David Brooks
Aplena vista de millones se esconde tal vez la mayor expresión
progresista de Estados Unidos. Frecuentemente gente de izquierda
lamenta que aquí no haya izquierda, pero pocos se fijan de dónde
provienen las expresiones progresistas más efectivas, masivas,
impactantes y subversivas en este país: la televisión comercial.
No es en la televisión
alternativani en la marginal, sino en los programas más vistos, incluso en los más premiados. Al verlos no cabe duda de que un comando de guionistas y directores izquierdosos han tomado por asalto parte importante del mayor medio masivo del planeta sin que nadie se dé cuenta.
Tal vez el ejemplo más destacado es el de David Simon, quien ha
ofrecido la visión más acertada y verídica de la sociedad estadunidense
contemporánea en dos series de televisión para HBO, uno de los canales
más populares de cablevisión. En su extraordinaria serie The Wire, que comenzó transmisiones en 2002 y concluyó en 2008, y actualmente, en su serie Treme, que
ahora está en su tercera temporada, el creador y guionista (y ex
periodista) Simon cuenta la vida cotidiana estadunidense con una enorme
estima, conocimiento y simpatía para los
ordinarios, pero sin ningún sentimentalismo, maniobra emocional o fórmula fácil.
En The Wire se retrataba la vida cotidiana de un barrio
marginal de Baltimore, desde la droga, el desempleo, el crimen, el
sistema educativo y la policía, o sea, todos los que habitan ese lugar,
narrado desde el punto de vista de cada participante.
En Treme, cuenta la vida de Nueva Orleáns justo después del huracán Katrina,
sobre todo a través de los músicos y los cocineros que son la cultura
que rescata y define esa ciudad, pero también los políticos, la
policía, los abogados, los empresarios y los maestros, entre otros.
Ambas series revelan más sobre Estados Unidos que casi cualquier
otro medio y, por definición, al contarlo desde el nivel de la calle,
desde el punto de vista de los
ordinarios, con una perspectiva progresista. Ambas series están entre las más elogiadas por los críticos, y entre las más premiadas por la industria.
Pero también la televisión más comercial, la de las cadenas
nacionales, está llena de sorpresas. En series tan masivamente exitosas
como Law & Order, Boston Legal, y otros dramas del mundo
judicial, los temas abordados incluyen la amplia gama de asuntos que
están en el debate nacional, desde la corrupción oficial, los engaños
de las empresas farmacéuticas y otras trasnacionales, el encuentro
entre los más jodidos y los más poderosos en un juicio, el asunto de la
pena de muerte, desde la criminalización de los jóvenes hasta el aborto
y los derechos civiles, todo abordado de tal manera que uno tiene que
sospechar que los guionistas son parte de un complot izquierdista.
Nadie más abordaría esos temas de esta manera.
Por ejemplo, en uno de los episodios de hace dos años de Law & Order, el
procurador de Manhattan decide llevar a juicio a un académico que fue
quien elaboró la justificación legal de la tortura para el gobierno de
George W. Bush acusado de
cómplice del crimen de tortura. El nuevo gobierno federal post-Bush se opone, mientras en el juicio se debate sobre el uso de la tortura contra los
terroristas. Los argumentos ante el tribunal resumen el debate real en torno a este tema, sobre todo el promovido por defensores de derechos humanos y críticos severos del gobierno federal.
Hay
programas que exploran las partes oscuras de esta sociedad, el mundo
del narcomenudeo, programas sobre espionaje internacional en el
contexto de la llamada
guerra contra el terror, así como comedias que exploran la diversidad de género, preferencia sexual, la interacción racial y más.
Todo esto no es nuevo. MASH, serie cómica creada por Larry
Gelbart, estuvo entre los 20 programas más vistos cada semana durante
una década, y era uno de los programas más antiguerra jamás vistos en
la tv comercial. Basada en la famosa película, la serie se trataba de
un hospital militar de campo en la guerra de Corea, donde los doctores
atendían a los heridos en el conflicto, pero utilizando el arte de la
comedia para criticar lo absurdo y trágico de toda guerra. El último
episodio, en 1983, después de una década, fue el programa con mayor
índice de audiencia registrado en la historia de la televisión hasta
esa fecha con 125 millones de televidentes. West Wing,
transmitido entre 1999 y 2006, la época de Bush, fue una serie
dramática de la vida política de un presidente demócrata en la Casa
Blanca, donde desde una perspectiva liberal, se abordaban las vidas
personales como los quehaceres políticos del presidente y su equipo.
Hoy día el noticiero de televisión más influyente entre jóvenes en
Estados Unidos –de donde los de entre 18 y 34 años consiguen su mayor
información política– es un noticiero ficticio. The Daily Show with Jon Stewart se
ha ganado el premio mayor de la industria televisiva cada año, como
comedia, pero según encuestas, es uno de los noticieros con más
credibilidad entre el público. Tan influyente es que candidatos
presidenciales, líderes políticos y una amplia gama de personalidades,
han aparecido en el programa. The Colbert Report, que nació del Daily Show, y
a través de un comentarista caracterizado de conservador
ultrapatriotico, ofrece cuatro veces a la semana una de las críticas
más filosas del mundo político y los medios.
Algunos dirían que Los Simpson y South Park, entre
otras series animadas, también examinan algunas facetas de la vida
cotidiana desde una perspectiva subversiva, o por lo menos que se burla
del poder y la vida convencional.
Por supuesto hay una amplia gama de programación de lo más
retrógrada, reaccionaria y convencional que ocupa mucho tiempo en la
caja idiota nacional.
Pero, de alguna manera, y nadie lo ha explicado, parte importante
del medio más masivo del planeta es subversivo. Resulta que si alguien
desea una buena perspectiva progresista de Estados Unidos, sólo tiene
que prender la televisión. Ahí encontrará sin mucho esfuerzo uno de los
escondites de la izquierda estadunidense.
Les recomiendo una serie de HBO que habla de la dictadura en Brasil y de los cineastas que libraban la censura. Es evidente la censura a las críticas del gobierno y a las películas pornográficas pero en esta serie hablar de sexo es lo de menos porque nos revelan un forma de vida al margen de la ley y dentro de la ley. En la segunda temporada los magníficos son atrapados en una situación de chantaje y corrupción política, para salir de esto se arriesgan a producir una película que denuncia todos los actos en torno al asesinato de un líder. Esta serie (en eu la pueden ver en hbo go) me gustó desde el inicio porque abordó la dictadura brasileña desde un ángulo interesante.
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