JULIO ALEJANDRO RíOS
En Guadalajara el mercado erótico atrae cada vez más a las adolescentes que ejercen la prostitución; algunas lo hacen para sufragar sus estudios; otras por sentir placer y porque, así lo admiten algunas de ellas, ganan lo suficiente para consumir lo que les gusta. Lo cierto es que la falta de oportunidades laborales y la doble moral son los factores que las orillan a ese tipo de actividades, sostiene el sicólogo de la Universidad de Guadalajara José de Jesús Gutiérrez, quien advierte que, en lugar de satanizarlas, las autoridades deben atender este problema.Jennie es una adolescente delgada y rubia que durante varios meses se dedicó a la prostitución sin que su familia ni su prometido supieran de su actividad.
Pero cuatro días antes de su boda estalló el drama.Ella se iba a casar con Jaime, a quien sus amigos le habían organizado una despedida de soltero que sería amenizada por “dos chicas”, una de las cuales era precisamente Jennie.Cuando llegó al domicilio convenido descubrió que la fiesta era para su novio. De inmediato se alejó del lugar y comenzó a correr como loca por las calles tapatías. Jennie estuvo al borde del suicidio.La depresión le duró varios meses.
Superado el trauma, se reincorporó paulatinamente a sus estudios de administración de empresas, aunque sabe que su vida ya no será la misma. “Tengo un vacío en mi pecho”, dice.Casos como el suyo son frecuentes en los consultorios de la Universidad de Guadalajara (UdeG) en los cuales se proporciona terapia sicológica a los jóvenes que sufren depresión por la doble vida que llevan o por problemas emocionales, declara el jefe del Departamento de Clínicas de Salud Mental del Centro Universitario de Ciencias de la Salud de la universidad, el sicólogo José de Jesús Gutiérrez Rodríguez.
Según el especialista, en los últimos meses el número de jóvenes universitarias que se dedican a actividades relacionadas con el sexo ha ido en aumento. Y apunta: “Uno pensaría que como son universitarias su meta es ser profesionistas, pero por diversos factores ejercen la prostitución”. Dice que una de las causas de ese comportamiento juvenil es la necesidad económica; pero más que eso, “ante la falta de oportunidades y los sueldos bajos, es la dinámica consumista la que empuja a esas jóvenes y a algunos varones a acumular día a día más bienes materiales”.
Jorge “N”, estudiante de una universidad privada, asegura que en los pasillos de las escuelas abundan los rumores de que hay estudiantes que se prostituyen. “Se sabe que trabajan en lugares de categoría donde bailan desnudas o que van a fiestas de solteros”. Él mismo, dice, ha visto a algunas haciendo su show en algún table dance.Los universitarios (mujeres y en menor medida hombres) que se dedican a esas actividades provienen de diferentes instituciones, pero el fenómeno se multiplica más en carreras relacionadas con el ramo económico administrativo y en las escuelas privadas, en las que se batalla para pagar las altas colegiaturas, que a veces llegan hasta los 50 mil pesos por semestre.En el negocio erótico no todas se dedican a lo mismo.
Algunas sólo bailan en algún table dance, pero no se involucran con los clientes; otras llegan al sexo oral; las más atrevidas llegan a acostarse con algún visitante. Y sólo unas pocas buscan una relación estable con quien esté dispuesto a darles una estabilidad económica duradera.La realidad es que la mayoría se dedica a la prostitución de manera descarada; algunas llegan a atender hasta 50 clientes por semana, con ganancias que oscilan entre los 20 mil y los 80 mil pesos, según la categoría de los clientes y los servicios prestados.Denisse, una joven de 21 años, alta, trigueña, con el cabello teñido y delicada figura, se desplaza con naturalidad en un bar exclusivo de Guadalajara donde trabaja como scort (dama de compañía), uno de los eufemismos que se utilizan para clasificar las actividades en el mundo de la prostitución.Ella acepta hablar con el reportero sobre su quehacer.
Se acomoda en un sillón y comienza a relatar que se metió en esto porque el dinero no le alcanzaba para pagar la carrera de mercadotecnia. “La agencia me promociona y se lleva un porcentaje de 40%. Me contactan con clientes elegantes, como gerentes o empresarios, que vienen a Guadalajara y necesitan una dama de compañía”, dice.Admite que el paquete incluye otro tipo de servicios, como masajes, sexo oral y coito. Presume que le ha tocado atender a algún político. “Es un servicio personalizado –dice–, pero sin caer en lo vulgar”.Denisse atiende en promedio 10 clientes por mes y sus ingresos son de hasta 80 mil pesos. Dice que esa actividad le exige una disciplina: “Tengo que ir seis días a la semana al gimnasio, cuidarme físicamente, comer sano, estar al tanto de la moda y verme siempre despampanante, como una reina de belleza”.
Tiempos cambiantesEl investigador José de Jesús Gutiérrez Rodríguez sostiene que la prostitución ya no es como antes. Dice: “Desapareció aquel cabaret, aquel burdel o casa de citas; ahora el punto de encuentro está en bares de alto nivel socioecónomico, en el ciberespacio o en los mensajes de celular”.Según el especialista de la UdeG, “las universitarias tienen la preparación académica para utilizar ese tipo de herramientas tecnológicas y otras más avanzadas. Les permite promocionarse mejor, cobrar más dinero, y no todas trabajan con la lógica indiscriminada, sino que son selectivas con los clientes que eligen”.No todas pueden moverse en ese mundo de élite, admite. “Las menos agraciadas físicamente utilizan estrategias agresivas para promocionarse. Su ventaja competitiva es que cumplen todas las fantasías y cualquier tipo de mórbidas peticiones”.
Tal es el caso de Karla, una joven de 19 años que estudia diseño gráfico. “Empecé en esta actividad desde hace seis meses. Me pagaban muy poco en la imprenta donde trabajaba. Por broma puse un anuncio en internet y en dos días me cayeron tres clientes. Al ver las ganancias me salí de la imprenta y ya me dedico sólo a esto. Además de que el sexo me gusta”, dice.Su preparación universitaria la ayudó a entender que podía tener más ganancias aumentando el número de servicios. Apenas cobra 300 pesos por hora del servicio básico (coito), pero atiende hasta 60 o 70 clientes por mes, lo que le genera ingresos superiores a los 20 mil pesos mensuales.“Esa es la diferencia entre las callejeras y yo. Que puedo promocionarme mejor y encontrar ventajas que otras no explotan”, declara con orgullo.Entre sus tarifas están las siguientes: 700 pesos por masaje, sexo oral y vaginal, 600 pesos el servicio a parejas de hombre y mujer (conocido como orgía o trío) y 800 pesos por acostarse con dos hombres al mismo tiempo y tener doble penetración.
Dice que sus clientes tienen entre 25 y 45 años, aunque algunos son más grandes.“He tenido que hacer de todo. Una vez me acosté con un cliente vestido de mujer. Otra, practiqué el sadomasoquismo, pues el cliente actuaba como perro y yo tenía que ser su ama; yo era la dominatriz, él se humillaba. No sé cómo le hice para no carcajearme frente a él. Algunos son fetichistas, me lamen los pies o quieren que me ponga tacones altos, que me vista de colegiala o de enfermera”, relata Karla.Y advierte que en este negocio no se vale enamorarse. “Si me enamoro pierdo dinero. Hay clientes que me llegan a gustar, pero no por eso voy a dejar de cobrarles”, apunta.Denisse, por sus características físicas, ha robado el corazón de muchos de sus clientes. “Hasta me mandan chocolates y flores –presume–.
Cuando esto llega a suceder, es preferible dejar de ver al cliente”.Riesgos del oficioEl investigador José de Jesús Gutiérrez Rodríguez, el único que ha dado seguimiento a la prostitución universitaria, sostiene: “Hay varias maneras de dedicarse a ese negocio. No se trata sólo de recibir dinero, sino también favores. Algunas chicas consiguen un empleo importante en una empresa u oficina (sic) de gobierno, donde alguien influyente les ayuda a ascender a cambio de sus servicios sexuales”.Asegura que hay incluso quienes recurren a esa práctica para elevar sus calificaciones, ofreciendo favores sexuales a los profesores o directivos escolares.También hay hombres que se dedican al sexoservicio. Algunos bailando como strippers. “A veces tienen relaciones con las asistentes a las despedidas de soltera; otros son gigolós de tiempo completo y ofrecen servicios para homosexuales o bisexuales.
Los hombres son los que menos se dedican a prostituirse, porque una mujer que quiere sexo no necesita pagar, donde quiera encuentra hombres disponibles gratis. Por eso los principales usuarios son gays”, añade Gutiérrez Rodríguez.Quienes ejercen la prostitución saben que ese oficio no puede durar toda la vida, pero algunas insisten en quedarse el mayor tiempo posible en el mercado erótico. “Se cree que duran cinco años en la prostitución. Pero muchas siguen al darse cuenta de las ventajas de la independencia económica y de no tener compromisos. Algunas juran que durarán poco, que su única meta es conseguir un terreno, una camioneta”, dice el investigador de la UdeG.Denisse, por ejemplo, asegura que sólo trabajará dos años más en este negocio. “Terminaré mi carrera, tendré un buen empleo y me casaré. No necesito hacer esto toda mi vida”, afirma.Aunque sea practicada por universitarias, la prostitución tiene bastantes riesgos.
Su educación las hace protegerse de las enfermedades de transmisión sexual, pero sufren violencia física, psicológica o hasta extorsiones, considera Gutiérrez Rodríguez.“Yo lo aprendí a la mala”, afirma Karla, quien prefiere no profundizar en ese amargo recuerdo. Confiesa que un cliente la golpeó, por lo que ahora se niega a realizar trabajos a domicilio.–¿Te gustaría casarte, tener hijos? –pregunta el reportero a Karla.–Me gustaría… Pero no me lo imagino. –¿Por qué?Antes de contestar, se lleva el cigarro a la boca y mientras exhala el humo suelta la respuesta con un dejo de rencor:–Es falso que vas a ser feliz toda tu vida con un príncipe azul. Nadie va a entregar su vida por ti… ¿Por qué habría yo de entregar la mía? No existe la fidelidad. Es un mito. No he conocido ningún hombre fiel…–¿No quisieras mejor dedicarte a tu carrera y ser una profesionista exitosa?–Creo que la felicidad no existe.La manera de ver el mundo cambia para estas chicas.–¿A quién le mientes para dedicarte a esto? –se le pregunta a Denisse.–A mis papás… a mi novio. Ellos piensan que soy modelo.–¿No tienes miedo que te descubran?–La verdad, sí. En mi caso sería horrible. Sé que no lo aceptarían.
El sicólogo de la UdeG agrega que otro de los riesgos es el alcohol y las drogas. Tarde que temprano las jóvenes que ejercen la prostitución, agobiadas por los sentimientos de culpa, terminan por caer en el vicio. Y cuando sus familiares o sus novios las descubren, entonces surge la tragedia.Y concluye: “No satanicemos a quienes se dedican a eso. Esto realmente refleja una problemática. Guadalajara es una ciudad de doble moral. Poderoso caballero es don dinero que todo lo justifica y el comercio del sexo finalmente viene a satisfacer la necesidad del hombre que, por naturaleza, es un ser sexual. Ante esa oferta, hay quienes ven la oportunidad de sobrevivir en medio de la falta de oportunidades laborales. “Esa es una realidad. Ese fenómeno no se tiene que ver desde un punto de vista moralista, sino que es un llamado a las autoridades que no han implementado las estrategias para que la gente encuentre una posibilidad económica digna para desarrollarse. Ese es el verdadero meollo del asunto. Esta sociedad capitalista y consumista que destruye los sueños.” Este texto se publicó originalmente en el suplemento Proceso Jalisco, número 241, que empezó a circular el pasado domingo 21 de junio.
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