10/23/2011

A quien pueda interesar…


Sandra Lorenzano

Para Margarita y Ángela, Juan Camilo y Darío,por el cariño colombiano

“Escribo y te escribo / porque me niego a morir / A callar, a olvidar. / Escribo y te escribo / para la memoria / para la reparación / para el perdón / mas no para el olvido. / Escribo y te escribo / porque no quiero ser portadora / de un corazón insensible / no quiero ser portadora / de un alma que no suspenda el baile / cuando al otro, a la otra / les oprime la muerte.” Con estas líneas, respondió Dola a la invitación recibida. Mandó sus versos desde Cali, y se sumó así a las más de cinco mil cartas que llegaron de toda Colombia.

Porque escribir es compartir, es buscar compañía, es saberse parte de un todo, es sumar la voz propia a las voces de los demás. Porque la palabra es diálogo y comunidad. Porque permite decir dolores y esperanzas; miedos y sueños. Porque permite conocer los miedos y los sueños de los otros, y vernos en ese espejo. Porque no hay mejor antídoto contra la violencia y la soledad, contra la desesperación o la tristeza. Porque las cartas son memorias entrelazadas. Por todo esto, la convocatoria era sencilla: escriban, cuenten… aquí estamos para escucharlos y escucharnos, para leerlos y leernos, para saber que entre todos podemos tejer una red de palabras que nos sostenga, que nos proteja.

“Ésta es una invitación a que escriba una carta sobre cómo ha enfrentado la adversidad. Escríbale a quien ya no está, a quien está lejos, a quien no quiera escucharle o a un desconocido. Cuéntele a sus hijos cómo tener esperanza a pesar de la violencia o muéstrele a quien usted ama cómo ha hecho para continuar soñando en un mañana. Invite a los niños a que nos cuenten cómo han logrado resistir el miedo. Nos interesa su historia grande o pequeña. Queremos leerla y recolectarla para que otros puedan leerla y recordarla.”

Esta invitación recorrió el territorio colombiano. Pasó de mano en mano, y de boca en boca. Y las cartas comenzaron a llegar a la Biblioteca Luis Ángel Arango, una de las instituciones convocantes, y uno de los símbolos de la cultura en este país castigado por la violencia desde hace ya tantos años. ¿Cómo conviven la fuerza cultural fascinante y vital de Colombia – creativa, propositiva, valiente – y el horror? Los proyectos se suceden buscando construir espacios de diálogo y comunicación, espacios de convivencia y de restablecimiento del sentido de comunidad. Así nació “Cartas de la persistencia”. Hoy forman entre todas un archivo de la memoria colombiana. Hay cartas dirigidas a familiares desaparecidos, cartas de los secuestrados a sus seres queridos, cartas que hablan del coraje, de la confianza construida paso a paso, de los miedos enfrentados, cartas de amor y de ausencia. “Estimado amigo”, “A la mujer que tanto amé”, “Querido hijo”, “A quien pueda interesar”…

“Respetada oscuridad: La carta que me atrevo a escribirle es para pedirle el favor que por la noche no me asuste más, ya que cuando apago la luz de mi cuarto siento mucho miedo. Por eso le pido señora oscuridad que no me asuste y sea un poco más clarita cuando duermo y podamos ser amigos. Le agradezco de antemano su atención a mi petición”, escribió el pequeño Jhonatan Rodríguez.

Las confesiones nos buscan. Somos también sus destinatarios. Una carta es “una saeta esperanzada”, escribe Ángela Pérez en el epílogo de estas páginas maravillosas que son, además, un “Libro al viento”; un libro para leer y dejar para que otros también puedan leerlo y continúen así la cadena de complicidad. Todos somos lectores de esa esperanza. Y la celebramos, porque esos miles, y ustedes, y yo seguimos - ¿tercamente? - convencidos del poder de la palabra para lograr que la oscuridad sea un poco “más clarita”, y más fuertes y amorosos los brazos que nos sostienen en cada línea que alguien ha escrito.

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