José Antonio Crespo
Enrique Peña Nieto, en su exposición sobre gobernabilidad en Querétaro, desechó la “cláusula de gobernabilidad” que había propuesto antes, consistente en que al partido mayoritario se le regalen tantos diputados de representación proporcional como lo requiera para contar con una mayoría absoluta de asientos. Criticó incluso el carácter artificial de dicha cláusula y se quejó de la sobrerrepresentación de las minorías. En cambio, Peña propuso una “fórmula de mayoría”, consistente en eliminar el tope a la sobrerrepresentación del 8%, además de reducir a 100 los diputados de representación proporcional, una medida sumamente popular que ya se había manejado como propuesta desde el Senado. Pero resulta que esa fórmula tiende a generar mayor sobrerrepresentación del partido mayoritario que la que ocasionaba la cláusula de gobernabilidad contra la cual se expresó Peña. Veamos.
En 1988, cuando se aplicó la cláusula de gobernabilidad aprobada un año antes, el PRI obtuvo 239 diputados de mayoría (de 500 en total), lo cual no le daba mayoría absoluta, por lo cual se le dieron diputados proporcionales hasta alcanzar 251 curules. En 1993 cambió la fórmula; ahora se repartirían los 200 diputados de representación proporcional a partir de la votación obtenida por cada partido. Suena justo, pero el truco radica en que dicha repartición se hace al margen de los diputados de mayoría que cada partido hubiera ganado. Bajo esa fórmula, y los resultados de 1988 (para comparar), el PRI hubiera obtenido, en principio, no 251 diputados, sino 339, es decir, 78 más.
Es cierto que en 1993 se puso también un tope a la sobrerrepresentación, impidiendo que un partido tuviera más de 60% de asientos (evitando así que un partido detentara mayoría calificada para cambiar la Constitución por sí mismo). Aun con ese tope, el PRI habría obtenido 300 diputados, es decir, 49 más que en 1988. Igualmente, es verdad que en 1996 se puso otro nuevo tope a la sobrerrepresentación, limitándolo como máximo a un 8%. En 2009, el PRI obtuvo 184 diputados de mayoría y una votación del 39.4%. A partir de la fórmula de 1993, le tocarían 79 asientos de proporcionalidad, lo que le hubiera sumado un total de 262 curules (52.5%, es decir, 13 puntos porcentuales de sobrerrepresentación), pero con el tope instaurado en 1996 sólo le tocaron 53 asientos de proporcionalidad, con lo que su bancada sumó 237, es decir, 47.4%. La sobrerrepresentación es, de cualquier modo, de 40 diputados (que constituyen el 8% de sobrerrepresentación que permite la ley).
En las democracias que tienen un componente de representación proporcional normalmente se distribuyen esos escaños de tal forma que se equipara el porcentaje de votos con el de escaños, y así evitar al máximo cualquier sobrerrepresentación (de cualquier partido), pues ello implica una distorsión de la voluntad ciudadana expresada en las urnas. Pero en un régimen de partido hegemónico eso no era aceptable; los plurinominales habían de servir, primero para legitimar al sistema dando un aire a la oposición, y después, para garantizar la mayoría absoluta del partido dominante. Ha dicho Peña Nieto que el tope de 8% respondió a condiciones que ya no son vigentes (igual ocurre con la no reelección consecutiva de legisladores, digo yo). El nuevo pluralismo con sufragio efectivo tendría que llevarnos a eliminar toda sobrerrepresentación, y distribuir los diputados de representación proporcional a fin de equiparar el porcentaje de votos con el de escaños, como sucede en las democracias que tienen esa fórmula.
Mas no contento con la eliminación del tope de 8% a la sobrerrepresentación del partido mayoritario, Peña propone reducir en 100 a los diputados de representación proporcional, aprovechando el clamor popular contra esa pista. Pero eso genera aun más sobrerrepresentación, bajo la fórmula actual de integración de la Cámara baja. Así, en la propuesta del “joven dinosaurio”, y con los resultados de 2009, el PRI hubiera obtenido el 56% de la diputación nacional con sólo 39% de la votación, 17 puntos porcentuales de sobrerrepresentación. Es decir, la nueva fórmula de mayoría que ahora nos propone Peña distorsiona más la representación legislativa que la “cláusula de gobernabilidad” que originalmente había presentado. La nueva fórmula resulta engañosa, pues aparentemente es más justa que la de “gobernabilidad” de 1987. Pero ocurre a la inversa. Si se desea reducir a 100 los plurinominales sin generar sobrerrepresentación, tendrían que distribuirse a fin de equiparar votos con escaños para cada partido.
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Investigador del CIDE
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