Emmanuel González Ortega y Mariela Fuentes Ponce*
En México, en promedio, 75
por ciento de la población mayor de 20 años padece sobrepeso y
obesidad. Más de 8 millones de personas sufren diabetes; 15 millones
tienen hipertensión. De la población, 85 por ciento consume
cotidianamente alguna bebida endulzada clasificada como no recomendable.
Estos datos, publicados en la Encuesta Nacional de Salud de 2018,
son un reflejo de los cambios en las políticas económicas globales, la
integración de la inversión y la especulación financieras en la
producción agrícola la cadena alimentaria y el comercio en un solo
mercado –que tienen como marco los Tratados de Libre Comercio (como el
TLCAN y ahora, el T-MEC). La globalización alteró la cantidad, calidad,
costo y la pertinencia de los alimentos disponibles, lo que puede
resumirse como la
Coca-colonizaciónde la alimentación en nuestro país. La autonomía alimentaria cancelada por acuerdo trinacional.
Una dieta de calidad posee cinco características importantes:
variedad, diversidad, pertinencia, moderación, y balance, e implica el
consumo de granos, carne, tubérculos, lácteos, frutas, hortalizas,
aceites y azúcares. Según el informe Eat-Lancet, la producción
mundial de hortalizas (lechuga, pepino, jitomate, frijol, acelga,
calabacita, entre otras) es deficitaria respecto a las necesidades de
consumo de la población (de 300 a 600 gramos por persona al día). En
México, la Secretaría de Salud indica que cada persona debería consumir
diariamente 450 gramos de hortalizas; sin embargo, la producción actual
de este alimento sólo alcanzaría a cubrir 79 por ciento de lo requerido
(Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera, 2018). No
producimos las hortalizas que necesitamos, y aun así se exporta 41 por
ciento; lo que queda para el consumo nacional, sólo cubre 46 por ciento
de la demanda.
Además de condicionar la clase, diversidad y calidad de los
alimentos, el mercado condiciona la disponibilidad y el tipo de insumos
para la producción agrícola; por ejemplo: 95 por ciento de las semillas
de hortalizas en México son importadas (jitomate, cebolla, zanahoria,
espinaca, pepino, etcétera) y son propiedad de empresas semilleras
trasnacionales mediante patentes (Cedrssa). Ésta es una consecuencia
directa de la dinámica de acumulación de capital y de la erosión de la
diversidad agrobiológica, que se manifiesta en las recientes
megafusiones de corporaciones semilleras: actualmente tres
trasnacionales (Bayer-Monsanto, ChemChina, Corteva) controlan más de 60
por ciento del mercado mundial de semillas comerciales y de
agroquímicos, por lo que dependemos de dichas compañías para producir
alimentos.
En México, el desmantelamiento de la Productora Nacional de Semillas
se inició en 1991 con Carlos Salinas de Gortari, y en el 2002, Vicente
Fox le dio un nuevo impulso. Finalmente, el desmantelamiento se concretó
con la promulgación de la Ley Federal de Producción, Certificación y
Comercio de Semillas de 2007, en el gobierno de Felipe Calderón.
En el contexto de la pandemia por Covid-19, se prevé que habrá entre
83 y 132 millones de personas en desnutrición en el mundo, lo cual se
agudizará en la población vulnerable que ya sufre las afectaciones
socioeconómicas por el aislamiento sanitario preventivo. Como situación
subyacente, vivimos el desastre sanitario debido a la imposición de un
modelo nutricional capitalista. La salud de la población está a expensas
de la privatización de los alimentos en las diferentes cadenas de
valor.
Para contrarrestar esto, las universidades y centros de investigación
deben enfocar sus esfuerzos en la generación de semillas de hortalizas y
de otros cultivos de polinización abierta, estableciendo un diálogo
horizontal y cercano con las comunidades rurales y campesinas del país.
Los productores podrían reproducir dichas semillas en el contexto
climático y geográfico local, diversificando la producción agrícola y
rompiendo con la dependencia hacia las compañías semilleras.
Es obligación de las instituciones del Estado velar por la salud de la población mediante la alimentación.
* Departamento de Producción Agrícola y Animal, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco
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