La
detención del expresidente municipal de Iguala en nada cambia el
escenario que se estructuró a raíz de la desaparición de 43 compañeros
normalistas y el asesinato de dos más. La orden de represión no provino
de una persona, un empresario, un narcotraficante o un simple criminal,
no, la orden vino de un miembro de uno de los tres órdenes de gobierno
que reconoce la Constitución, vino de uno de los aparatos del estado
burgués mexicano.
Los aparatos de dominación
ideológica de la burguesía monopólica, como siempre, tratan de desviar,
de confundir, de engañar, de manipular, intentando personalizar en una
persona, ocultando la verdad, la represión y los asesinatos fue una
acción del Estado mexicano. Fue una respuesta de Estado al inicio de la
insumisión nacional. El gobierno actual, el sistema de partidos, el
aparato económico, político y social que se ha estructurado para
proteger, garantizar y fomentar la ganancia de los monopolios, ha
mostrado su verdadera cara.
Contrario a lo que escriben,
pregonan y generan los intelectuales de la burguesía y los medios de
comunicación en los que se expresan, el gobierno burgués no está
paralizado, ni arrinconado, ni tiene alternativas de solución. Claro
que si tiene estrategia, naturalmente que tiene definidos objetivos,
acciones y programas. Todos encaminados a mantener, consolidar y
fortalecer el poder de los monopolios.
Su estrategia es
consolidar su poder sobre la base de desestructurar los movimientos
sociales. Sus acciones van encaminadas a desmovilizar, a desarmar a los
trabajadores, a los asalariados, a mantenerlos en la sumisión, a través
de la enajenación que generan sus medios masivos de comunicación. Pero
sobre todo a través de la represión. La desestructuración de los
movimientos populares tiene que ver que el desarrollo de la estrategia
del llamado “crimen organizado”. Este tiene dos caras, por un lado las
bandas del narcotráfico y por otro las guardias rurales, como en el
caso de Michoacán.
Ambos convergen hacia la estrategia de
desestructurar, desmovilizar y reprimir a la organización popular. Y lo
hacen de una manera sencilla, a ojos vista. La tolerancia, que en
realidad es fomento, a la creación y desarrollo de las bandas del
narcotráfico, le ha permitido una válvula de escape económico. El
trasiego de droga, junto con el lavado de dinero, representa el
movimiento de cantidades inmensas de dinero que casi siempre terminan
en los circuitos financieros de las cadenas imperialistas. Así, el
financiamiento a cientos, miles de acciones y programas de
desestabilización que los países imperialistas desarrollan en el mundo,
tienen como base fondos financieros que no tienen necesidad de
comprobar ante sus congresos locales. Esto explica porque los EU
armaron a varias, por no decir a todas las bandas mexicanas, sin
consecuencias legales para quienes lo hicieron, es decir las agencias
norteamericanas (DEA, CIA, etc.).
Por otro lado, al contar con
armamento sofisticado, y tener el “permiso” para usarlas, las bandas
han incrementado su violencia, como las instituciones “son rebasadas”
por esta violencia, se utiliza al ejército. Tener al ejército en las
calles es una estrategia de largo plazo de la burguesía monopólica
mexicana. Sabedora de que la puesta en práctica de las reformas
significaría la oposición de los sectores más golpeados por ellas,
básicamente los trabajadores, los asalariados y la clase obrera, han
previsto con antelación las movilizaciones populares y se aprestan a la
represión a escala. Imponer el camino de las reformas es su imperativo.
Por
lo que corresponde al surgimiento de las llamadas “guardias rurales”,
en realidad son guardias blancas al servicio de los caciques
regionales, estructuradas para reprimir, con el pretexto del combate a
la inseguridad, a las organizaciones populares que se enfrentan al
poder de éstos. Son la otra punta de la pinza que se cierra para
desestructurar las movilizaciones, para infundir temor e inhibir la
organización social contra el poder de los monopolios.
La
estrategia de ligar a los compañeros de la Normal Rural de Ayotzinapa
con una banda criminal de Guerreo corresponde a un capítulo más de la
guerra de baja intensidad que la burguesía monopólica ha instaurado a
través del Estado contra los sectores populares que se han movilizado.
Contra este movimiento han estructurado toda una estrategia para
desaparecerlos, tanto física como institucionalmente. Y esta estrategia
ha tenido su punto culminante con la represión en Iguala.
Sin
embargo, la insumisión se ha instalado como práctica de los explotados,
de los asalariados. Esta nueva fase de lucha ha generado impresionantes
manifestaciones, que demuestran el hartazgo, la insatisfacción, pero
sobre todo la rebeldía y la insumisión de los trabajadores y otros
sectores aliados de la clase obrera. Es cierto, en esta etapa no sólo
con consignas se logrará la unidad y el enrumbamiento del proceso de
estructuración de la lucha anticapitalista, pero son necesarias, porque
reflejan las posiciones, la ideología y la organización de quienes las
formulan.
Las movilizaciones son un laboratorio de aprendizaje
social. La convocatoria, la organización, las consignas, todo es un
aprendizaje cotidiano que ayuda a la estructuración de los movimientos,
que arma el tejido social hacia el desarrollo de una conciencia masiva
de que sí es posible la organización independiente y combativa de los
sectores populares.
Pero también la burguesía y sus aparatos
aprenden de los aciertos y errores nuestros, vigilan a los líderes
tanto los consolidados como los que surgen al fragor de la lucha,
observan y siguen a los sectores más rebeldes y combativos, para,
cuando llegue el momento dejar caer sobre de ellos toda la represión y
a fuerza del Estado. Nosotros tenemos la oportunidad de llevar a la
práctica, de poner a prueba las tesis y acuerdos que hemos tomado y que
nuestras organizaciones y organismos tengan un contacto que los
movimientos de las masas.
La tarea es trabajar en la
consolidación de la estructuración del movimiento. Crear organización y
partido a partir de las reivindicaciones populares. No podemos
quedarnos sólo en las consignas, es decir para nosotros no basta con
exigir la renuncia de tal o cual representante de la burguesía, como
Peña Nieto, de acuerdo, pero sí no enarbolamos las nuestras a la luz de
la teoría que nos nutre, perderemos una gran oportunidad para ayudar a
madurar una organización que permita formas de vigilancia y exigencia
de resultados, primero, para caminar después hacia experiencias
organizadas de poder popular, que se manifestarán en pequeñas
decisiones, pero conforme tengamos la capacidad para hacer avanzar la
organización hacia consignas proletarias, estas pequeñas decisiones se
transformarán en formas de auténtico poder popular.
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