Acusada de abortar, recluida a pesar de tener retraso mental
Las relatoras de la Organización de las Naciones Unidas que investigan el caso de las seis mujeres que fueron sentenciadas a prisión por abortar en Guanajuato, detectaron que una de ellas, Susana Dueñas Rocha, de 20 años, sufre “falta de recursos intelectuales, trastornos psicológicos y retraso y deficiencia mental”.
Susana fue condenada a 25 años por el delito de “homicidio en razón de parentesco”, debido a que el juez determinó que el cadáver de la recién nacida sí respiró, tuvo vida viable, pero la causa de su muerte fue “asfixia por confinamiento”.
Además, Dueñas Rocha tiene “una posible lesión en su hemisferio izquierdo, por lo que obró bajo condiciones donde no tuvo la capacidad para comprender los alcances de su conducta”, indican, al menos, tres peritajes sicológicos.
Sin embargo, el juez omitió los resultados psicológicos.
Incluso, tres peritos urgieron a las autoridades de Guanajuato a brindarle apoyo psiquiátrico a Susana.
Por esa razón, la acusada se ha amparado y solicitado la protección de la justicia federal.
MILENIO tiene copia de la averiguación previa 294/2004/AJ5, de la que se desprende en todo momento negó haber matado al bebé.
No obstante, el Ministerio Público nunca se salió de su guión: “La menor, en lugar de haber recibido un mínimo de respeto, cariño y amor, incluso un mínimo de salvaguarda a sus propios bienes jurídicos por la persona que le dio la vida y que por ley tenía esa obligación, recibió la conducta fatal de terminar con su existencia y realizó los actos necesarios para quitársela”.
El caso de Susana inició el 10 de febrero de 2004, cuando María de los Ángeles González Yebra y Martha Laura Beltrán Aranda, jefa de enfermeras y trabajadora social, respectivamente, de la clínica del IMSS número 10 de Guanajuato llamaron al MP porque “estábamos ante un caso dudoso”, ya que Susana acudió al doctor por desgarre perinatal.
Como pocas veces, los agentes llegaron a la clínica e interrogaron a Dueñas, pese a que su vida en esos momentos corría peligro, debido al parto repentino.
Mientras la interrogaban, el médico legista de la Procuraduría de Justicia de Guanajuato, Juan Andrade Rodríguez, la obligó a abrir las piernas para fotografiar su vagina y demostrar el desgarre perineal “de ocho por siete centímetros, apreciándose salida de material chocolatado”.
Ante las preguntas de los peritos y agentes del MP, pero sin la presencia de un abogado defensor o alguien de su confianza, Susana declaró: “Yo no me provoqué que se me viniera el bebé, sólo que ese día me dolía el estómago y la espalda y cuando fui al baño se me vino el bebé y cayó de cabeza al baño”.
Ofreció detalles: “Mi novio Jesús Jasso Gutiérrez y yo comenzamos a tener relaciones sexuales desde mayo de 2003 y en agosto del mismo año me doy cuenta que estoy embarazada… eso se lo dije a mi jefa en el trabajo, Rosalba Delgado, y a mi única amiga le pedí que cuando naciera mi bebé me diera oportunidad de irme a vivir con ella a su casa. A mis padres no les dije nada por temor a que me corrieran, me regañaran o me castigaran”.
Un día antes del parto repentino, Susana sintió fuertes dolores en el estómago, por lo que su mamá la llevó con el médico Marco Antonio Torres Morales, amigo de la familia, quien le recetó medicamento para el dolor y la infección estomacal.
Pero esa noche, cuando estaba por dormir, ya no soportó más el dolor y fue al baño pensando en alguna diarrea. Pero al estar sentada en la taza del escusado “sentí que se me salió el bebé; traía mucho cabello; también se me salió la placenta y cuando se me salió el bebé se cayó a la taza del baño”.
“Luego me fui a mi cuarto para tomar una bolsa de plástico color verde… saqué de la taza al bebé; utilicé un trapo para limpiarme… no escuché que el bebé haya llorado ni tampoco que se moviera por lo que yo pensé que había nacido muerto”, relató a los funcionarios de la Procuraduría.
Después los agentes fueron al río Guanajuato donde Susana les dijo que había tirado a su bebé y sin pudor alguno volvieron a la clínica del IMSS para mostrarle a su bebé con el fin de que lo reconociera.
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