Gerardo Fernández Casanova
(especial para ARGENPRESS.info)
Ya en artículos anteriores he expuesto mi opinión política en el sentido afirmativo a la cuestión del voto en las próximas elecciones legislativas; incluso, he expuesto mis razones para votar y hacerlo en el sentido de apoyar al movimiento nacional encabezado por AMLO.
En estas líneas intentaré ofrecer un punto de vista más técnico y presuntuosamente apuntando hacia los aspectos sustantivos de la conformación y la operación del poder legislativo.
Como acostumbro hacerlo, advierto mi nula formación académica en la ciencia política; la única prenda que pudiera exhibir para atreverme a escribir sobre el tema es la de haber sido diputado federal por obra y gracia del dedo superior, sin yo haberlo ambicionado ni buscado, incluso sin haber militado en el partido que me postuló, entonces hegemónico. He sentido en carne propia el peso del desprestigio y eso me ha obligado a reflexionar críticamente sobre el tema.
En efecto, es un lugar común la pésima impresión que la gente tiene del servidor público que ejerce de diputado, así como del cuerpo colegiado en el cual se desempeña; la cámara de diputados. Para tratar de comprender este generalizado fenómeno habría que preguntarse
¿Qué espera la gente del diputado? Las respuestas generalmente quedan en el terreno de la inanidad: que trabaje, que legisle, que me represente o que realice gestiones a favor del distrito, son las más comunes; pero difícilmente pueden profundizar para decir cómo debe trabajar o legislar o representar o gestionar beneficios para su distrito. La realidad es que la respuesta es vaga, no tanto por ignorancia como por razones de error en el diseño de la conformación de la cámara, que es confuso e inasible. Conforme a diseño se vota por una persona física postulada por un partido, pero también al revés, se vota por un partido representado por una persona física.
Lo peor del caso es que se ha pretendido manejar el dilema manteniendo la ambigüedad, en términos de acomodarla a la mayor conveniencia electorera en perjuicio de la cultura política y de la operatividad. Una muestra de lo que digo se observa al analizar el perfil de los candidatos y las características de sus campañas de convencimiento; se privilegia la candidatura de quien pueda resultar simpático a los ojos del elector, sin importar su postulado ideológico, incluso ocultándolo. Así vemos a partidos de izquierda con candidatos de derecha y viceversa; o vemos fortalecida una opción de centro que ni huele ni hiede. Una vez en la cámara, es el partido el que determina, conforme a sus intereses, el sentido de la actuación del diputado.
El legislativo es un trabajo de conjunto en el que la personalidad individual se diluye; se discuten iniciativas de ley y se votan, prevaleciendo la que obtenga la mayoría. También se diluye la demarcación individual llamada distrito; se votan leyes de aplicación general y, supuestamente, de interés general. Al rendir protesta, el diputado es parte de la representación nacional y deja de ser un representante particular de una demarcación geográfica.Ahondando en la confusión, se introduce la figura del diputado de representación proporcional, los llamados plurinominales, que son claramente diputados de partido, pero que la gente descalifica aún en mayor medida, por el hecho de desempeñar una función para la cual no fue votado ni asumió el riesgo de la elección.
Puede decirse que todos los que opinan desde la “posición ciudadana” lo hacen exigiendo la desaparición de la figura. Ignoran, quienes así opinan, que esta figura es la que contribuye a que, en su composición, la cámara se acerque a ser el reflejo cuantitativo de la voluntad ciudadana expresada en las urnas.Mi propuesta es en el sentido de resolver la confusión eliminando la elección de representantes individuales por distrito, para generalizar la elección por listas propuestas por los partidos, adoptando una organización geográfica que impida la concentración de poder en las grandes urbes. La ciudadanía sería convocada a votar concretamente por los postulados partidarios y, sólo en una medida menor, por las personalidades enlistadas.
Desde luego que esta propuesta pasa por una modificación radical al régimen de partidos, comenzando por su apertura a todo tipo de expresiones y la supresión del actual esquema de financiamiento. Mediante esta fórmula es perfectamente factible reducir significativamente el número de diputados.Después de aceptar que mi propuesta es radicalmente contraria a la de la mayoría de quienes se han manifestado al respecto, y de advertir que mi señora madre no tiene la culpa de mis opiniones, me limito a rogarles la oportunidad de profundizar y reflexionar en el debate.
Por cierto, el movimiento popular está convocando a votar por partido, independientemente de personalidades, identificando las opciones que son correspondientes con los contenidos y las estrategias de dicho movimiento. El voto nulo déjenlo para quienes están sometidos al imperio televisivo y que, en su caso, votarían por la derecha.
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