8/30/2010

Calderón: contradicciones



José Antonio Crespo

Pide que le digan qué tendría qué cambiar. Es una pregunta que debió hacer antes de iniciar un combate.

En las diversas entrevistas que ha dado Felipe Calderón a propósito de su Informe presidencial, la mayor parte de la conversación se centra en la guerra entre el crimen organizado y el Estado desorganizado; y, cómo no, si es un desastre nacional. Dice Calderón: "Sólo cuando cambiemos las instituciones de seguridad y de justicia podremos darle la vuelta, como se necesita, a este tema de la seguridad". De acuerdo, y por lo mismo, la primera etapa de la lucha contra el crimen organizado debió haber consistido justo en eso. Haber lanzado una embestida frontal a los cárteles sin haber saneado primero las policías y el sistema de justicia, es como haber ido a la guerra sin fusil, como haberla iniciado antes de revisar si la pólvora estaba seca, si los cañones estaban aceitados, si había suficientes municiones, si hay gasolina para los tanques. Si te enteras de que nada de eso estaba listo, ya en plena balacera, pues prácticamente las probabilidades de triunfo son mínimas.

Se queja Calderón: "Hay gente que. con mala leche, dice: ¡Ah!, la lucha de Calderón, la guerra de Calderón. No, señores, no es mi asunto". En efecto, el problema no es de Calderón, es del país. Lo que sí es de Calderón es la estrategia a la que se lanzó con precipitación, improvisadamente, sin planearla detenidamente, sin consultar con expertos (al menos los que le dijeran la verdad y no lo que quería oír), sin consensuarla con otros partidos y poderes formales. Por eso ahora otros partidos lo dejan asumir el costo de su política, sobre todo cuando, inmediatamente después de los Diálogos, concluye que no modificará la esencia de la ruta que eligió. Lo que sugiere que sólo quiere compartir los costos, no cambiar su estrategia.

Dice Calderón: "No sé cuánto vaya a durar (la guerra), no sé cuánto tiempo puedan (los cárteles) seguir reclutando gente, pero sé que no puede ser indefinido. Tienen finita su capacidad de reclutamiento, su capacidad de armamento, su capacidad de operación, porque los hemos golpeado severamente". Si el éxito de la estrategia depende de que los cárteles ya no tengan capacidad de reclutamiento, ni capacidad de armamento, está muy, pero muy lejos, pues mientras tengan el dinero para ello (y lo tienen) no hay para cuándo. Si no reclutan a ninis, entonces incorporan -bajo amenaza- a indocumentados centroamericanos. Y mientras llega el momento en que no puedan seguirlo haciendo (suponiendo que tal posibilidad existe), los costos sociales, humanos y económicos para el país se incrementan geométricamente, como lo hemos podido testificar estos cuatro años.

Calderón asegura que eso pasó en Colombia: "Este proceso de autodestrucción generó un debilitamiento estructural de los grandes cárteles, que primero se fueron atomizando". Aquí hay una paradoja: se dice que en México la violencia entre cárteles se inició porque los grandes capos se empezaron a pelear y dividir, pero que el éxito en Colombia fue porque los grandes cárteles fueron atomizados, es decir, exactamente a la inversa. ¿Cuál razón es la buena? Y cabe preguntar, si en Colombia ya hay tantos cárteles menores y atomizados, ¿porqué allá no se pelean a muerte como acá? Respuesta: porque hay acuerdos de no agresión entre ellos, probablemente propiciados y aceptados por las autoridades.

Afirma Calderón (a propósito del asesinato del alcalde de Santiago, Nuevo León, a manos de su policía): "El día en que tengamos policías estatales y municipales. confiables y fuertes, ese día le vamos a dar la vuelta al problema de la criminalidad". Pregunta, aun cambiando la policía en todos sus elementos, ¿cuánto tiempo se requiere para que los nuevos se corrompan, ante los cañonazos de narcodólares? ¿Cómo evitar su corrupción o infiltración, dado el enorme poder económico y bélico de los cárteles? ¿No era más racional minar primero ese poder de los cárteles, para lo cual casi nada se ha hecho?

Pregunta Calderón: "Es muy irresponsable decir: saca al Ejército de las calles. Muy bien, yo lo saco, ¿y quién va a cuidar a la gente?" Buena pregunta, quién. Porque el Ejército no lo está haciendo. No lo hizo en Ciudad Juárez ni lo está haciendo en Nuevo León ni en Tamaulipas. El Ejército también está rebasado por esa "ridícula minoría", además de causar bajas a la ciudadanía. No enfrenta una guerra convencional, sino una de guerrillas y terrorismo, para lo cual no está preparado. Pide Calderón que le digan qué tendría qué cambiar. Es una pregunta que debió hacer antes de lanzarse a un combate cuyos riesgos y características evidentemente desconocía

El Presidente, reprobado

Si la evaluación de la Presidencia de Felipe Calderón se realizara sobre lo que cumplió de los 10 compromisos par
a “transformar a México de fondo” que hizo hace un año, se puede decir que reprobó. En su tercer informe de gobierno dijo: “Lo que propongo es pasar de la lógica de los cambios posibles, limitados siempre por los cálculos políticos de los actores, a la lógica de los cambios de fondo que nos permitan romper las inercias y construir, en verdad, nuestro futuro”. No sucedió. Los avances fueron limitados y el futuro que se construyó fue el de la confrontación.
Calderón presentó esos
compromisos que le darían cuerpo y contenido a su gestión. En dos (cobertura universal de salud y reforma regulatoria de acuerdos o reglamentos) se puede afirmar que los cumplió sin cortapisas; en otros dos (austeridad y finanzas públicas y combate al crimen) se puede alegar que el cumplimiento fue relativo; y en el resto (combate a la pobreza, educación de calidad, reforma económica, reforma de telecomunicaciones, reforma laboral y reforma política), se puede argumentar que falló.
El Presidente puede certificar su avance en la cobertura universal de salud, al haber alcanzado este año a 90 millones de mexicanos, y un incremento en el seguro popular de 16 a 37 millones. De acuerdo con el secretario de Salud Pública, José Ángel Córdova, se espera cubrir a todos los mexicanos el próximo año. La misma valoración de le puede dar a las reformas en
acuerdos y reglamentos, que se ha aplicaron en el año, y que tuvieron fuerte impacto en el sector financiero, como regulación a aseguradoras, fondos de pensión y cambio de divisas.
Sin embargo, el Presidente está jugando con sofismas. En los spots promocionales de su cuarto informe de gobierno, dice que gracias a las reformas económicas, se pudo paliar la crisis financiera mundial. En realidad, no fueron esos avances económicos los que contribuyeron a salir del hoyo en el que se encontraba el mundo, sino la serie de
modificaciones regulatorias en el campo financiero, que figuraban en otro apartado. Amarrado al mismo esfuerzo se encuentra el compromiso de austeridad y finanzas públicas.
En el momento en el que lo planteó, el diagnóstico del gobierno sobre la crisis no había dimensionado su profundidad. Cuando se procesó el riesgo para México, negociaron un presupuesto favorable para el gobierno con el PRI a través de compromisos políticos con las secretarías de Gobernación y Hacienda, con el argumento que el ingreso petrolero no iba a ser suficiente para enfrentar la crisis, y que se necesitaban impuestos. El PRI se los dio, y se obtuvo un presupuesto de emergencia. Pero la austeridad se llevó al campo político, al secar Hacienda las finanzas públicas de los estados gobernados por el PRI y retrasar las participaciones federales hasta que pasaran las elecciones del 4 de julio.
La combinación de factores –crisis y elecciones- que no contemplaban los parámetros presidenciales en los 10 compromisos, le ayudan a dar resultados positivos, sin tener que dar ninguna explicación, como el poder presumir 100 mil millones de dólares en la reserva, que nunca se habían tenido, sin aclarar porqué con tantos recursos, hay tantos sub ejercicios en la administración pública.
El Presidente tiene varios pantanos en su gestión. Este año presentó una iniciativa de Ley de Competencia Económica para combatir los monopolios, uno de sus ejes centrales cuando llegó a Los Pinos. En efecto, ha luchado contra todos los monopolios menos uno, Televisa, al que beneficia abiertamente.
El ejemplo más obsceno es la Ley de
Telecomunicaciones que se conoce como la Ley Televisa, empresa con la cual, para efectos prácticos, ha decidido co gobernar, al convertir sus pantallas el principal vehículo de propaganda del gobierno federal. Lo último que hizo en su apoyo fue la aprobación de la asociación de Televisa con Nextel, para que la empresa de televisión pueda dar telefonía y entrar al llamado triple play, que le niegan a TV Azteca y a Telmex.
Pero si ese retroceso fue deliberado, hay otros que no. En
educación, el rezago está contribuyendo a la formación de una generación de analfabetas funcionales, donde 43.2% de los mayores de 15 años no terminaran la enseñanza básica y casi seis millones son analfabetas. A la pobre educación se añade su mala calidad, que impacta el mercado laboral. Calderón presume haber creado 500 mil nuevas plazas de trabajo, aunque no aclara que se habían perdido 700 mil el año pasado. Falta explicación sobre los sectores en donde se han generado. De otra forma, se puede alegar que las decenas miles de personas que participaron en el censo, están incorporadas en esa estadística, por lo cual el dato oficial es tramposo.
El gobierno también buscaba una
reforma laboral, pero fue sepultada a la semana que el PAN presentó la iniciativa, y ante tanto conflicto sindical y la creciente oposición política al secretario de Trabajo Javier Lozano, es probable que esa reforma no salga siquiera salga en el resto del sexenio. La falta de reforma ha servido como pretexto para no detonar el empleo, pero no explica la proletarización de los mexicanos.
En este año, nada pudo evitar que la
pobreza empeorara y eliminara los avances de la primera parte de este siglo. En este sexenio la pobreza regresó prácticamente a los niveles de 2000, cuando se atrapaba a 24.1 millones de personas. En 2006, cuando arrancó el gobierno de Calderón, se dio la cifra más baja, 13.8 millones, que hoy ha escalado a 22.
Tampoco puede presumir avance político. Fue un año de forcejeo y demolición de acuerdos políticos. Se alió con sus enemigos en 2006 para derrotar al PRI, el único partido con el cual, por número, puede aprobar en el Congreso las reformas que quisiera. Los buscó para dialogar y los rechazaron. “Calderón se pintó de guerra”, dijo un priista. Y los priistas están haciendo lo mismo.
En su cuarto informe de gobierno, el Presidente volverá a subrayar los avances en la lucha contra el crimen, como las recientes medidas para el
combate al lavado de dinero. Pero su discurso de victoria se apoya en la estadística fría y en los análisis prospectivos sobre la base de experiencias similares en el mundo. Se podría decir que la medicina es la correcta, pero no se sabe si el paciente vivirá: más de 20 mil muertos define esta lucha, en términos convencionales, como una guerra civil.
Es el cuarto informe de gobierno. El Presidente no tiene mucho de qué presumir, aunque nos diga lo contrario.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa.

Las alianzas, ¿para qué?

Víctor Flores Olea

Un fin domina en los partidos políticos que participan en las alianzas electorales (especialmente en el PAN y el PRD): impedir que el PRI regrese a Los Pinos en 2012. Tal es su idea fija y obsesión: lo que ocurre es que, por el PAN, el sueño de Vicente Fox de echar al PRI de Los Pinos ha tenido, como no podía ser de otro modo, escuálidos resultados. Para decir lo menos, los dos sexenios del PAN han sido dramáticos hasta en su soberano ridículo.

Dirán algunos que de todos modos se avanzó en la democracia, puesto que el centro del poder supremo se desplazó en alguna medida de la Presidencia al Legislativo (y a los gobernadores de los estados). Pero si lo analizamos con detenimiento, lo que ha sido indecente en esta última década es el modo en que el poder real, político y económico, se desplazó de la política a la economía, de las alturas institucionales (presidenciales) a las elites económicas (a las mafias en el poder).

Claro que el fenómeno había comenzado antes, con los últimos gobiernos del PRI (el de Miguel de la Madrid como transición), significando claramente los de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo que las decisiones fundamentales de México estuvieron ya en manos de los más ricos y fuertes grupos, lo cual se consagró en su extremo con los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón. Y tal cosa destruye cualquier pretensión de avance democrático: de ahí el gran fracaso de la llamada transición, que fue en verdad una transición para que los grandes intereses económicos tomaran las riendas del poder en México, las decisiones que en verdad cuentan, los rumbos nacionales que en verdad importan.

El gran problema ahora es que un fin que simplemente busca impedir que el PRI retorne a Los Pinos es demasiado pobre, sin ideas, además de que resulta altamente engañoso: el PRI en Los Pinos no alteraría un ápice el desplazamiento del poder de la política a la economía, y menos con Peña Nieto a la cabeza, que más bien se entregaría con los brazos abiertos a culminar la tarea de sus predecesores. El fenómeno central no se corregiría, sino que se fortalecería y ahondaría. Es por eso que los grupos económicos más poderosos y sus capitanes ven con bastante displicencia el alboroto político de las alianzas, sin preocuparse demasiado.

El único que ha venido a romper este panorama de jauja es Andrés Manuel López Obrador (AMLO), con un programa político de cambio del país que altera el destino manifiesto que algunos sienten ya encarnar, y que aspira a transformar a México. De ahí que los oportunistas, o quienes únicamente piensan en el relevo de personas en los puestos, estén con las alianzas: de ahí que haya surgido el conflicto entre AMLO y la actual cúpula dirigente del PRD (o del DIA). Contradicción que será resuelta por los hechos cuando el movimiento de AMLO se presente incontenible en los procesos electorales.

Otra cuestión central: las alianzas electorales han sido en el fondo avaladas y dirigidas por Felipe Calderón y el PAN, que han sido, eso sí, presentadas como apetitosas a la cúpula del PRD. ¿Qué persigue Calderón? Es obvio que su meta hoy es perpetuar en el poder al PAN y perpetuarse él mismo como su jefe nato, lo cual pasa por dos momentos imprescindibles: impedir que el PRI regrese a Los Pinos, y lograr suficiente respaldo electoral, que parece menos que imposible, pero que ocupa los días y noches de Calderón (en efecto, habiendo renunciado a la Presidencia de la República para encabezar al PAN), según aguda observación de Claudio X. González, el de Fundación Televisa.

Su tema de fondo es el indicado: perpetuarse en el poder contando con una importante plataforma electoral, incluida eventualmente una porción del PRD, y no simplemente ponerle piedras en el camino a tal o cual gobernador. El drama es que le ha visto la cara a una izquierda que se ha tragado la rueda de molino de que el objetivo central hoy se reduce a impedir que el PRI regrese a Los Pinos. Ninguna propuesta programática, sino simplemente ascender a los puestos y, en último caso, compartir con el mismísimo PAN el poder, lo cual sería una mayúscula catástrofe para los partidos que un día se ostentaron como cabeza de la izquierda mexicana.

Al final del día, resulta claro que el único candidato que postula un programa de izquierda, en que la igualdad y el derecho sean en beneficio del pueblo, es Andrés Manuel López Obrador, programa, por cierto, que todavía está abierto a la discusión para perfeccionarlo, corregirlo y aumentarlo si hiciera falta.

También resultará innegable que la gran mayoría del pueblo de México, la izquierda en perspectiva social e histórica, se sumará a la candidatura de AMLO, denunciando ya rotundamente que con las alianzas se desemboca a uno de los varios esquemas de la derecha (la permanencia del PAN o el regreso del PRI a Los Pinos). Por supuesto, la masa ciudadana está contra ese objetivo oportunista e interesado ya que su fin consiste en refundar una nueva República justa y honesta, que nos rescate del abatimiento antidemocrático y de la pobreza a que nos han sometido las corporaciones.

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