Víctor Flores Olea
En esta época resulta ya lugar comúniniciar un artículo diciendo que el tiempo está lleno de sorpresas y fenómenos inadmisibles. La sorpresa de la semana, ya anunciada pero ahora ejecutada implacablemente por Donald Trump (¿quién otro?), se dio en la reunión del Foro de Cooperación Asia Pacífico (APEC), en Vietnam, ante otros 11 países que decidieron seguir adelante sin Estados Unidos, ya que el dirigente de la potencia decidió dejar la organización multilateral porque, según él, es una fuente de tremendas injusticias y de pérdida enorme de divisas, que cargaría con un déficit comercial enorme en muchos de estos casos.
Naturalmente Trump dijo que en adelante Estados Unidos será mucho más cuidadoso en su participación en este tipo de acuerdos comerciales, y que en principio se opone a ellos. Sorpresa para medio mundo que consideraba obvio que la tajada del león en estas negociaciones se la llevaba Estados Unidos, aunque ahora las cuentas que presenta son muy distintas: pérdidas y no ganancias. El hecho es que el país que se consideraba clave en la globalización comercial da un portazo en la nariz de sus colegas y se retira de las negociaciones multilaterales a las bilaterales, en que esperaría obtener mejores resultados.
Debe resaltarse que, hablando solamente del APEC, quedan sin embargo 11 países (entre ellos México) en activo, varios de los más grandes y ricos del mundo, por ejemplo, China, Rusia y Canadá. En estas condiciones resulta muy difícil hablar del fin del multilateralismo comercial, y más bien pensar en los fenómenos que seguramente se reproducirán como resultado de esa vuelta de timón del mandatario estadunidense.
Queda abierta desde luego la posibilidad de que el fin del multilateraiismo no lo sea, y que se trate simplemente de la expresión de un solo país, con toda la importancia que tiene, y que el resto de los mismos continúe con la globalización como sistema dominante. El presidente de China, Xi Jinping, sostuvo en la reunión que la globalización es irreversible. Otra posibilidad, por supuesto, es que con el paso del tiempo se diversifique en efecto el sistema de la globalización comercial y lleguemos a un punto de iniciativas combinadas que no resulta fácil imaginar en el conjunto.
Habría probablemente otras consecuencias también espectaculares en el plano internacional, por ejemplo un debilitamiento relativo de los organismos multilaterales y una menor presencia de los mismos justamente en el ámbito internacional.
No deseamos especular sin límite sobre los efectos que tendrá esta decisión en el ámbito de las relaciones entre estados, porque tal vez no habría fin, sino más bien señalar algunos otros puntos conflictivos que tienen relación con la vida entre las naciones hoy, y cuyos efectos desastrosos al interior de un número cada vez más grande de países lo sitúan a un nivel de máxima urgencia. Se trata, como se sospechará, del hecho ya masivo a escala mundial del llamado terrorismo, por el que son asesinados, de múltiples maneras, centenares de ciudadanos de todas las creencias e ideologías.
Naturalmente, se ha convertido en un expediente en el que es fácil buscar la culpa en sectarismos religiosos o en problemas políticos externos, descuidando de manera radical e incomprensible los motores internos de ese terrorismo, que de ninguna manera se reducen a distorsiones o a sectarismos. Y, todo indica, tiene que ver con una variedad de problemas personales o colectivos que en un momento estallan de la manera menos convencional.
Sin que dejemos de pensar en los posibles vínculos entre tales estallidos, eventualmente con decenas o centenares de víctimas, y la facilidad con que en Estados Unidos se adquieren armas prácticamente de todo tipo, desde las más elementales hasta las más sofisticadas, propias del ejército y para tareas harto complejas. Y lo que es más grande: que incluso las altas autoridades de Estados Unidos, incluyendo al presidente de ese país, se encuentran, según multitud de evidencias, cercados y paralizados por las mafias plenamente aceptadas, como es el caso del lobby del rifle, con poderes por arriba de la ley desde hace más de medio siglo. Tales son algunos de los principales intocables en Estados Unidos, que es ya urgente investigar y donde se encontraría la explicación de multitud de delitos hasta ahora en un supuesto misterio. Pero no, incluso el envío masivo de armas a México se queda sin la explicación debida, cubriéndole las autoridades las espaldas a los principales centros de poder, incluso mafioso, en Estados Unidos.
Otra cuestión digna de mencionarse, que también está muy lejos de encontrar una vía de solución ni remotamente apropiada, es la de las migraciones masivas en el mundo, que cambian de causa o motivo pero que se multiplican e incrementan grandemente a medida que pasa el tiempo.
¿Sus causas? Las más variadas que sea posible imaginar, pero que se supone son las más recurrentes: pobreza extrema, poder político autoritario y directamente dictatorial. Por eso hoy se espera con razón que las principales fuentes de estas migraciones masivas se encuentren en aquellas regiones del globo donde impera la pobreza, o que hoy son escenarios de cruentos enfrentamientos políticos y persecuciones. Las regiones más pobres del mundo: África, Medio Oriente, con una disminución notable de los países antes comunistas, y seguramente con un incremento importante en los últimos tiempos de parte de Centroamérica o de otros países latinoamericanos, como Venezuela. El hecho simple es que, por variedad de razones, los países en conflicto o con abismales problemas económicos no han sido suficientemente atendidos para resolver algunos de sus problemas claves. Sí, he dicho insuficientemente atendidos, porque prácticamente sin excepción sus dificultades se deben a las invasiones o a la explotación que les aplicaron, a veces durante varios siglos, los países europeos, casi siempre, u otros colonialistas. Nuevamente en este caso, si no se va a la raíz del tema, será muy difícil atenderlo en perspectiva de solución.
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