3/11/2017

Mujeres indígenas: ampliar la mira



Magdalena Gómez
La Jornada 
El 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer. En el caso de las mujeres indígenas, hasta hoy, no se da plena cuenta de la complejidad que entraña su pertenencia a un pueblo y la dimensión de género. En los últimos 20 años, las mujeres indígenas, inmersas en la dinámica del movimiento político de los pueblos indígenas, han construido nuevos espacios propicios para la reivindicación de demandas propias en tanto mujeres. Muchas de ellas son similares a las genéricas de toda mujer, pero otras cuestionan, desde dentro de sus pueblos, ciertas concepciones y prácticas avaladas por la llamada costumbre.
Buena muestra de este proceso es el documento que fue presentado ante el Congreso Nacional Indígena con motivo de su creación, en octubre de 1996. En primer lugar, se retomaron los espacios ganados durante la discusión en la mesa de diálogo entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el gobierno federal, por ello se anotó que en la mesa de San Andrés se reconoció el derecho de las mujeres y la necesidad de la paridad entre hombres y mujeres; sin embargo, no fueron consensuados los mecanismos para implementarlos y para hacer efectivo este derecho.
Se destacó que no hay duda de que la mujer indígena cumple un papel productivo y simbólico igual de importante que el hombre; sin embargo, por lo general las mujeres son excluidas de las decisiones públicas y tienen menos derechos que los hombres. Asimismo, se aclaró que las indígenas plantean sus demandas y reivindican sus derechos, no para ir contra su cultura o de su grupo, sino para pensar la costumbre desde una perspectiva que las incluya y no las violente. Al respecto, concluyeron: por eso decimos junto con otras hermanas indígenas organizadas que insistentemente abogan por cambiar la costumbre, que queremos abrir un camino nuevo para pensar la costumbre desde otra mirada, que no sea violatoria de nuestros derechos como personas y que nos dignifique y respete a las mujeres indígenas; queremos cambiar las costumbres siempre que no afecten nuestra dignidad. Insistieron en denunciar la triple opresión que viven las indígenas, por ser pobres, ser indígenas y ser mujeres.
Ya se vislumbraba la perspectiva de sus derechos políticos cuando respaldaron el reconocimiento de la autonomía para los pueblos indios, con garantía a las mujeres de paridad en todas las instancias de representación. Se sumaron al cuestionamiento a la contrarreforma del artículo 27 constitucional exigiendo se modifique para que las mujeres tengan derecho a la tierra, junto al derecho de todos los pueblos indígenas. Podemos apreciar en este documento de 1996 que las demandas se formularon de manera directa, aun cuando si se perfila una concepción al bordar sobre la interrelación entre su pertenencia a los pueblos indígenas y de alguna manera su reivindicación de participación en el proceso político con la situación que viven dentro de esas colectividades en tanto mujeres.
Hoy el movimiento de mujeres indígenas se ha ampliado y diversificado sus agendas. En relación con sus derechos políticos han participado algunas, muy pocas, en diputaciones federales y locales o en los municipios mediante los partidos políticos o en el caso de Oaxaca mediante la elección por usos y costumbres. Esas trayectorias individuales se suman a la agenda genérica de los partidos y buscan introducir alguna demanda propia. Un ejemplo de esta tendencia lo encontramos en el caso de Eufrosina Cruz, zapoteca, quien expresó: vayamos arrebatando más; lo que he entendido en mi experiencia es que si tú no arrebatas, pues no te va a llegar; hace falta sensibilidad en los espacios públicos en la toma de decisiones en todos los rubros, el rezago está en todos los sectores. ( Milenio, 5/3/17)
Este perfil de participación política electoral está emplazado por el Congreso Nacional Indígena (CNI) con respaldo del EZLN, y marcará sin duda un viraje significativo, con la postulación de una mujer indígena como candidata independiente a la Presidencia de la República. Se trata de un cambio radical que será encabezado por una mujer indígena; es en sí mismo una acción afirmativa, que entraña una ruptura con la hegemonía patriarcal de las élites políticas. El otro elemento que constituye un auténtico parteaguas es que esta mujer indígena llevará consigo un programa anticapitalista, lo que marca una ruptura con el perfil de las agendas electorales en curso.

Desde esta óptica cobra sentido lo señalado por el CNI el pasado 1º de enero: “pretendemos sacudir la conciencia de la nación, que en efecto pretendemos que la indignación, la resistencia y la rebeldía figuren en las boletas electorales de 2018, pero que no es nuestra intención competir en nada con los partidos y toda la clase política que aún nos debe mucho…No nos confundan, no pretendemos competir con ellos, porque no somos lo mismo”.
Tal es el desafío.

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