó helada”: Paul Celan.


lasillarota.com

“¿Quién dice que se nos murió todo cuando se nos quebraron los ojos? Todo despertó, todo comenzó”: Paul Celan.


La pérdida. La pérdida de un hijo. La pérdida de un hijo asesinado con una saña inaudita. La pérdida más absoluta. La innombrable. La infinita. No quiero decir que puedo imaginarlo con todo el corazón y con toda la piel. No puedo. Una se acerca apenas a ese dolor. Vamos temblando, vamos a tientas. Las madres y los padres de los normalistas desaparecidos nos llaman a seguir buscando: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Y esa seguirá siendo la frase que corra las calles, que tome las plazas, que encienda las velas cada noche. Por ellos. Por todas/os.

Vamos temblando y a tientas por la avenida, con esa conciencia de un movimiento ciudadano, horizontal y pacífico, que crece en número de participantes, y que crece en sus demandas.

Temblamos, porque estamos heridas/os.

Porque llevamos años heridas/os.

Porque nos hemos ido sumando miles y miles, y nos seguiremos sumando, hasta que seamos millones. Queremos justicia, queremos paz. Queremos un país sin ciudadanas/os perseguidas /os, acorraladas/os, desaparecidas/os.  Asesinadas/os. Queremos un país donde la explotación, el abuso y el hambre dejen de recibir cartas de “naturalización”.

Queremos un país de ciudadanos con acceso a la educación y a la salud. Queremos un país donde las elecciones no sean una farsa. Un país en donde las causas contra toda forma de violencia se sumen y una no lea el periódico para saber –casi cada mañana- de una adolescente, de una mujer más asesinada.

No son “crímenes pasionales”, no. Se llama feminicidio.

Los asesinatos de personas homosexuales no son tampoco “crímenes pasionales”, no, se llaman “crímenes de odio”.

No, ella no estaba “provocando” para ser violentada y asesinada, no.

No, no son hechos “aislados”, no.

No, los estudiantes de la normal de Ayotzinapa no eran una “banda de narcos”, no.

Esta sociedad en la que el desamor fue creciendo como un animal que devora, y se fue convirtiendo en odio, y el odio en destrucción. La impunidad llama a la destrucción.

¿Cómo construir una sociedad en la que cada ser humano importe y tenga derechos, sea ciudadana/o mexicana/o, o no?

Queremos aferrarnos con nuestras manos y todas nuestras fuerzas a la esperanza de un gran cambio: el comienzo del fin de la impunidad. El comienzo del fin del saqueo material y emocional al que de ninguna manera estamos “condenados”. Queremos un país, en donde los que “estamos cansados de tener miedo”, como dice una de las mantas en las marchas, no tengamos que sentirnos afortunados, porque sólo tenemos miedo.

Y no terror.

Y no el más infinito de los dolores posibles.

Como ellas/os.

Como los jóvenes torturados y asesinados.

Como sus madres y sus padres.

A los corruptos, a los socios encorbatados del narco, tenemos que subirles los costos de sus mentiras y sus infamias, hasta hacérselas imposibles. Tenemos que seguir creyendo en que la construcción de un “nosotros” es posible.  Así de distintas/os a como somos. La pluralidad de un “nosotros” capaz de proyectar objetivos comunes en un movimiento social pacífico, consistente, reflexivo…resistente.

Que no nos desgasten.

Que no nos intimiden.

¿Quiénes incendiaron el metrobús junto a ciudad universitaria?

¿Quiénes arremetieron contra la puerta del palacio de gobierno?


¿Ciudadanos enfurecidos que creen en la violencia como estrategia de lucha?

¿O ciudadanos pagados por el gobierno para reventar un movimiento social que crece?

Una foto que circula en las redes tomada casi al final de los hechos  violentos, muestra a un hombre encapuchado protegido por la policía antimotines. Escondido detrás de ellos. ¿Está detenido?

Estamos esperando que nos digan quién es y porqué estaba allí.

Esa noche, los manifestantes pacíficos se dispersaron.  Nos dicen que las televisoras que no transmitían la marcha, se apresuraron a mostrar la puerta incendiada. En ese momento, cientos de personas a través de las redes sociales comenzó a circular una consigna y una imagen: “Esta es la imagen importante de hoy, no las de la puerta del Zócalo #YaMeCanse #AccionGlobalporAyotzinapa”.


La historia de pocos violentos irracionales convocando a granaderos con su performance, es tan vieja como la represión. Tan parte de ella.

No podemos permitir los actos de vandalismo destinados a inhibir la participación ciudadana y a desvirtuar un movimiento PACIFICO.

Parece una situación condenada a durar todo lo que los atacantes quieran. La otra manifestación ha concluido.

No puedo celebrar una puerta incendiada como “acto simbólico”. El acto simbólico son las velas encendidas por un duelo abierto  y un movimiento social pacífico que necesita  planear y extender sus estrategias.  No puedo celebrar ese supuesto “acto simbólico” (suponiendo que ese haya sido el caso) que intimida y llama –más temprano que tarde si la escalada continúa- a una represión brutal. No quiero mirar esa noche, en la que los guardias no desaparezcan de tan extravagante ¿y conveniente? manera, y el enfrentamiento se dé. Dos personas fueron atendidas de emergencia– esa noche- sobre la plancha del Zócalo.

En Twitter un usuario señala: “¿Se escuchan, están defendiendo una puerta?”, y Álvaro Enrigue responde: “Yo no…estoy defendiendo unos principios”. 

Creo que quien apruebe la violencia como arma de lucha tiene que preguntarse si está dispuesta/o a soportar más horror, en su corazón y en su piel, y en el corazón y en la piel de aquellos a quienes ama. Así de cercano y concretito.  Creo que quienes están dispuestos –en la realidad, y no sólo en las provocaciones del Twitter- son hoy,  poquísimos. Creo que la frase de Salvador Camarena es muy explícita: “La otra manifestación ha concluido”.

La siguiente manifestación, está a punto de comenzar.

Y contra la imagen de una puerta desfondada, escuchemos las voces de los estudiantes de la Escuela Nacional de Música de la UNAM.  

“Va, pensiero”, el coro del tercer acto de la ópera  “Nabucco” de Verdi.
Oh, mia Patria, sí bella e perduta…”


¿Hacia dónde vamos con estos, nuestros ojos quebrados? ¿Hacia dónde vamos en un “despertar” que –esta vez-  no puede dar marcha atrás? ¿Cómo se suman el dolor y las indignaciones para articular un movimiento vastísimo, lo suficientemente vasto y sin tregua, para lograr, no sólo que cada una/o de las/los depredadoras/es caiga, sino –también- colocar los cimientos que construyan un estado de derecho. Un futuro?

Que no nos desgasten, “los caudillos del silencio”.

No nos dejemos solas/os los unos a los otros.
                                        
La conferencia de procurador

La conferencia del procurador Murillo Karam nos dejó demolidos. No es que nada nos llame a creerle, así, por principio. Ya sabemos de las puestas en escena, de los manejos “políticos” indiferentes a la vida y al dolor de las personas.  Pero no me quedó más que creerle, aunque no soporte creerle: todo lo que tiene que ver con el secuestro de los muchachos, la manera en la que los policías-narcos los entregaron a los narcos –quince de ellos ya estaban muertos- le creí a esa minuciosa descripción del asesinato de los que llegaron vivos. La madera, las llantas, el fuego. La frialdad de esas declaraciones de los detenidos durante la “reconstrucción de los hechos”. La espantosa frialdad. “Jóvenes matando jóvenes”, como escribió  Mónica Mateos-Vega en un mensaje por Twitter.

Le creí, aunque no quiera creerle,  aunque me provoque furia contra mí  creerle, porque el padre Alejandro Solalinde, nos habló –mucho antes- de sus asesinatos, de sus cuerpos calcinados y porque la aterradora secuencia de imágenes y datos, no me permitió otra cosa. El discurso del procurador está lleno de omisiones, sí. ¿Quiénes asesinaron a esos quince muchachos que cuando llegaron al basurero ya estaban muertos? ¿Cómo se  tomó la decisión de matarlos? ¿Cuál es la exacta cadena de complicidades? ¿Y el ex gobernador Aguirre? ¿Tres testigos son suficientes?

Las investigaciones y la búsqueda, tienen que continuar con todo. Esperamos los resultados de los laboratorios, y que de veras sean los laboratorios más especializados.

Pero más allá de esa tarde de luto y dolor: respetemos y sigamos el camino que nos marcan las madres y los padres de los desaparecidos: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Quizá algunos de los jóvenes sí están vivos. Quizá no los liberan porque ¿quién quiere liberar las palabras de un testigo? Y que este duelo abierto nos lleve a ser capaces de sumar tantos duelos ignorados y también abiertos que atraviesan México.

Nunca antes vi a un procurador salir a dar la cara con una descripción tan detallada de hechos, a pesar de todo lo que falta por aclarar y resolver. Nunca antes. Es un México terrible, y es  ya un poco, aunque sea muy poco, un principio de otro México.

Lo tuvo que hacer Murillo Karam. No tenía otra opción. Que el procurador haya salido a dar la cara –lo que no es sino su obligación- es el resultado de la presión social hacia adentro y hacia afuera de México.

Lo tuvo que hacer, Murillo Karam, y esa conferencia de prensa que lo dejó tan “cansado”, sin clamor ciudadano, es muy probable que se la hubiera ahorrado.
Se nos quebraron los ojos…

Y miramos más.

Y nos sentimos más fuertes,  ahora que nos sentimos tan desdichados.

Nos sentimos cada vez menos descosidos, menos aislados.

Reflexionar en todas las formas de resistencia pacífica.

Y echarlas a andar.

Denise Dresser en mesa con Carmen Aristegui: “No nos dejemos arrastrar por el río de fatigas”. Los movimientos sociales.



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