9/03/2009

EL EJERCITO en peligro....


Víctor M. Quintana S.

El Ejército Mexicano está siendo derrotado en Chihuahua. No sólo por el crimen organizado, también por él mismo. A 16 meses de haber comenzado el Operativo Conjunto Chihuahua, la gente se pregunta para qué están aquí los soldados si la delincuencia se ha disparado en todos los órdenes, y muchos mandos y tropa sistemáticamente violan los derechos humanos.

En los primeros siete meses de 2009 el número de ejecutados en todo el estado de Chihuahua fue de mil 626, le siguió Sinaloa con 564. Incluso si se restaran las poco más de mil ejecuciones que hubo los primeros siete meses del año en Ciudad Juárez, el resto del estado de Chihuahua seguiría a la cabeza en esta macabra estadística. Ahora bien, el número de ejecuciones de enero a julio de 2009 superó en 103 por ciento a las habidas en el mismo lapso de 2008, cuando apenas comenzaba el Operativo Conjunto.

En Ciudad Juárez los primeros siete meses del año pasado hubo 688 ejecuciones mientras en los mismos meses de este año, mil 25: las cifras del fracaso. La presencia militar, incluso reforzada, no ha podido disminuir el número de ejecuciones en este estado norteño, sino que las ha incrementado. Como también han aumentado las de secuestros, robo de vehículos, extorsiones y violaciones.

No sólo es la ineficacia en lo policiaco-militar lo que molesta a la población. Es también el desprecio sistemático de las fuerzas castrenses por el estado de derecho. Lo dijo desde el comienzo del operativo el comandante de la región militar: el marro será mi orden de cateo. En 16 meses se han denunciado ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos 592 quejas contra militares. Ha habido también varios asesinatos, como el de tres personas en el retén de Casa Colorada, municipio de Cuauhtémoc, en junio de 2008, o el de una mujer embarazada que fue acribillada en un retén del municipio de Aldama.

Más todavía: al contrario de lo que señala la Constitución, en la mayoría de los operativos los militares no acuden subordinados a la autoridad civil, acompañando a un agente del Ministerio Público Federal. Tampoco informan de los operativos ni de sus resultados. La opacidad es su modo ordinario de actuar: a pesar de un acuerdo unánime del Congreso del estado para concertar una entrevista con el comandante de la quinta Zona Militar y cabeza del Operativo Conjunto Chihuahua no se ha logrado siquiera que éste responda la llamada de la presidencia del Congreso.

Impunidad uniformada: ni el más de medio millar de denuncias formales ni la multiplicación de levantones, torturas, desapariciones, allanamientos de morada, dizque para buscar armas, robos de despensa, etcétera, han conducido hasta ahora a la detención y procesamiento de algún militar siquiera. Los organismos de derechos humanos –la comisión estatal, pues la nacional está ausente para fines prácticos– reciben las quejas, la Procuraduría General de la República recibe las denuncias, pero todo se pierde en el inmenso hoyo negro del fuero militar.

A este paso, el Ejército va a una segura derrota y no sólo militar, también en su imagen y en su presencia moral en la República. Lo que no lograron los estadunidenses en el 47 ni la intervención francesa ni la expedición punitiva de 1914 lo pueden lograr la testarudez de Calderón y obcecamiento de los jefes militares: precipitar a nuestras fuerzas armadas en el desprestigio y rechazo de la ciudadanía.

A no ser que… haya otra hipótesis para leer lo que ocurre en Juárez y en todo Chihuahua. Habría algunos fundamentos para hacerlo: el desproporcionado número de ejecuciones que acá se da, así como el hecho de que el Operativo Conjunto no haya logrado cuando menos contener la delincuencia, como en Baja California y Tamaulipas. Esto puede revelar que en esta frontera no se estaría librando una guerra local contra la delincuencia, sino un primer y ejemplar episodio de una guerra global. Un experimento conducido por los poderes económicos y políticos trasnacionales para combatir a quienes no se ciñen o incluso desafíen el modo de acumulación global: los cárteles de la droga y todo su sistema de acumulación con base en las ganancias del crimen. Una batalla para obligarlos a que se exterminen o exterminarlos mediante grupos paramilitares. Guerra global que, en este caso, implicaría limpiar el espacio de delincuentes y de adictos. Pero llevaría también implícito el control del territorio y la siembra del terror ante eventuales estallidos sociales.

Si es esto segundo, ya no sería la derrota. Sería el fin del Ejército Mexicano.

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