TOKIO,
dic (IPS) - La japonesa Hiroko Taguchi se retiró en abril, a los 64
años, de su trabajo como agente de ventas de seguros, pasando a
integrar las filas cada vez más nutridas de mujeres mayores que en este
país superan ahora en cantidad a los de sus coetáneos hombres.
Taguchi es divorciada, vive sola y depende
mucho de su pensión para mantener lo que probablemente será una larga
vida de jubilada, dado que en Japón las mujeres viven, en promedio,
unos siete años más que los hombres.
Un estudio realizado este año por el Ministerio de Salud y Bienestar concluyó que las mujeres representan 87,3 por ciento de las 50.000 personas centenarias de Japón, todo un récord.
"Tengo suerte de no haber renunciado a mi trabajo cuando me casé, como era la norma para las mujeres de mi generación", dijo Taguchi a IPS. De hecho, ella es una de las muy pocas japonesas para las cuales vejez no es sinónimo de pobreza y soledad.
La mayoría de sus contemporáneas que en su juventud o mediana edad fueron trabajadoras a tiempo parcial o trabajadoras en el hogar de tiempo completo cobran ahora pensiones públicas mensuales de apenas 500 dólares o menos, lo que apenas les alcanza para cubrir sus gastos.
Una estructura social patriarcal que ha relegado a las mujeres al rol de cuidadoras y trabajadoras en el hogar es ampliamente responsable de la situación de vulnerabilidad en que se encuentran muchas ancianas japonesas.
Según datos del gobierno, 70 por ciento de las mujeres dejan sus empleos cuando forman su familia, y vuelven a sus lugares de trabajo -a menudo para desempeñarse a tiempo parcial- solo cuando sus hijos crecen. Este patrón reduce de modo significativo su posibilidades de obtener una jubilación decente.
Además, el hecho de que las mujeres vivan cada vez más tiempo significa que muchas sobreviven a sus esposos, y se vuelven enteramente dependientes del sistema de seguridad social del Estado.
Expertos japoneses sostienen que la historia de Taguchi resulta ilustrativa de los diversos problemas que enfrentan actualmente las mujeres en la sociedad envejecida del país.
"Más mujeres que hombres enfrentan la pobreza en su ancianidad", dado que viven más y tienen menores ingresos, señaló la profesora Keiko Higuchi, experta en poblaciones envejecidas de la Universidad Kasei de Tokio, además de asesora del gobierno sobre género y políticas que afectan a los adultos mayores.
Envejecer en una sociedad patriarcal
Japón tiene actualmente la sociedad de más rápido envejecimiento del mundo. Los expertos estiman que, para 2025, más de 27 por ciento de la población tendrá alrededor de 65 años.
Los expertos pronostican que, de continuar las tendencias actuales, 40 por ciento de la población de adultos mayores será femenina. Las mujeres viven 86,5 años y, los hombres, 79,6.
Higuchi, quien también es una prominente activista por los derechos de las mujeres, presiona desde hace tiempo al gobierno para que elabore políticas que atiendan las necesidades de las adultas mayores.
Entre los muchos problemas que enfrentan estas mujeres figuran la soledad, las mayores probabilidades de discapacidad y una creciente pobreza, en una nación que lidia con una enorme deuda pública y que amenaza con mayores recortes en los servicios sociales y la seguridad social.
Estadísticas oficiales del Ministerio de Salud y Bienestar confirman este sombrío panorama: 80 por ciento de los mayores de 65 años que viven solos son mujeres, principalmente divorciadas y viudas.
Las mujeres también representan 70 por ciento de la población de los hogares de ancianos, y la pobreza afecta a 25 por ciento de las japonesas de 75 años, en comparación con 20 por ciento de los hombres.
El Ministerio también informó que en 2011 hubo casi 420.000 mujeres en el entorno de los 65 años que dependieron de la seguridad social, en comparación con 324.000 hombres.
Según la feminista Junko Fukazawa, quien aconseja a mujeres víctimas de violencia doméstica -riesgo que, según ella, es cada vez más común para las japonesas mayores que viven con sus esposos o hijos-, la arraigada discriminación de género vuelve a estas aún más vulnerables a los problemas de la vejez.
Las tradiciones sociales que obligan a las mujeres a cuidar de la familia mientras los hombres trabajan fuera es el motivo principal por el que ellas "dejan sus trabajos cuando tienen hijos" y terminan en "empleos que pagan menos", padeciendo "inestabilidad financiera" cuando llegan a mayores, dijo Fukazawa a IPS.
"La situación es irónica", agregó, destacando que quienes tradicionalmente han sido las principales cuidadoras de pequeños y ancianos se están convirtiendo ahora en el sector de la población que más apoyo necesita.
La necesidad crucial de centrar en las mujeres las políticas nacionales sobre la vejez cobra fuerza en el mundo. El informe "Envejecimiento en el siglo XXI: Una celebración y un desafío", divulgado en septiembre por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), reclama a los gobiernos y otros actores prestar atención a la creciente evidencia de que las mujeres viven más que los hombres, para adaptar sus planes nacionales a esta realidad.
El informe documenta cifras de todo el mundo según las cuales, por cada 100 mujeres de 80 años y más, hay apenas 61 hombres.
El envejecimiento en Japón, la tercera mayor economía del mundo, ilustra algunos de estos problemas acuciantes en un contexto de reducción de la población que trabaja, y que se espera pase de 80 a 52 millones para 2050.
Para la generación más joven de japonesas, que se hacen mayores en una época de austeridad dictada por el gobierno y de intentos desesperados por reducir el gasto público, el pronóstico es alarmante.
Esta generación de mujeres ya está empezando a padecer la pobreza. Estadísticas del Departamento de Trabajo señalan un aumento del empleo femenino a tiempo parcial y de baja paga, tendencia que indica una erosión en la estabilidad de los retiros para gran parte de la fuerza laboral.
Para Higuchi, "el actual panorama de envejecimiento muestra claramente que las políticas de crecimiento económico de Japón han erosionado los valores familiares tradicionales que protegían a los ancianos y que han sido particularmente injustos con las mujeres".
Mientras, mujeres como Taguchi se mueven con cautela. "Muy consciente de que enfrentaría un futuro de soledad, he ahorrado durante décadas y continuaré haciéndolo. Por lo menos puedo evitar la pobreza", dijo.
Un estudio realizado este año por el Ministerio de Salud y Bienestar concluyó que las mujeres representan 87,3 por ciento de las 50.000 personas centenarias de Japón, todo un récord.
"Tengo suerte de no haber renunciado a mi trabajo cuando me casé, como era la norma para las mujeres de mi generación", dijo Taguchi a IPS. De hecho, ella es una de las muy pocas japonesas para las cuales vejez no es sinónimo de pobreza y soledad.
La mayoría de sus contemporáneas que en su juventud o mediana edad fueron trabajadoras a tiempo parcial o trabajadoras en el hogar de tiempo completo cobran ahora pensiones públicas mensuales de apenas 500 dólares o menos, lo que apenas les alcanza para cubrir sus gastos.
Una estructura social patriarcal que ha relegado a las mujeres al rol de cuidadoras y trabajadoras en el hogar es ampliamente responsable de la situación de vulnerabilidad en que se encuentran muchas ancianas japonesas.
Según datos del gobierno, 70 por ciento de las mujeres dejan sus empleos cuando forman su familia, y vuelven a sus lugares de trabajo -a menudo para desempeñarse a tiempo parcial- solo cuando sus hijos crecen. Este patrón reduce de modo significativo su posibilidades de obtener una jubilación decente.
Además, el hecho de que las mujeres vivan cada vez más tiempo significa que muchas sobreviven a sus esposos, y se vuelven enteramente dependientes del sistema de seguridad social del Estado.
Expertos japoneses sostienen que la historia de Taguchi resulta ilustrativa de los diversos problemas que enfrentan actualmente las mujeres en la sociedad envejecida del país.
"Más mujeres que hombres enfrentan la pobreza en su ancianidad", dado que viven más y tienen menores ingresos, señaló la profesora Keiko Higuchi, experta en poblaciones envejecidas de la Universidad Kasei de Tokio, además de asesora del gobierno sobre género y políticas que afectan a los adultos mayores.
Envejecer en una sociedad patriarcal
Japón tiene actualmente la sociedad de más rápido envejecimiento del mundo. Los expertos estiman que, para 2025, más de 27 por ciento de la población tendrá alrededor de 65 años.
Los expertos pronostican que, de continuar las tendencias actuales, 40 por ciento de la población de adultos mayores será femenina. Las mujeres viven 86,5 años y, los hombres, 79,6.
Higuchi, quien también es una prominente activista por los derechos de las mujeres, presiona desde hace tiempo al gobierno para que elabore políticas que atiendan las necesidades de las adultas mayores.
Entre los muchos problemas que enfrentan estas mujeres figuran la soledad, las mayores probabilidades de discapacidad y una creciente pobreza, en una nación que lidia con una enorme deuda pública y que amenaza con mayores recortes en los servicios sociales y la seguridad social.
Estadísticas oficiales del Ministerio de Salud y Bienestar confirman este sombrío panorama: 80 por ciento de los mayores de 65 años que viven solos son mujeres, principalmente divorciadas y viudas.
Las mujeres también representan 70 por ciento de la población de los hogares de ancianos, y la pobreza afecta a 25 por ciento de las japonesas de 75 años, en comparación con 20 por ciento de los hombres.
El Ministerio también informó que en 2011 hubo casi 420.000 mujeres en el entorno de los 65 años que dependieron de la seguridad social, en comparación con 324.000 hombres.
Según la feminista Junko Fukazawa, quien aconseja a mujeres víctimas de violencia doméstica -riesgo que, según ella, es cada vez más común para las japonesas mayores que viven con sus esposos o hijos-, la arraigada discriminación de género vuelve a estas aún más vulnerables a los problemas de la vejez.
Las tradiciones sociales que obligan a las mujeres a cuidar de la familia mientras los hombres trabajan fuera es el motivo principal por el que ellas "dejan sus trabajos cuando tienen hijos" y terminan en "empleos que pagan menos", padeciendo "inestabilidad financiera" cuando llegan a mayores, dijo Fukazawa a IPS.
"La situación es irónica", agregó, destacando que quienes tradicionalmente han sido las principales cuidadoras de pequeños y ancianos se están convirtiendo ahora en el sector de la población que más apoyo necesita.
La necesidad crucial de centrar en las mujeres las políticas nacionales sobre la vejez cobra fuerza en el mundo. El informe "Envejecimiento en el siglo XXI: Una celebración y un desafío", divulgado en septiembre por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), reclama a los gobiernos y otros actores prestar atención a la creciente evidencia de que las mujeres viven más que los hombres, para adaptar sus planes nacionales a esta realidad.
El informe documenta cifras de todo el mundo según las cuales, por cada 100 mujeres de 80 años y más, hay apenas 61 hombres.
El envejecimiento en Japón, la tercera mayor economía del mundo, ilustra algunos de estos problemas acuciantes en un contexto de reducción de la población que trabaja, y que se espera pase de 80 a 52 millones para 2050.
Para la generación más joven de japonesas, que se hacen mayores en una época de austeridad dictada por el gobierno y de intentos desesperados por reducir el gasto público, el pronóstico es alarmante.
Esta generación de mujeres ya está empezando a padecer la pobreza. Estadísticas del Departamento de Trabajo señalan un aumento del empleo femenino a tiempo parcial y de baja paga, tendencia que indica una erosión en la estabilidad de los retiros para gran parte de la fuerza laboral.
Para Higuchi, "el actual panorama de envejecimiento muestra claramente que las políticas de crecimiento económico de Japón han erosionado los valores familiares tradicionales que protegían a los ancianos y que han sido particularmente injustos con las mujeres".
Mientras, mujeres como Taguchi se mueven con cautela. "Muy consciente de que enfrentaría un futuro de soledad, he ahorrado durante décadas y continuaré haciéndolo. Por lo menos puedo evitar la pobreza", dijo.
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