1/27/2011

¿Qué está pasando?


Rosario Ibarra

Con riesgo de que suene pleonástico —como solía decir una vieja y querida maestra hace más de 50 años—, “las mal pergeñadas palabras” que dan nombre a las pobres líneas que a continuación aparecerán semejan aquello del “pan de cada día”, porque no hay día, ni hora, ni siquiera minutos, en que en cualquier sitio de nuestro vasto territorio la gente repita la frasecita de tan sólo tres palabras, entre asustada y esperanzada, de escuchar que nada de lo que sucede, de lo que “está pasando” es grave.

Pero… ¡ay!, estos peros tan comunes en nuestras historias… Sí, ¿cómo no pensar, ver y sentir que hay muchísimos síntomas de gravedad enorme en este pobre y dolorido México?

Quien o quienes no piensen que suceden cosas muy graves, que las leyes no se respetan, pero, ¡ojo!, es preciso entender diferencias: no son respetadas por las autoridades, porque quienes delinquen por supuesto que no respetan las leyes, pero lo preocupante, lo gravísimo de los hechos cotidianos son las violaciones a las leyes en que incurren o han incurrido desde hace muchísimos años las autoridades de todos los niveles de gobierno, empezando por los que se encuentran en los más importantes y altos sitiales, como los presidentes de la república, llamados también comandantes supremos de las Fuerzas Armadas, que (tristísimo es decirlo) ordenen los encarcelamientos a todas luces ilegales en campos militares y bases navales de quien o quienes ellos consideran o consideraron en el pasado y ahora delincuentes.

No miento ni invento. Tampoco me mueve interés “malsano” (como dicen por allí); no me interesa desprestigiar a persona alguna…, ellos con sus actos se desprestigian solitos y con creces… Simplemente recuérdese el 2 de octubre del 68, el 10 de junio de 1971, los cientos de desapariciones forzadas; los cuerpos policiacos ilegales como la DFS (Dirección Federal de Seguridad), comandada, entre otros, por Miguel Nassar Haro, ubicada en Circular de Morelia número 8, en donde los “detenidos” fueron torturados salvajemente, pero que tuvieron el valor de dar sus testimonios que se enviaron (notariados) a las Naciones Unidas y a Amnistía Internacional… Pero, ¿qué pasó?, ¿de qué sirvieron los actos de valor de los torturados? De nada, porque la hipocresía y la simulación de los gobernantes en turno oscurecía, cubría, tapaba sus acciones perversas, iguales o semejantes a las de Videla y Pinochet en los hermanos países australes, en donde los desaparecidos se contaban por miles… mientras que aquí en México… ¡pst, peccata minuta! “Si sólo son unos cuantos aprendices, imitadores de guerrilleros”. “Aquellos sí son patriotas y fregones, por eso los asilamos y hasta rompemos relaciones con sus gobiernos”… y Pinochet fue el “coco” y a Echeverría poco le faltó para convertirse en un ángel, se le consideró el héroe, que en su hipocresía llegó a romper relaciones con Pinochet, del cual parecía hermano siamés.

Lo único bueno, lo que nos llenó de júbilo, fue que la hipocresía echeverrista, en su afán de verse como un defensor de los derechos humanos, asiló a todos nuestros hermanos del sur, que sufrían las amenazas de sus malos gobiernos. Nosotros nos tragamos nuestro dolor y aceptamos con júbilo a todos los que llegaban de aquellas lejanas tierras… mientras pensábamos que, como solía decir mi hermosa abuela Adelaida: “la mentira dura mientras que la verdad aparece”… ¡Y apareció! Y hoy todo mundo sabe quiénes fueron Díaz Ordaz y Echeverría y todos los que siguieron usando el mismo saco cochambroso de la represión cuando fueron “presidentes”… Y ahora, sean del partido que sean, si siguen abrigados con el mismo ropaje sucio y criminal, resulta ocioso preguntar: ¿qué está pasando?

Dirigente del Comité ¡Eureka!

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